FúTBOL › ]EN INDEPENDIENTE TODOS SALEN Y ENTRAN
[HTMLEl equipo de Avellaneda, sumido en la completa desorientación, continúa girando en círculos, sin resultados favorables ni signos de detenerse. Gallego prueba y prueba, pero la formación ideal no aparece.
› Por Daniel Guiñazú
En un momento del segundo tiempo, cuando ya había metido los tres cambios y de todas maneras Independiente seguía transmitiendo la misma inexpresividad y la misma falta de pasión de este partido y de tantos otros, Américo Gallego se cansó de gritar y de gesticular sin que nadie se hiciera cargo de sus gritos y de sus gestos, se sentó en el banco y lo mandó a Juan Amador Sánchez, su ayudante, a que se desgañitara al borde de la línea de cal.
Que Independiente está mal, y que empeora cada fin de semana, es un dato que ya no sorprende a nadie. Perdió ayer por tercera vez consecutiva, lleva ocho partidos sin ganar como visitante, y River pudo haberlo goleado si Falcao y Buonanotte hubieran afinado algo más su puntería. Desde que Gallego reemplazó a Santoro como entrenador, los rojos jugaron ocho partidos, de los cuales apenas ganaron dos (2-1 a Huracán y 4-1 a Tigre), igualaron uno (1-1 con Argentinos) y cayeron en los cinco restantes, en dos ocasiones por goleada (1-5 ante Lanús y Estudiantes).
No sólo los malos resultados dan indicios de que el equipo ha perdido la chaveta. También Gallego ha sido atrapado por la de-sorientación. Y eso es lo grave. El técnico pone y saca jugadores y modifica posiciones sin que ninguna variante surta efectos. Y como nadie entrega lo que Gallego pretende, la velocidad de las rotaciones es cada vez más alta. Sólo Assmann y Montenegro jugaron siempre. El resto entró y salió como si el equipo titular fuese una puerta giratoria.
Sin ir más lejos, de la formación que perdió ante Godoy Cruz a la que golearon los suplentes de Estudiantes hubo siete cambios. Y para jugar ayer en el Monumental, Gallego volvió a dar otro volantazo y metió seis variantes, con este añadido: de los que ingresaron, Gavilán, Guillermo Rodríguez, y Mancuello ni siquiera habían ido al banco ante Estudiantes. Los jugadores no toleran estas repetidas faltas de confianza y ya se lo han hecho saber al técnico. Pero tampoco se esfuerzan demasiado dentro de la cancha como para que su voz sea tenida en cuenta.
A cada paso, Independiente transmitió una imagen lavada y liviana, con rendimientos individuales llamativamente bajos y un funcionamiento colectivo pobre e inconsistente. No hay liderazgos claros desde lo temperamental, ni desde lo futbolístico, y tampoco reacción ante la adversidad. Y eso es lo que hace hervir a Gallego y a los hinchas, que volvieron a gritar su desencanto.
Nada le resultó al técnico. El 4-4-1-1 que con tanto esmero había preparado durante la semana duró apenas 45 minutos, en los cuales Independiente fue un equipo largo y sin presión en el medio para quebrar el fútbol que generaban por los costados Buonanotte y Mauro Díaz, y sin capacidad para elaborar fútbol y llegadas. El 0-2 que recogió, forzó nuevos cambios. De regreso para el segundo tiempo, Gallego sacó a Churín y a Machín, y los puso a Leonel Núñez y a Godoy.
La variante final vino inmediatamente después del penal que Vega le detuvo a Montenegro. Ingresó Federico Higuaín por Pusineri y quedó armado un esquema con un enganche (Montenegro) y dos delanteros (Núñez e Higuaín), que tampoco generó gran cosa. Fue ahí cuando Gallego estalló y lo mandó a su ayudante a gritar en el vacío.
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