Lunes, 23 de diciembre de 2013 | Hoy
AUTOMOVILISMO Y MOTORES › JUAN MARíA TRAVERSO Y MATíAS ROSSI, DOS GENERACIONES EXITOSAS DE LOS FIERROS
El Flaco dominó la escena durante décadas y se retiró en 2005 cuando el Misil comenzaba a pisar fuerte en las pistas, antes de transformarse en el mejor piloto de la Argentina. Los dos siempre dijeron lo que pensaban, y Líbero los reunió para una charla en la que no se guardaron nada.
Por Pablo Vignone
Matías Rossi: –Yo me peleaba con mi viejo y le decía que era un amargo porque era hincha de Tito (Bessone) y Prost; y yo, hincha tuyo y de Senna.
Juan María Traverso: –Vos sos frontal como yo, dentro de la imagen que tenés también bolaceás, pero se nota que en el fondo te cagás de risa y disfrutar de correr.
M. R.: –Cuando era chico y empecé a correr, quería algún día correr contra vos y ganarte. En el TC debuté con una Chevy que había sido tuya y que después corrió Gabriel Raies. ¿Te acordás el día en que te chocó Ponce de León en Río Cuarto?
J. M. T.: –¿Cómo hago para olvidarme?
M. R.: –Ese día ustedes eran primero y segundo. Yo venía tercero y terminé ganando...
J. M. T.: –Más allá de tu capacidad para manejar, que no voy a descubrirla, para mí lo más importante que tenés es tu conducta y la manera en que honrás ser un campeón.
M. R.: –Creo que cada uno tiene su forma de ser. Si bien no nos vemos seguido, tenemos una linda relación; me acuerdo de que mi viejo me llevaba al autódromo cuando era chico y lo único que miraba y esperaba era ver pasar tu auto. Vos para mí sos un grosso.
J. M. T.: –En el automovilismo, como en la vida, hice lo que quise. Vos ya sos un Traverso del siglo XXI, no sólo por los resultados deportivos, los campeonatos que lograste, sino por tu peso específico dentro del automovilismo, y porque a esta altura no tenés que demostrar más nada.
M. R.: –Nos conocimos cuando fui campeón de Fórmula Súper Renault en 2002. Mi vieja organizó la fiesta y te invitó sin decirme nada, y vos no tuviste problemas en ir, ese gesto no lo olvidé nunca, vos eras Traverso y yo un pibe de 18 años que recién empezaba.
J. M. T.: –De todas maneras, ya lo dije un millón de veces, soy enemigo de comparar épocas, es un error, lo único que se genera son polémicas de la gran siete, no se llega a nada, no sirve. Cada uno es dueño de su época. Y nada más.
M. R.: –Yo no vivo de lo que ya gané; desde ya que lo valoro, porque es el esfuerzo que implicó y por eso le doy mucho valor a los cuatro campeonatos de TC 2000 y STC 2000, por ejemplo; pero hay que seguir adelante.
J. M. T.: –Estamos hablando de personalidades y ahí termina, si vos querés comparar resultados, no va; es como si uno me dijera: “Te igualó Ortelli con los campeonatos en el TC”. Y qué carajo me importa, yo tengo los seis míos y él tiene los seis suyos, y no tienen nada que ver.
M. R.: –Flaco, vos sos un gran referente del automovilismo argentino y lo digo sin tener en cuenta tampoco los resultados.
J. M. T.: –Por ejemplo, Diego Aventín dijo que un título de TC vale como 18 del Súper TC 2000; ahora tiene que ganar esos 18, que para él debe ser una boludez, esperemos que los gane...
M. R.: –Hay un claro enfrentamiento entre Aventín y yo justamente por mi forma de ser, de decir las cosas que pienso, equivocado o no, y eso no gusta. Lo que dijo fue para mí, que soy el campeón del Súper TC 2000, está claro, pero a mí me entra por un oído y me sale por el otro, y le doy a ese comentario el valor que tiene que tener, que para mí es nada. Como no tenemos relación, él dice eso; pero está quedando mal porque ningún campeonato se gana fácilmente. Vos lo sabés, Juan, no hay un título que tenga más valor que otro, todos tienen valor.
