FúTBOL › OPINIóN
› Por Pablo Vignone
Oscar Tabárez no se cansa de repetirlo en sus conferencias de prensa. Se llama “Institucionalización de los Procesos de las Selecciones y la Formación de sus Futbolistas”. A las jóvenes generaciones argentinas los deslumbra el mecanismo, cómo la seriedad produce resultados. Los más veteranos saben que esa forma de trabajo ya la experimentó la Argentina, y con mucho éxito. Tiene casi 40 años de historia, y le dio frutos, aun utilizada con filosofías futbolísticas diametralmente opuestas. Fue la propia dirigencia nacional la que se disparó un tiro en el pie. Y en el otro también, si se tiene en cuenta que con el fútbol juvenil también se produjo el mismo fenómeno de descapitalización y desguace.
Tabárez puso en marcha ese proceso en 2006. La originalidad de su proyecto fue aplicar en Uruguay, donde no se había ensayado, lo que ya estaba probado en otros países. En la Argentina, después de la final perdida en la Copa América de 2007, comenzó el proceso de canibalización que derivó en este ritmo anárquico e histérico.
Después de tres años de trabajo, la Selección del Maestro llegó a la última fecha de las Eliminatorias del Mundial 2010, en el Centenario ilustre, en incómoda posición. Perdió 1-0 con aquel gol de Mario Bolatti y quedó condenado al repechaje. ¿Queda alguna duda de que, en una condición simétricamente inversa, el entrenador de la Selección Argentina habría sido despedido de manera automática? Otra que veinte presidentes de clubes de Primera votando a mano alzada...
“No me olvido de lo que pasamos en las Eliminatorias, estuvimos en la cuerda floja”, recordó ayer Andrés Scotti, uno de los campeones de Tabárez. Uruguay apostó al proyecto a largo plazo. Entró al Mundial en el repechaje ante Costa Rica y produjo la campaña que lo transformó en el cuadro de América del Sur mejor colocado, una posición que refrenda ahora con la obtención de la Copa.
Después de Sudáfrica, Tabárez negoció una mejora de su salario. Más allá del resultado del Mundial, ante el volumen de producción futbolística potenciado por el proyecto, valía la pena el aumento, aunque las cuentas de la Asociación Uruguaya de Fútbol entraran en zona de riesgo. Así lo entendió Sebastián Bauzá, titular de la AUF. A diferencia de la Argentina, a Uruguay le resulta duro concretar jugosos amistosos. La obtención de la Copa América proveerá un esperado alivio económico, con justicia merecido por el tenor de la apuesta.
Lo de Uruguay no es novedad: ya se aplicó en la Argentina. Pero es tal el descalabro del fútbol argentino, cuando se despiden técnicos con dos meses de contrato, se votan campeonatos de 40 equipos o el análisis se limita a los resultados, que cuesta recordar que algo así, tan provechoso y aconsejable, haya sucedido.
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