Lunes, 16 de abril de 2007 | Hoy
FúTBOL
El estadio estaba lleno de caras de preocupación. Más de un hincha de Boca se agarraba la cabeza. Boca había completado un notable primer tiempo y, sin embargo, reinaba una sensación de incertidumbre. “No te podés errar tantos goles”, le reprochaba un fanático a otro, adelantándose al final del partido. Es que el escenario estaba listo para una celebración boquense. Los “oooleee” que se escucharon desde los primeros minutos, al menos, así lo presagiaban. Pero la historia terminó siendo diferente. Los festejos se mudaron de tribuna y el empate pareció haber conformado mucho más a los hinchas de River. Pese al resultado, la parcialidad de Núñez no se olvidó de sus dirigentes: colgó una bandera gigante con la inscripción “Aguilar Chorro” y la relación todavía está lejos de enfriarse.
De entrada, Daniel Passarella comenzó a jugar su propio partido. El entrenador de River, que venía de ser señalado como hincha de Boca por los hinchas, salió de la manga y pisó la cancha con un provocativo paraguas rojo y blanco, y se hizo acreedor de todos los insultos. Los barrabravas de River también llamaron la atención a su manera. En el momento de su ingreso, limpiaron el alambrado y, en su lugar, pusieron una bandera que le apuntó directamente al presidente del club. Elogios múltiples para los jugadores y varias banderas con mensajes de aliento para evitar que Guillermo Barros Schelotto emigre a la liga de los Estados Unidos decoraron los minutos previos al arranque del partido.
Casi no hubo tiempo para el juego de hinchadas. Es que al minuto de juego, una multitud ya gozaba de un triunfo transitorio. Los jugadores de Boca se floreaban de cara a su gente y cada jugada terminaba con un “Riqueeeelme, Riqueeeelme”. Apenas diez minutos debieron pasar para que los simpatizantes visitantes perdieran la paciencia y le exigieran “huevo” al equipo. El primer tiempo se fue con un dominador y un dominado. Y fue el turno de un entretiempo repleto de murmullos. “Si esto hubiera terminado 3-0, nadie estaría hablando de injusticias”, señaló un hincha de Boca. “No podés perdonar tanto”, replicó otro.
Los de la tribuna visitante tenían en claro el negocio que había cerrado su equipo. “No sea cosa que...”, se ilusionaba un veterano de River. El rápido empate alteró los ánimos. Passarella y Russo, al lado de la línea, se desesperaban y repartían indicaciones. Las pérdidas de Banega levantaban olas de insultos; las situaciones desaprovechadas por River tampoco se privaron de recibir sus respectivas críticas. Los “Riqueeelme” mutaron en “Guilleeermo”. Desde los 15 minutos, los hinchas le pidieron al entrenador el ingreso del Mellizo. Gustito al que Russo accedió, pero que poco cambió el trámite del partido. Al final, los gritos quedaron atragantados. Pudo haber sido para cualquiera. Se perdonaron en los últimos minutos, pero los hinchas de River se fueron de la cancha convencidos de que su punto vale mucho más que uno.
Informe: Hernán Matz.
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