J. M. T.: –Vos sos prácticamente el único que queda con esa forma de ser, el resto está todo como en una meseta; en mi época estaba el Loco Di Palma, el incoherente del Toto Etchegaray, que sigue siéndolo... Había un grupo bastante parejo de gente con carácter.
M. R.: –A mí me critican porque opino y digo lo que pienso. No me parece nada loco dar una opinión sobre algo que a uno le parece que está mal. Cuando hablamos de nuevo del TC, de la ACTC y del reglamento, no veo nada de malo en decir que no podemos correr con un reglamento que se cambia durante el año: no se puede correr, como pasó, 12 carreras con 5 reglamentos diferentes. Me parece una barbaridad; ahora, a todos nos parece una barbaridad, todos lo pensamos, y por ahí el único que lo digo soy yo. No entiendo que se me critique cuando yo estoy construyendo.
J. M. T.: –Matías, vos tenés algo que no todos tienen hoy, le das valor a su carrera deportiva, son responsable de todo lo que te pasa y tenés muy en cuenta tu imagen, sos un campeón como debe ser, algo de lo que pocos se dan cuenta, un campeón tiene una responsabilidad de la puta madre, es un ejemplo para el resto.
M. R.: –Me critican desde adentro y se quiere hacer ver que hay un enfrentamiento pero, ¿cuál es el enfrentamiento? Decir: “Muchachos, seamos serios, corramos todo un año con un solo reglamento”. ¿Eso está mal? Para mí está bien. De hecho hay un cambio para el año que viene y es un reglamento como corresponde para una categoría seria como tiene que ser el TC.
J. M. T.: –Es una locura que no haya un solo reglamento, ninguna categoría en el mundo cambia el reglamento a mitad de campeonato, salvo por razones de seguridad. Ahora lo escuché decir a (el nuevo presidente de la ACTC) Hugo Mazzacane que el reglamento será único; es lo lógico, es lo que vengo diciendo.
M. R.: –Ser crítico del TC no quiere decir que esté incómodo. Quiero y voy a seguir corriendo en TC, y ya se me va a dar el campeonato. No me inquieta no haber podido ganar el título, aunque hayan pasado varios años. Mis ganas de consagrarme están intactas.
J. M. T.: –Yo me banqué que me ganaran muchos, ¿cómo no me hubiera bancado que me ganaras vos, Matías? Fijate, yo corrí cerca de 800 carreras, de las cuales gané unas 150. ¿El resto? El resto no las gané.
M. R.: –¿Te daba lo mismo que te ganara cualquiera, Juan?
J. M. T.: –Vos no conocés esta historia, Matías: había un petiso de Monte que corría con una cupé Dodge del Gordo Octavio Suárez, Roque Giuliano se llamaba. Medía, no sé, un metro diez, no llegaba a los pedales, no podía manejar, pero ganó el Gran Premio de la Provincia de Buenos Aires a más de 200 km/h de promedio porque lo que tenía el petiso eran unos huevos gigantescos, viejo, porque andar con esa porquería de auto a la velocidad que se andaba... ¿cómo no los ibas a respetar?
M. R.: –Eso se dice mucho ahora: que los pilotos de antes tenían más huevos que los de ahora, pero no coincido para nada. Todos tenemos coraje para correr.
J. M. T.: –Los pilotos tienen los mismos huevos de siempre, lo que pasa es que el sistema del automovilismo actual impide que el que está en la tribuna pueda ver la categoría del piloto, los reglamentos actuales no permiten distinguir cuáles son sus cualidades. Hoy dependés demasiado del auto. El piloto fue perdiendo cada vez más su lugar.
M. R.: –Huevos tenemos todos. Guido Falaschi se mató hace dos años y cualquier otro se puede matar, siempre hay riesgo de perder la vida, y seguimos haciéndolo. Eso sí: reconozco que le tengo un cagazo grande al fuego, que el auto se prenda fuego y no poder salir.
