Lunes, 13 de enero de 2014 | Hoy
FúTBOL › OPINIóN
Por Claudio O. Giardino *
Luego de muchos años en que la transmisión de los partidos de fútbol era un privilegio para los que podían acceder a un sistema de cable y, en algunos casos, sólo para aquellos que podían hacer frente al costo de un sistema codificado de transmisión, en 2009 se firmó un nuevo contrato entre el Estado y la Asociación del Fútbol Argentino para la transmisión en forma gratuita para todos los habitantes de nuestro país de todos los partidos de fútbol de Primera y de la B Nacional, lo que fue un hecho trascendente en lo que hace a la igualdad de derechos. Esta medida posteriormente se extendió al resto de los deportes, tanto profesionales como amateurs, en los que participara algún argentino.
Era el momento para fiscalizar y controlar el destino de los fondos que percibían no sólo los clubes sino la misma AFA. Propusimos que, al ser fondos públicos, se estableciera un mecanismo de control que pudiera estar a cargo de las universidades nacionales y/o provinciales, en lo referente a control de presupuestos y balances de cada club, como asimismo una auditoría permanente de la Asociación del Fútbol Argentino a cargo de la prestigiosa Universidad de Buenos Aires.
La idea era terminar de una vez por todas con una situación recurrente: la de los clubes pobres “auxiliados” por una AFA rica, que hacía la vista gorda ante la malversación de fondos que se produjo en muchas instituciones, en muchos casos por malicia, pero en la mayoría por impericia de sus dirigentes. Así como una Superintendencia de Seguros controla a entidades privadas, lo mismo que la Superintendencia de Servicios de Salud e incluso el Banco Central, se tornaba imprescindible un organismo estatal que controlara el uso de los fondos públicos que se destinaran a la televisación gratuita de los deportes.
Ninguna de estas medidas de control se tomó. Muchos clubes están hoy en una situación similar o peor que antes de la redistribución más equitativa de los derechos de televisación que se estableció a partir del programa Fútbol para Todos. Por esta razón, algunos iluminados comienzan a sugerir la posibilidad de establecer, nuevamente, aranceles para que los ciudadanos puedan recibir la transmisión de los partidos de fútbol en su casa. Basta con leer las declaraciones en ese sentido que formuló Julio Humberto Grondona, quien preside desde hace más de 30 años la AFA, sin que hubiera aplicado control alguno en todo ese tiempo.
O sea, la plata no les alcanza; por lo tanto, para recibir más dinero, no dudan en cercenar derechos de los habitantes de la República Argentina. Pero de controles ni hablan; y menos aún de que ellos mismos sean los controlados.
Esa película ya la vimos (y la sufrimos), por lo que no podemos permitir que se repita el error. El fútbol argentino necesita estar al alcance de todos y, por sobre todas las cosas, sus dirigentes deben dejar de estar bajo sospecha, para lo cual nada mejor que ser controlados. Nadie puede sentirse ofendido si se hacen bien las cosas.
Nunca más cierta esa frase que dice “los hombres son buenos, pero si se los controla son mejores”. Al que le quepa el sayo, que se lo ponga.
* Miembro de la Asociación Todos por Deporte.
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