La platea del estadio de Vélez suele tener una particularidad. Los hinchas del conjunto de Liniers que la ocupan habitualmente actúan como el termómetro de la realidad del equipo. Tanto en los buenos como en los malos momentos, ellos son los que terminan dando el veredicto definitivo. Y como el plantel conducido por Ricardo Gareca comenzó este torneo mezclado entre los protagonistas principales, desde el sector norte de la cancha se percibe tranquilidad y respaldo. Además, la muestra ofensiva que diagramó el conductor parece seducir en gran medida a ese grupo exigente, que sólo acepta triunfo o entrega absoluta.

La segunda opción fue precisamente lo que ofreció el equipo local en la igualdad ante River, quien también está en la búsqueda de la consolidación. El líder de esa dedicación fue el chico Nicolás Otamendi, sobre todo cuando prevalecía en los duelos personales con Cristian Fabbiani, el personaje más odiado por ese costado de la cancha. Entre ese público especial, dos hombres se destacan por sobre el resto. Dos socios vitalicios que siempre se ubican en la última fila, cerquita del lugar designado para la prensa.

“Ese es mi tío”, comentó un seguidor mezclado entre los periodistas. El señor al que hacía referencia está señalado como uno de los más vehementes. Su compañero de palco estaba ayer ausente, pero no fue necesaria su presencia: con él solo alcanzaba para levantar al resto de la gente para felicitar o condenar al que sea necesario. “Yo recuerdo que era chico, y mi tío tenía agarrado de los pelos a un periodista. Se había armado lío porque decían que tiraban al bombo a Vélez. No me olvido más”, contó el joven.

Por estos días eso está lejos de suceder, no sólo porque ubicaron un acrílico para que la separación sea mayor sino porque el equipo exhibe un juego asociado donde la llegada al área rival es con mucha gente: Moralez, Larrivey, López, Zapata, Cubero y Papa aparecen en el campo rival en diferentes circunstancias. Por ello River se vio sorprendido en el inicio, a pesar de que logró equiparar el desarrollo con un tiro de Buonanotte y un cabezazo de Ahumada. La pelota era del local; pero las llegadas profundas, de River. Falcao también estuvo cerca con un cabezazo que salió al lado del palo. El ritmo que le imprimieron los dos equipos en la primera parte fue enorme, pero los arqueros se mostraban seguros para evitar cualquier grito.

Como Vélez seguía dando respuestas, el único que estaba en la mira era el árbitro Beligoy, que recibía mensajes de aquel hombre cuando un fallo no lo conformaba. “No hagan enojar al tío, puede haber problemas”, pedía el sobrino, quizá para no volver a vivir un episodio como el de hace tiempo. Sin embargo, el enojo apareció después de que Vélez desperdiciara dos chances: primero Larrivey estrelló un zurdazo en el palo, luego de un desvío de Barbosa; y más tarde, López la tiró por arriba dentro del área. Pero el insulto más grande llegó cuando Villagra definió con categoría con el pie derecho, cruzando la pelota, después de que Montoya salvó dos veces el arco ante Gallardo y Buonanotte.

La bronca le duró cuatro minutos, cuando López empató con un tiro de espaldas, tras una habilitación de Zapata. Con un jugador menos, Vélez no arriesgó tanto en el final, y así el tío se fue conforme, porque vio que la reacción de River ante Arsenal, la semana pasada, no tuvo continuidad.

Estadio: Vélez.

Arbitro: Federico Beligoy.

Goles: 66m Villagra (R); 70m López (V).

Cambios: 62m Cristaldo por Moralez y Bella por Ocampo (V); 65m Gallardo por Abelairas (R); 79m Rosales por Buonanotte (R); 83m G. Díaz por Larrivey (V).

Incidencia: 75m expulsado Cristaldo (V).