J. M. T.: –En algún momento el piloto va a volver a ocupar el lugar que corresponde, si no, el automovilismo seguirá teniendo 4 o 5 puntos de rating y menos público. Bah, como ahora, y continuará en caída libre.
M. R.: –Es que no hay que mezclar el coraje con el reclamo de mayor seguridad. Ojalá el automovilismo sea cada vez más seguro y no se mate nadie nunca más. Sí coincido en que el sistema actual del automovilismo no permite que se ganen tantas carreras. Este año, Aventín ganó tres carreras en TC, pero es muy improbable que alguien gane 5 o 6 carreras en un solo torneo como ganabas vos, Flaco, o Di Palma yendo más atrás en la historia, eso va en contra de que surjan más pilotos con posibilidades de destacarse.
J. M. T.: –¿Te hubiera gustado correr en la ruta, cómo hacíamos en esa época?
M. R.: –Mmmm, no, no me gusta la ruta. Nunca corrí, pero no me llama la atención. A mí me gusta la competencia en pistas y mano a mano contra otro rival, poder pasarlo, tener la referencia del otro auto. Quizás una cosa puntual, un tramo de velocidad, como hicimos en Potrero de los Funes con la trepada de montaña, pero hasta ahí.
J. M. T.: –Yo viví ambas etapas. Cada una tenía lo suyo. En la ruta corrías contra el camino, así como en el golf no jugás contra los rivales sino contra la cancha. Ahora, más allá de que a vos te guste más la pista, lo que provocó esa trepada en San Luis fue que puso al piloto en el lugar en el que tiene que estar. Estaba tu jefe, Darío Ramonda, y yo le pregunté qué le parecía. “Bárbaro”, me respondió. Y yo le dije: “Guarda, que acá ya no sos tan jefe... Porque se va a bajar del auto este pendejo y en lugar de decirte ‘cómo le va, jefe’, te va a decir ‘qué hacés, che’”. Se cagó de la risa, entendió.
M. R.: –Son épocas distintas, pero me gustaría emularte, poder lograr lo que vos, que te cansaste de ganar. A mí me gustaría ganar todo.
J. M. T.: –A mí me cuesta un huevo hablar del tema sin que los medios modifiquen un cachito lo que digo, y de ser un defensor del piloto paso a ser el atacante de los pilotos. Me hacen notas, después las editan y quedo como el culo.
M. R.: –Entiendo lo que decís, veo el juego de la prensa, no es que somos unos pelotudos y no manejamos.
J. M. T.: –Cuando yo digo que los autos de carrera hoy son fáciles de manejar, digo que a la vista del público parecen fáciles. El único que va rompiéndose el traste para manejarlo es el piloto y el que lo sabe es él, ni siquiera el equipo, que no tiene manera de calibrar ese esfuerzo.
M. R.: –Coincido en que de abajo parece más fácil de lo que realmente es.
J. M. T.: –Si los periodistas editan esta nota, yo aparezco diciendo que manejar hoy un auto de carrera es una pelotudez, entonces, ¿qué les dicen los dirigentes a los pilotos? “Vieron lo que dijo éste –por mí–, que dice que los ayuda... Dice que son todos unos boludos...”
M. R.: –Ja, ja. En serio, no me parece tan sencillo, unos lo hacen mejor que otros, pero no sé qué percibe la gente.
J. M. T.: –En ese episodio en San Luis se unieron el automovilismo de antes y el de ahora. Había gente que lloraba, yo vi un tipo al que se le caían las lágrimas, le dieron más bola a eso que a la carrera, fue la emoción de algo nuevo. Mirá que este año me vi todas las carreras y habré visto cuatro más o menos buenas, y nada más...
M. R.: –Coincido, aunque no es ni un extremo ni el otro, ¿no?
J. M. T.: –Encima tengo buena memoria y cuando veo alguna maniobra me doy cuenta automáticamente de lo que pasa, al punto de que cambio de canal y no miro más.
