Lunes, 1 de febrero de 2016 | Hoy
FúTBOL › EN CONTRASTE, LAS EXCURSIONES POR MAR DEL PLATA Y MENDOZA RENOVARON LOS AIRES EN RIVER
Más allá de los malos resultados, la preocupación para Rodolfo Arruabarrena es que su equipo no jugó a nada, mientras que los dirigidos por Marcelo Gallardo dejaron la impresión de que no se van a derrumbar por las salidas de Kranevitter y Sánchez.
Por Juan José Panno
En el medio del segundo Superclásico de verano las cámaras de la televisión mostraron a un hincha que sostenía una bandera con esta inscripción: “¡Cómo te extraño, Román!”. Si se lo toma literalmente se puede llegar a interpretar que Riquelme podría –todavía hoy– arreglar este híbrido que es hoy este Boca de verano. Claro que no. Riquelme no podría ordenar esto, como tampoco pudo, en el último tramo de su carrera, darle el rumbo deseado al equipo. Lo que se extraña, en realidad, es la idea, la sensación de que se está jugando a algo que sí se daba muchas veces con él. Román representa una forma de juego que se sostiene con toque, paciencia, elaboración de jugadas de distracción, neuronas atentas y ocupación de los espacios para darle opciones de pase al que lleva la pelota. En ese fútbol que se propone la posesión como bandera no valen los pelotazos, las resoluciones pretendidamente heroicas, la violencia para contener al rival, la falta de convicción y de criterio. Y mucho de eso que Riquelme no quería para su equipo es lo que llevó de paseo Boca por Mar del Plata y Mendoza, con un saldo espantoso: cuatro jugados, cuatro perdidos, dos goles a favor y ocho en contra. Números que se suavizan un poco si se agrega la victoria ante el Emelec, en San Juan. Pero lo peor no son los resultados; es que no jugó a nada.
Las cámaras también mostraron en el final del partido a los hinchas de River cantando “Muñeeeeeeco, Muñeeeeeeeco”, como homenaje a Gallardo, felices por las dos victorias ante el tradicional adversario y los aislados pasajes de buen juego mostrado en el partido en el que le ganaron a San Lorenzo y aun en el que perdieron con Independiente. El verano le dejó a River la idea de que el entrenador es capaz de reciclarse y reinventarse con lo que quedó y que después de los tropiezos eslabonados en la última parte del año anterior todavía hay margen para el optimismo. River tiene menos plantel que Boca, pero hasta acá, al menos, dejó la impresión de que se puede arreglar mejor y que no se va a derrumbar por las salidas de Kranevitter y Sánchez. En sus cuatro partidos de verano ganó 3 y perdió 1, hizo siete goles y le metieron cinco. Nada mal.
Con el extremismo con el que se analiza cada aspecto circunstancial en el fútbol argentino no faltan los que consideran a River como el Supercampeón del verano, al tiempo que mandan a Boca a la Primera B de la estación; los que elevan a Gallardo a la categoría de notable estratega por la flexibilidad con la que arma sus dibujos tácticos y (vaya paradoja) los que dicen que Arruabarrena no tiene idea de nada, precisamente por la flexibilidad con la que arma sus dibujos tácticos. Y aparecen los que piden cabezas y los que sobredimensionan el valor de los nuevos. Ni tanto ni tan poquito, después de todo.
En el balance, River tiene que anotar que resultó positiva la incorporación de Nacho Fernández (lagunero, pero inteligente, de buena pegada) y con la alternativa de Driussi, que se mostró más maduro y muy certero. También que Domingo parece adaptarse con facilidad y que Ponzio le rindió en cualquier posición, pero en el balance también hay que dejar constancia de que el equipo mostró grietas defensivas, que no supo capitalizar el hecho de jugar con ventaja numérica en el primer clásico y que se vio perdido en el rato en el que Boca hizo circular la pelota en el segundo enfrentamiento.
Boca apenas si puede rescatar justamente ese ratito del primer tiempo del sábado, cuando Lodeiro movía los hilos y al menos lograba llegar con alguna idea asociada hasta la línea de fondo rival, y se puede sumar que el colombiano Fabra no anduvo mal en su debut. Pero nada más. Tevez no tuvo buen acompañamiento pero tampoco capacidad de resolución, como en una jugada en la que arrancó medio metro delante de Ponzio y terminó devorado por el defensor o en esa otra en la que quedó de frente ante un pase de Chávez y pateó muy mal.
De cualquier manera hay que esperar los partidos en serio, por los porotos, para profundizar el análisis. Enero dejó una base de desconfianza y pesimismo en todo Boca que podrá empezar a revertirse más adelante. Pero si sigue jugando así el primer fusible que saltará será el del entrenador
Como contrapartida River vuelve a Buenos Aires con mucho optimismo. Habrá que ver si a la hora de la verdad la vida le ríe y canta, como dice el tango o si se trata de pobres triunfos pasajeros, como dice el mismo tango.
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