FúTBOL › OPINION
› Por Juan José Panno
Entre otros inventos argentinos de dudosa utilidad, la sensación térmica resulta apropiada para innumerables discusiones matinales en invierno o justificaciones de sofocamiento en verano. En otoño, cuando corre abril, bien puede ser manipulada para, también, discutir de fútbol.
Es que si el resultado del superclásico, la temperatura del partido, dividió logros en un empate clavado (cuya justipreciación definitiva corre por cuenta del comentarista), la sensación térmica del partido es de desánimo, de oportunidad perdida, de algo parecido a la derrota. En ambos bandos.
Después del primer tiempo casi extático que jugó Boca (por oposición al criterio estático con que se presentó su rival en los primeros 45 minutos), el equipo local siente que no ganó un punto sino que perdió dos. Por la abrumadora cantidad de situaciones de gol a favor que dispuso y que no pudo concretar. Jugando con un estilo fiel, pero lejos del estereotipo con que se encasilla a los equipos de la Ribera, Boca pudo liquidarlo en el primer tiempo y no lo hizo. Sensación térmica: menos dos.
En sentido contrario, podría pensarse, navega el imaginario de River. Que sacó un punto de visitante en la Bombonera después de transpirar durante toda la primera etapa. Pero no. Porque ese bombazo cruzado de Ruben en el primer minuto de descuento selló la pauta de lo que había sido el segundo, un tiempo abierto a la perspicacia del que acertara la última puntada pero que, en el recuento, favorecía por merecimiento al visitante, que había emparejado el trámite jugando en un estilo que (repitiendo la figura) parecía más apropiado para su rival por eso de apretar los dientes y luchar cada pelota para compensar el déficit de fútbol exquisito. Se lo advirtió en el gesto passarelliano del final, esa asunción de haber tenido la victoria a mano. Como si, en definitiva, River también hubiera perdido, en el final, dos puntos antes que ganar el que no conseguía hasta los cinco minutos del complemento. En la piel de River, el resultado terminó sintiéndose, también, menos dos...
¿Sensación térmica del superclásico? Para los que no se jugaban nada, ni con Boca ni con River, un partidazo.
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