M. R.: –¿De qué te das cuenta?
J. M. T.: –Veo una carrera, de golpe salen de una curva y, ¡pum!, te pasan como parado; y deduzco que para hacer eso hay que tener 5 caballos más, con lo cual está perreado, con lo cual me voy a la mierda y cambio de canal; si yo lo veo, el que va atrás también lo ve, y la gente también sabe que la subestimaron, que no la tienen en cuenta.
M. R.: –En las dos últimas carreras de TC en Buenos Aires no hubo gente.
J. M. T.: –La gente no es boluda. Cuando tiene ganas de ir, va.
M. R.: –Bueno, es que la gente está viendo que algo pasa; había muchas suspicacias, lo reflejó parte del periodismo, pero por algo lo reflejó, si pasa eso por algo es.
J. M. T.: –Es lo que te digo. Había mucha sensación de que estaba todo decidido, aunque no es así, las carreras hay que correrlas hasta el final.
M. R.: –Para mí no podés ser juez y parte. Diego (Aventín) es el hijo del presidente de la ACTC y él no colabora con parar la pelota. Siendo dirigente seguís alimentando todo eso. Lamentablemente hay algo que Diego no podrá cambiar y es el hecho de que el padre haya sido presidente de la ACTC durante tantos años. Para mí es un gran piloto, aunque no de elite como López y Canapino, y considero que su consagración es merecida, nadie le regaló nada, anduvo rápido todo el año, aunque tiene la contra de que llevará siempre el apellido. En su lugar, yo intentaría construir otra cosa: no podés ser vicepresidente y a la vez piloto, lo mismo que otros que todavía corren y ya son vocales, como Ortelli o el Gurí Martínez. Ojo que yo al Gurí lo admiro por cómo sigue corriendo a los 47 años.
J. M. T.: –Sí, el otro día en el autódromo le puso la frutilla al postre con el chico Di Palma. Siempre contento y es un hijo de p...
M. R.: –Yo no pienso que haya habido algo raro en la definición del campeonato. No gané el campeonato por responsabilidad nuestra, del equipo. Era necesario hacer mejor las cosas. Distinto fue en 2012, cuando teníamos todo para ganarlo y nos cambiaron el reglamento.
J. M. T.: –Pero ahora que hablaste de Ortelli, quiero decirte que valoro tu conducta, y lo digo porque la maniobra de Guillermo en contra tuyo en San Luis fue chotísima. Fue mala leche total. Para un tipo que en su vida jamás hizo estas cosas, que no se manda esas cagadas, es inadmisible. Lo atribuyo a una gran presión.
M. R.: –Fue muy raro, muy feo. Le dejé pista por afuera y me pegó dos veces, me pegó primero en la horquilla, antes de sacarme de carrera. Cuando vengo transitando fuera del radio de giro ideal, es lógico que tenga que doblar más lento.
J. M.T .: –¡No hay ninguna duda de que Ortelli te tiró a la mierda! Hermano, si yo vengo adelante y no te gusta la velocidad a la que vengo, bueno, pasame... ¡pero no me choques! El que va delante es el que manda, si querés doblar despacio, doblá; si no querés doblar despacio, pasá por afuera, esta regla no está escrita, pero es así.
M. R.: –Distinto a, por ejemplo, Norberto Fontana, que siempre da y siempre recibe, pero calladito, sin abrir la boca.
J. M. T.: –Claro, un tipo firme, seguro de sí mismo. El inseguro es el que habla al pedo, hace quilombo. Fontana no tiene nada que demostrar, perdió el puesto con vos en esa maniobra en el Autódromo, listo, no pasa nada. En cambio, Guillermo es un tipo inseguro que no logra disfrutar nada de lo que hizo y, encima, lo arruina. ¿Qué necesidad tenía de hacer esa maniobra? ¡Seis campeonatos tiene! Guillermo ya está viejo... Me fui yo, el viejo ahora es él.
