CONTRATAPA
Levanta los sueños en pala
Gabriel Humberto Calderón fue campeón mundial juvenil en Japón 1979 y jugó los mundiales de 1982 y 1989. Ahora es el DT de la Selección de Arabia Saudita, a la que ya clasificó para la Copa del Mundo de 2006.
› Por Guillermo Blanco
Desde Munich, Alemania
El “tú” es un sello con el cual España lo fue envolviendo hasta quedarse con buena parte de él. Aunque este Gabriel Humberto Calderón que asiste como disertante al congreso “Visiones del fútbol” organizado por la FIFA, la UEFA y el gobierno bávaro en Munich, exterioriza su fibra argentina con esa mezcla de nostalgia y sinsabor que suele abarcar a aquellos que hacen algo y no se sienten valorados en su tierra natal. Si San Martín terminó sus días en Boulogne Sur Mer y Borges quiso ser enterrado en Suiza, qué les queda a aquellos que han trascendido a través de una pelota cinco.
Entre ellos está él, hoy en la cúspide de su breve carrera de técnico, flamante clasificado con Arabia Saudita para el Mundial 2006. Su mayor atención en este instante es centrar el objetivo y accionar el botón justo de la camarita digital para que dentro de un par de días su hijo pueda mostrarles a sus amigos españoles cómo es el inmenso estadio recién inaugurado, en el que se jugará buena parte de la Copa del Mundo.
“Estoy aquí pero ya estoy organizando por teléfono el viaje de mi gente para Ryad. Acabo de hablar con Eduardo Anzarda y con el nuevo preparador físico, Ernesto Paciulo, que ya están viajando hacia allá. Yo me voy y mi hijo se queda en España, donde comenzará a estudiar Educación Física”, afirma Gabriel que en el fondo tiene mucho de aquel campeón del mundo juvenil ’79 con Diego, Ramón y compañía, y el que llegó a Racing con 17 años recién cumplidos (es del 7 de febrero de 1960) para la sexta, pero al mes ya estaba en la tercera y a los seis Basile lo llevó a la primera.
“En el ’79 integré el juvenil campeón mundial, con Diego, Ramón Díaz y un grupo impresionante. Y tuve al técnico que más me marcó en la vida, a una edad clave: el Flaco Menotti. Después llegó el Mundial ’82 y me compró el Betis”, resume con una ansiedad propia de quien sabe que esto se leerá en su Argentina, adonde piensa volver en diciembre, acaso con el mismo bajo perfil de siempre, para tomar la pala ancha, y ponerse a trabajar en las calles de tierra de Mariano Acosta donde tiene su escuela de formación integral de fútbol junto a uno de sus nueve hermanos, Gustavo.
“Allí siento que hago algo por mi gente, ayudar a pibes de la calle. Es un proyecto que crecerá más rápido si encuentro algún club europeo que me patrocine. Hasta ahora estoy poniendo todo yo, tenemos albergue y para darles de comer a 30 chicos de 14 años. Nadie tiene la seguridad de llegar a ser un jugador profesional ni mucho menos, pero yo les aseguro que vayan a la escuela, una formación deportiva digna. ¿Por qué lo hago? Las bases y las raíces no se pierden. Luego de tantas vueltas, si hago algo es en mi país.”
Reitera el sello menottiano en su vida. “César me agarró de chico, es fundamental cómo enseña, cómo transmite y cómo uno recibe todo a esa edad”, opina con firmeza y deja constancia de lo que fue aquel equipo de pibes que está metido en la historia grande del fútbol argentino. “El equipo del Mundial ’82 tenía un potencial enorme, y aún hoy me pregunto por qué no llegamos a más.”
Tanto por hablar en tan poco tiempo, mientras se celebra el congreso, que lo tiene como panelista junto a Hansi Muller (quien debutó a los 17 en el Mundial ’78 y fue compañero de Pipo Gorosito en el fútbol suizo) y Mathias Sammer; el sueco Sven Goran Erickson (DT de Inglaterra) y el veterano entrenador argentino de inferiores Jorge Griffa (hoy asesor de la Federación mexicana y con boleto de regreso a Boca). Un breve video de sus participaciones en los mundiales logra que el respeto de los presentes crezca.
“Me hice bien de abajo, siempre trabajando. Estuve en una escuela con Rafael Gordillo, aquel lateral del Real Madrid. Fueron siete años en los que llegué a lavar la ropa, además de entrenar. Después dirigí al Caen, al Lausanne, y desde hace cinco años soy embajador de fútbol-base de la UEFA. Fui elegido uno de los 12 ex jugadores que dan cursos a otros entrenadorespara la FIFA. Llegué a Arabia por el suizo Walter Gag, quien ya me había recomendado para la Selección de Bolivia. El le habló a Abdula Dabel, miembro honorífico de la FIFA, y me contrataron.”
“Me fue fácil asumir mi nuevo rol por mi filosofía de vida. Cuando me retiré pensé qué hacer para estar preparado. Y me adelanté a los hechos. Siempre fue igual. Nunca me quedé esperando que me tocaran el timbre para después ver qué hacía. Llegué, a los 10 días quedamos eliminados de una especie de Copa América. Cambié 13 jugadores, entre ellos siete titulares. La prensa me trató de inexperto y algunas cosas más que no entendí pero dupliqué el riesgo al sacar dos figuras del plantel. Lo llamé a Anzarda, quien me había recomendado al Betis, y a Agustín Cejas para trabajar con los arqueros.”
Está en plena corrida por la izquierda, lanzado en el tema... “Imprimimos al equipo una mentalidad ganadora que yo siempre tuve. Ninguno juega en Europa y ese puede ser un hándicap. Tenemos un chico de 21 años, que arranca a lo Diego y la lleva cortita de derecha. Respeto las oraciones, trato de no entrenar cuando les toca uno de los cuatro rezos diarios. Soy de un perfil bajo por naturaleza y cuando clasificamos dije que eso era mérito de los jugadores, de los dirigentes y de los aficionados por sobre todas las cosas. Ahora el objetivo es pasar a la segunda ronda en el Mundial –prosigue–, algo que con el Indio Solari en Estados Unidos no se pudo lograr. No es fácil, por ahí nos toca Argentina o Brasil y se complica...”
Hace poco debió resignar su pasaporte argentino para que su hijo pudiera obtener la ciudadanía española. Pero eso no ha hecho mella en su condición criolla, la que ratifica en la zona oeste del conurbano bonaerense, donde lo están esperando una pala ancha para desviar el agua de las inundaciones y un ramillete de pibes ávidos por crecer.