Lunes, 20 de diciembre de 2010 | Hoy
FúTBOL
-Protagonizó su peor campaña en torneos cortos
-El mentado proyecto técnico duró siete fechas
-La Sudamericana provocó la sonrisa en el cierre
Por Ariel Greco
4º en el Clausura 2010 (34 puntos)
20º en el Apertura 2010 (14 puntos)
12 triunfos, 12 empates, 13 derrotas
Resulta muy difícil otorgarle una calificación al año deportivo e institucional de Independiente. ¿Qué pesa más? ¿La destrucción de un proyecto que apenas duró siete fechas para ir a buscar a un entrenador que había sido despedido dos meses antes? ¿La obtención de un título continental después de quince años? ¿O la segunda peor campaña en torneos cortos que, a falta de un partido, lo muestra al club en el último puesto del Apertura? Así de paradójico resultó el 2010 para la entidad de Avellaneda, aunque nadie les podrá quitar la alegría a sus hinchas por el logro de la Copa Sudamericana, que además le entregó el pasaje para la próxima Copa Libertadores.
El primer semestre mostró al equipo de Américo Gallego como uno de los principales animadores del Clausura. Incluso, pese a no exhibir casi nunca un rendimiento convincente, cuando promediaba el certamen llegó a ser cómodo líder, con el arquero Adrián Gabbarini como figura estelar. Sin embargo, a partir de la fecha 12, los resultados ya no acompañaron e Independiente fue perdiendo terreno a manos de Argentinos y Estudiantes. Tras la derrota 3-2 como local ante Boca en la jornada 17, el ciclo de Gallego comenzó a agotarse. Su frase poco feliz (“necesito jugadores de jerarquía”) aquella noche colmó la paciencia de los dirigentes y del entonces manager, César Luis Menotti. Para colmo, la increíble caída en la fecha siguiente ante Argentinos, cuando ganaba 3-2 a los noventa minutos y que disipó las mínimas chances de título que le quedaban, terminó de condenar el proceso del entrenador.
Pese a la buena campaña, Menotti y el presidente del club, Julio Comparada, resolvieron no renovarle el vínculo a Gallego. La versión oficial indicó que el cambio obedeció a la intención de iniciar un nuevo proyecto, con un entrenador joven, identificado con el club, que promoviera jugadores de la divisiones inferiores. El espejo apuntado era el de Pep Guardiola en el Barcelona... Para semejante desafío, el elegido fue Daniel Garnero, que reunía las condiciones requeridas, pero sobre todo, no exigía la llegada de grandes nombres y su sueldo era bastante más económico que el de Gallego.
El promocionado proyecto apenas duró siete fechas del Apertura y ni siquiera lo salvó el haber superado la primera fase de la Su- damericana ante Argentinos. La goleada 0-4 ante Banfield, que dejó al equipo último, sin victorias, resultó el detonante para la renuncia de Garnero y, casi en simultáneo, de Menotti. Así, el proyecto del Barcelona de Sudámerica se quedó sin su entrenador y sin su ideólogo dos meses después de haberse iniciado. Claro que esos acontecimientos no resultaron los más desprolijos de la gestión. Como si las fundamentadas razones que motivaron la salida de Gallego nunca hubiesen existido, Comparada fue a buscar al técnico del que había prescindido sesenta días antes. A manera de venganza, el Tolo insinuó a través de sus allegados que aceptaría el eventual ofrecimiento, pero cuando llegó la propuesta formal, su rotunda negativa dejó descolocado al presidente.
Sin posibilidades de repatriar a Gallego, la danza de nombres no tardó en aparecer, con Jorge Fossati como principal candidato. Sin embargo, como el ex arquero uruguayo no podía desligarse de su club en Arabia Saudita, tras el breve interinato de la dupla Ricardo Elbio Pavoni-Francisco Sa, la elección recayó en Antonio Mohamed, que de inmediato se hizo cargo del equipo, justo antes del clásico ante Racing.
Sin merecerlo, con un gol del juvenil Cristian Báez y con una fenomenal tarea del arquero Hilario Navarro, el Independiente de Mohamed superó su primer examen y logró cambiar el humor de los hinchas y de los jugadores. De la mano del ex técnico de Huracán y Colón, la prioridad pasó a ser la Copa Sudamericana, donde logró revertir la serie ante Defensor, en un polémico partido en que un hincha arrojó un pedazo de escombro del estadio que impactó en la cabeza del arquero uruguayo Martín Silva y le produjo un profundo corte, sin que el encuentro se suspendiera.
La siguiente víctima fue Tolima. Tras un gran empate 2-2 en Colombia, la definición se dio de nuevo como local, con un agónico 0-0 en el que prevalecieron los goles como visitante y en el que los colombianos se mostraron perjudicados por un tanto mal anulado a Yesid Martínez y por un penal de Navarro no cobrado por un inexistente offside previo. Luego, en semifinales, Independiente se sacó de encima a Liga de Quito. Otra vez, la labor como visitante resultó clave. Los dos tantos anotados en el 3-2 de Quito pesaron en la definición, que se dio otra vez con suspenso, con un 2-1 en Avellaneda. Para la final quedaba Goiás, un equipo ya descendido en el torneo brasileño, pero que se impuso 2-0 en el encuentro de ida. Como en la llave decisiva ya no corre la regla de los goles de visitante, el 3-1 en casa fue suficiente para mandar la serie a los penales. Allí la eficacia de los rojos fue notable, con sus cinco remates convertidos. De esa manera, Independiente pudo gritar de nuevo campeón en un torneo continental, luego de quince años de la última conquista, en la Supercopa 1995, ante el Flamengo en el Maracaná.
La atención focalizada en la Sudamericana dejó en segundo plano el torneo local, tanto en los jugadores utilizados como en la mirada de los hinchas. Por eso, la última jornada, con la derrota 1-0 ante Huracán, lo sorprendió en la última posición, con apenas 14 puntos, aunque el partido pendiente ante Tigre le puede remediar el disgusto de quedar en el fondo de la tabla. Sin embargo, no conseguirá evitar que el 2010 sea un año muy difícil de catalogar en la historia de Independiente.
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