Lunes, 20 de mayo de 2013 | Hoy
CONTRATAPA › LUCAS MATTHYSSE VOLVIó A NOQUEAR EN LOS ESTADOS UNIDOS
Por Daniel Guiñazú
¡Tenemos un nuevo Manny Pacquiao! ¡Es de la Argentina y se llama Lucas Matthysse! Con énfasis desbordante y sosteniendo firmemente del brazo a su boxeador, como si quisiera que no se vaya nunca más del ring, Richard Schaefer, el CEO de Golden Boy Promotions, la empresa de Oscar de la Hoya que maneja la campaña del noqueador santafesino, le anunció al mundo la aparición de una nueva estrella en el firmamento del boxeo mundial.
Porque ese alcance tiene la espectacular victoria por nocaut técnico a los 2 minutos y 14 segundos del 3º round que Matthysse (63,500 kg) logró sobre el estadounidense Lamont Peterson (63,900 kg), el campeón de los welter juniors en la versión de la Federación Internacional, a última hora del sábado en el Boardwalk Hall, de Atlantic City, Estados Unidos. No había títulos en juego y sólo por eso Matthysse no adosó una nueva corona al campeonato interino del Consejo que ostenta desde el año pasado. Pero ese detalle no le quita ni una pizca de brillo a su tremendo triunfo.
En verdad, la pelea era una eliminatoria para enfrentar el 7 de septiembre, en Las Vegas, a Danny Garcia, el texano que es el campeón regular del CMB y el más poderoso welter junior de la actualidad. Y eso valía tanto o incluso más que la posibilidad de que el combate fuese por un título del mundo. De haber perdido, Matthysse hubiera mantenido su condición de campeón interino. Pero su carrera hubiera sufrido un brusco parate. Como ganó de la manera en la que ganó, su presente es resplandeciente y su futuro, sencillamente, no tiene límites.
La pregunta, por estas horas, es una sola: ¿puede Matthysse convertirse en otro fenómeno de identificación popular como Sergio “Maravilla” Martínez? Desde lo estrictamente deportivo, no caben dudas: Matthysse acaba de igualar la línea de Maravilla y Omar Narváez como uno de los tres mejores pugilistas argentinos del momento. La diferencia es que mientras por sus edades, el quilmeño (38 años) y el chubutense (37) están más cerca del retiro que de la continuidad, Matthysse es presente en estado de máxima pureza. A los 30 años, al menos tiene cinco más en el primerísimo plano del boxeo mundial, si es que hace bien todos sus deberes y gana todas las grandes peleas que Oscar de la Hoya prepara para él.
El tema es que la personalidad del boxeador nacido en Rafaela (Santa Fe), criado en Comodoro Rivadavia (Chubut) y residente en Junín (provincia de Buenos Aires), es diametralmente opuesta a la de Maravilla. A diferencia de la capacidad de comunicación de Martínez, Matthysse es un muchacho de palabras cortas, tirando a tímido, que sólo en el ring se expresa con la locuacidad de sus puños. Ni su historia de vida ni su forma de hablar resultan a priori seductores para los medios o para las grandes audiencias que se suman al boxeo para las grandes ocasiones. Desde allí es posible que no sume el público que Martínez sí ha sabido atraer y atrapar. Pero es un noqueador neto y nato. Y ya se sabe el poder que los de esta raza privilegiada ejercen sobre la muchedumbre. Aquí, allá y en todas partes.
Matthysse tiene una pegada conmovedora. De sus 34 victorias, 32 han sido por la vía rápida, las últimas once de manera consecutiva. Y cuando mete la mano, se terminan las razones y se disparan las emociones. A Peterson le ganó así. Con una devastadora demostración de poder. Después de un primer round desfavorable en el que no logró controlar la elegancia de los desplazamientos del estadounidense y su izquierda penetrante en punta, en el segundo pudo empezar a colar su derecha en gancho a los planos bajos y recta a la cabeza. A partir de lo cual, la sensación de suficiencia de Peterson se transformó en otra de signo exactamente inverso. Bastaba con ver la expresión de su rostro para darse cuenta de que quería irse del cuadrilátero cada vez que le entraban los golpes de Matthysse.
De circular por el ring, Peterson pasó a amarrar y a friccionar la pelea. Pero ni así pudo evitar que el tren le pasase por encima. En el 2º round, una izquierda abierta del argentino lo pescó en la frente y lo arrojó sobre la lona. Y en el 3º, en un intercambio feroz, otra zurda cruzada de Matthysse lo derribó de espaldas. Cuando se levantó, sus piernas gelatinosas y su mirada vidriosa eran el presagio de su derrota inminente. Matthysse se le abalanzó, volvió a voltearlo con una nueva izquierda de acero y el veterano árbitro Steve Smoger ni siquiera se tomó el trabajo de contar: ahí mismo decretó la victoria más importante de la vida pugilística de Matthysse. La que terminó de instalarlo como pasajero de la clase ejecutiva del boxeo mundial. La que en septiembre lo llevará a Las Vegas a unificar el título del Consejo con Danny García. La que acaso lo haya convertido en el nuevo ídolo del boxeo argentino. El heredero de Maravilla que tanto se andaba buscando.
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