Lun 22.09.2008
libero

CONTRATAPA › OMAR NARVáEZ IGUALó LA MARCA DE DEFENSAS DE MONZóN

La otra cara del record

Con la victoria por puntos sobre el mexicano Alejandro Hernández, el chubutense sumó su 14ª defensa consecutiva del título mundial mosca de la AMB, pero la comparación con la campaña de Carlos Monzón sólo es posible en el frío apartado de la estadística.

› Por Daniel Guiñazú

La historia lleva del brazo a Carlos Monzón y a Omar Narváez. Los dos son los campeones mundiales argentinos que más veces han defendido sus títulos. Pero sólo en los números secos de la estadística es posible establecer comparaciones de grandeza. Monzón pertenece a un tiempo del boxeo. Narváez, a otro. Monzón ya fue y el veredicto histórico sobre su figura y lo que ella representa ha sido dado y aceptado. Narváez, en cambio, sigue escribiendo su propia crónica. Y es posible que los mejores capítulos sean redactados a futuro.

De todos modos, sería un pecado subestimar el logro que el chubutense alcanzó en la madrugada del domingo, cuando en el Nuevo Gimnasio de Puerto Madryn y ante 3500 espectadores derrotó por puntos en 12 rounds y en fallo unánime al mexicano Alejandro Hernández y retuvo por 14ª vez el título de los moscas en la versión de la Organización Mundial de Boxeo. En una época en que las coronas bailan inseguras sobre las cabezas de los reyes y los cinturones pasan de campeón a campeón y de pelea en pelea sin dejar marcas de gloria, Narváez lleva seis años y catorce defensas siendo uno de los mejores. Y no es posible decir que es el mejor de todos, porque precisamente allí radica la diferencia esencial que, sólo por ahora, lo separa de Monzón.

El santafesino fue el único campeón de los medianos entre 1970 y 1974. Compartió el cetro con Rodrigo Valdez entre el ’74 y el ‘76, años en los que el Consejo Mundial decidió desconocerlo. Y lo unificó luego de derrotar al colombiano en Montecarlo en 1976, retirándose en 1977 como titular indiscutido de las 160 libras. De sus 14 exposiciones, sólo hizo tres en el Luna Park (Griffith, Briscoe y Mundine), diez en Europa ante retadores generalmente muy calificados (Benvenuti, Gri-ffith, Bouttier, Valdez –dos veces– y Mantequilla Nápoles), y apenas una en EE.UU, en 1975, en el Madison Square Garden de Nueva York ante Tony Licata.

Narváez, por su parte, es el campeón de la Organización Mundial de Boxeo, una de las cuatro entidades que gobiernan el pugilismo mundial de la actualidad y ni siquiera la más importante. Nunca ha tenido el reconocimiento de los otros tres organismos internacionales (Asociación, Consejo y Federación). Y jamás ha enfrentado a los peleadores japoneses, coreanos, filipinos y tailandeses que forman el nervio histórico de la categoría mosca. Apenas si se las ha visto ante dos mexicanos (Everardo Morales y Hernández) y dos colombianos (Walberto Ramos y Carlos Tamara). Después, su campaña ha hecho base entre la Argentina, donde expuso ocho veces su corona, en algunos casos ante desafiantes de bajo nivel (el brasileño Martins Carvalho, el filipino Rexon Flores y el nicaragüense Marlon Márquez) y Europa, donde hizo seis defensas frente a rivales algo más exigentes (el italiano Sarritzu en dos ocasiones, el ruso Mahmutov, los franceses Asloum e Inom y el español Pozo).

No se trata de sacralizar el pasado y de despreciar el presente sino de poner los hechos en su justa perspectiva. Narváez acaba de igualar el record de las 14 defensas de Monzón y ése es un mérito que nadie podrá dejar de aplaudir. Pero hasta aquí, el hecho de no haber sido campeón unificado ni en un solo minuto de su reinado, y sobre todo el menor nivel de oposición que ha tenido, lo pone a Narváez por debajo de la figura de Monzón. Ahora, si sigue enhebrando exposiciones exitosas (la próxima sería el 4 de diciembre en el Luna Park ante el estadounidense Rayonta Whitfield, número uno del ranking de la OMB), supera las 18 del tailandés Pongsaklek Wongjomkam, el campeón mosca más activo de todos los tiempos, y se acerca a las 25 de Joe Louis, el campeón que más veces defendió su corona a lo largo de la historia, habrá que reabrir los libros y fogonear un nuevo debate. En ese momento, y no antes, podrá Narváez de la mano de su talento indiscutible como boxeador presentar sus credenciales de ingreso al selecto club de los más grandes de todos los tiempos.

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