M. R.: –Y después a la carrera siguiente perdió el triunfo en la última vuelta porque Aventín lo pasó por afuera.
J. M. T.: –Nunca perdí una carrera en la última vuelta, salvo por problemas mecánicos. La última vuelta es la de mayor concentración de toda la carrera, y más si te traen cagando... Mirá, Matías: todo el mundo habla todavía de esa carrera en San Juan que yo le gané al Pato Silva en la última vuelta, y la realidad es que yo lo pasé en esa última vuelta porque él dio por terminada la lucha una vuelta antes, pensó ‘hasta acá no me pasaste, jodete’, y salió a saludar por la ventanilla. Si no se pone a saludar, olvidate, ganaba él, aunque yo tenía el auto más entero.
M. R.: –¡Esa carrera pasó a la historia!
J. M. T.: –Esa maniobra la podemos discutir cuantas veces sea necesario; pero si me salía mal, nos íbamos los dos afuera; no fue de mala leche contra el Pato.
M. R.: –Guillermo tuvo diferentes actitudes. Con Aventín también era la última vuelta, como conmigo en San Luis, pero se la “comió”.
J. M. T.: –¿Cómo Ortelli va a dejar que se piense todo eso de él? Nadie dice “qué mala suerte”, todos piensan “lo dejó pasar, lo dejó ganar”.
M. R.: –Cuidado, que no a todos les da igual.
J. M. T.: –En nuestra época, yo, Toto (Etchegaray), Gustavo Der (Ohanessian), Cocho (López), te tirábamos a la mierda, pero no llamábamos la atención. Te juro que si era yo en lugar de Ortelli el que tocaba, terminabas vos pidiéndome disculpas a mí...
M. R.: –¿Hubiéramos sido buenos compañeros de equipo?
J. M. T.: –Habríamos terminado con la categoría en la que corriésemos, je, je. Ojo, que yo no era un santo, pero vos sos mucho más jodido que yo... ¿eh?
M. R.: –Mirá que nunca nadie me echó en cara que fuéramos amigos...
J. M. T.: –Yo no inventé nada, me copié de una manga de viejos que ya estaban cuando llegué yo, Copello, Gradassi, Gastón (Perkins), Nasif (Estéfano), Bordeu, Cupeiro, el Loco Di Palma... sabían todo, la tenían reclara. Y de mí aprendieron otros.
M. R.: –Yo soy como vos, Flaco, no me guardo nada, lo comparto con mis compañeros de equipo, lo demostré mucho años en Toyota.
J. M. T.: –No sé cuál es la mejor categoría del automovilismo argentino, es difícil decirlo, cada una tiene lo suyo, pero a mí me parece que las mejores carreras de este año las hizo el Top Race, que son los mejores autos para manejar. El público de automovilismo quiere ver mejores espectáculos y quiere ver más en acción al piloto.
M. R.: –Top Race es la categoría con mayor paridad y se han visto muy buenas carreras este año. El auto que más me gusta manejar es el Toyota de Súper TC 2000, por el motor, por la velocidad en curva, la tenida. El TC también, aunque es distinto. Del TC me gusta mucho el ambiente.
J. M. T.: –Eso hay que agradecérselo a Oscar Aventín. Pongo en la balanza todo lo bueno y todo lo malo que pudo haber hecho, pero no hay que olvidar que en 1992, 1993, el TC agonizaba, y él hizo mucho para sacarlo adelante. A un TC prácticamente muerto lo llevó a lo que es hoy.
M. R.: –Estoy completamente de acuerdo con vos, Flaco. Más allá de las diferencias que hayamos tenido, como tantas veces dije, pensando que lo hago por el bien de la categoría, Aventín llevó muy arriba al TC, si no, fíjense: no todos los pilotos querrían ir a correr a la categoría como pasa hoy.
J. M. T.: –Que el TC esté despelotado ahora, enquilombado, también lo hizo Oscar. No sé por qué le metieron mano como hicieron, ya es un lío equiparar motores en autos aerodinámicamente distintos, pero metieron la pata y eso fue responsabilidad de Oscar, aunque, insisto, hizo muchas más cosas buenas que malas.
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