Lunes, 23 de diciembre de 2013 | Hoy
FúTBOL
No estuvieron a la altura de sus propios pergaminos en los clubes más populares del fútbol argentino y rifaron buena parte de su prestigio en la Ribera y en Núñez. El 2014 viene con un ultimátum para ambos, a merced de la perversa lógica de los resultados como cualquier otro técnico. Qué están obligados a hacer para sostenerse.
Por Daniel Guiñazú
Sin la Copa Libertadores de por medio, sólo con la Copa Argentina como competencia alternativa, para Ramón Díaz no hay opción posible: si River no arranca peleando la punta del torneo Final en el primer semestre de 2014, no tendrá manera de sostenerse como director técnico. Pero echando una segunda mirada al cuadro de situación, ni siquiera el éxito deportivo podría asegurarle una cómoda estadía en su cargo al verborrágico entrenador millonario.
Ramón estará flanqueado, rodeado e intervenido por dos de los tres más grandes ídolos riverplatenses de los últimos 40 años: Enzo Francescoli será, desde el próximo viernes, el nuevo secretario técnico del club. Y Norberto Alonso es el asesor futbolístico estrella del nuevo presidente Rodolfo D’Onofrio. De Francescoli todavía no se conocen sus ideas respecto de lo que pretende para este momento de River. Sí se sabe que nunca comulgó con los modos ni con la personalidad de Ramón Díaz. Ni siquiera cuando lo dirigió entre 1996 y 1997, en su último y brillante ciclo como jugador de la banda roja.
Alonso irá más allá: ya anunció que viajará con el plantel a la pretemporada que dará comienzo el sábado 4 de enero y que desde el martes 7 se desarrollará en Tandil. Y que incluso se entrenará con los jugadores. Si a Ramón Díaz jamás le gustó que haya voces más fuertes que la suya en el vestuario, es muy sencillo darse cuenta de que, por más que no lo haya expresado públicamente, no le resultará grato que todas las decisiones que vaya tomando en el día a día de su trabajo sean supervisadas por hombres del peso de Francescoli y Alonso, quienes también como el DT conocen el sentimiento del hincha de River, y lo que se piensa y lo que se dice en los pasillos circulares del estadio Monumental.
La convivencia entre estos egos fuertes con paladar negro riverplatense será, entonces, el riesgo más grande que deberá atravesar River en esta nueva etapa. Como siempre, todo dependerá de los saltos caprichosos de la pelota. Si el equipo arranca bien pisado en el verano y en las primeras fechas del torneo Inicial, las bocas se cerrarán y habrá mayor margen para trabajar con tranquilidad. Si, por el contrario, en los partidos de pretemporada y en los tres Superclásicos previstos ante Boca, se transmite la misma inexpresividad y la misma falta de línea de juego que caracterizaron el paso decepcionante por el torneo Inicial, es de imaginar que Francescoli y Alonso no se quedarán callados: dirán lo suyo, Ramón les saldrá al paso y todo volará por el aire con un final previsible.
Además, hay otro dato a tener en cuenta: la espalda del riojano aguanta menos que antes. La flojísima campaña y el escaso rendimiento de los refuerzos por los que él tanto insistió (Jonathan Fabbro y Teo Gutiérrez en primer lugar) le han restado consenso entre los hinchas y entre los nuevos dirigentes, que resolvieron priorizar su continuidad en reconocimiento a su historia ganadora en River. Pero que no parecen dispuestos a sostenerlo si las malas actuaciones y los malos resultados se siguieran sucediendo. Ramón lo sabe. Por eso aceptó sin chistar una quita sustancial en el monto del polémico contrato por dos años que le había firmado el anterior presidente Daniel Passarella. Y dejó sin efecto su lista de prescindibles. Leonardo Ponzio, Cristian Ledesma, Jonathan Fabbro, Jonathan Bottinelli y Rodrigo Mora, marcados por el riojano para dejar el club, deberán ser tenidos en cuenta al comienzo de la pretemporada por expresa indicación del actual presidente D’Onofrio.
Tampoco podrá esperarse gran cosa de los dos refuerzos que van a venir. Uno está cantado: Fernando Cavenaghi arreglará esta semana su contrato y comenzará su tercer ciclo como delantero de River, luego de haber pasado por tres equipos (River, Villarreal y Pachuca) en el escaso lapso de 18 meses. El otro dependerá de lo que pueda conseguirse en el mercado. “Económicamente estamos en coma ocho”, dijo la semana pasada D’Onofrio para reflejar el rojo profundo en el que encontró la economía del club, con un pasivo declarado oficialmente de 383.894.564 de pesos, un déficit operativo anual de 60.520.530 de pesos y cheques por más de 310 millones a cubrir en los próximos 90 días.
Por eso volverá a echarse mano de los “grupos empresarios” para tratar de comprarle al Internacional de Porto Alegre un porcentaje del pase de Ignacio Scocco. O se apostará a negociar a alguno de los contados jugadores vendibles del plantel para hacerse de fondos frescos. Jonatan Maidana tiene todo arreglado para irse al Puebla de México. Pero poco de ese 1.850.000 dólares en que se concretaría la operación entrará a la raleada tesorería riverplatense: se dedicará a saldarle al defensor la deuda por la prima impaga. Y el Rubin Kazan de Rusia pondría cinco millones y medio de euros para llevarse a Manuel Lanzini, quien esta vez sí aceptaría dejar el club.
Sólo si se concretaran estas operaciones, River podría salir a buscar “un refuerzo de jerarquía” que le cambie la cara a un equipo entristecido. Si no, el castigado hincha tendrá que conformarse con más de lo mismo: jugadores que en su mayoría no dieron la talla en el torneo Inicial y que por eso están cuestionados, y un técnico con menos poder que antes. Y que, además, estará rigurosamente vigilado por dos ídolos que lo tienen apuntado. Lo que se dice un escenario explosivo, puesto que si no se empiezan a dar pronto los resultados, sí o sí estallará mucho antes de lo pensado.
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