Lunes, 17 de marzo de 2014 | Hoy
CONTRATAPA › BERNARDO CAPPA, EL HIJO DE ANGEL, EL ENTRENADOR
El dramaturgo estrenó el sábado último la obra de teatro Es un sentimiento. Director, actor, dramaturgo, aborda una temática que mamó desde su infancia. Esta vez, con barrabravas como telón de fondo.
Por Gustavo Veiga
Bernardo Cappa tiene un apellido futbolero y una vida de teatro. Dramaturgo, director y actor, mucho antes de que pisara las tablas jugaba largos partidos en el tambo de su abuelo. “Sólo bajo la atenta mirada de las vacas”, recuerda con gracia esa instantánea de la infancia, cuando transcurrían los años ‘70. Es hijo de Angel Cappa, el ex director técnico de Racing, Huracán, River y Gimnasia, entre otros. Pero simpatiza con Independiente, un equipo que nunca dirigió su padre. La portación de apellido, en su caso, ha sido inocua. Lo rodea un mundo profesional muy diferente de aquel en que se desempeña su padre. Esa distancia la explica con una comparación: “Si el fútbol es pasión de multitudes, el teatro es una pasión de minorías”.
El sábado a la noche estrenó su última obra de una prolífica trayectoria como autor. Se trata de Es un sentimiento (ver aparte) en el teatro Andamio 90, donde irá todos los sábados a las 22.30. A Cappa le planteamos una entrevista para que respondiera sobre su visión de esos universos distintos, el fútbol y el teatro, que –contra lo que inoculan los prejuicios– más de una de vez se retroalimentan.
–En Pezones mariposa, una obra de su autoría presentada en 2011, dijo que quería unir al fútbol con el escenario teatral por primera vez. Reincide ahora con Es un sentimiento y la misma temática. ¿Por qué escribió una historia de barrabravas?
–El fútbol es para mí una ficción. Es tal vez por eso que lo uso tanto en mis ficciones. Recién cuando tuve la imagen de una señora de barrio escondiendo banderas de la barra que le trajo su nieta en un cuartucho de su casa, para después negociarlas, se me hizo presente el tema, sus símbolos, sus mitos, la atracción y el miedo que generan en la gente. Me dieron ganas de ensayar, de hacer una obra con eso. La forma de convivencia de esa mafia berreta con la gente “honesta de barrio”, esos ritos explicados a una mujer extranjera para que entienda la argentinidad. La explicación, la sospechosa explicación del ser argentino, me resultó de una teatralidad muy potente.
–Si imagináramos un diálogo entre usted y su padre, ¿qué puntos de contacto encontrarían entre la dirección teatral y la dirección técnica de un equipo de fútbol?
–El director técnico de fútbol, tanto como el director teatral, proponen una forma de organización, una estética y deben lograr que los integrantes del grupo jueguen para esa estética, deben convencerlos de que esa estética les permitirá jugar mejor. Para mí el afecto y la búsqueda de un imaginario común son fundamentales para hacer posible que los actores actúen lo acordado, ese acuerdo es el aprendizaje que hacemos todos del lenguaje de la obra durante los ensayos, eso lo aprendí de mi viejo. El conversa los problemas tácticos con los jugadores y entre todos buscan la forma de afrontarlos.
–Usted es también actor y juega a menudo al fútbol, ¿se puede establecer una comparación entre actuar sin un texto de antemano e improvisar adentro de una cancha?
–Elijo la improvisación como escritura escénica. Todos los ensayos nos juntamos a imaginar la obra. Después escribo pero lo escrito sólo queda si funciona como regla que le permita a la actuación desplegar su potencia. En el fútbol se improvisa siempre porque no se sabe cuál será el problema. Uno cuando actúa también improvisa, porque aprende de lo que actúa. Un jugador de fútbol debe decidir rápidamente entre dos o tres posibilidades que imagina. Un actor igual. Esa decisión debe serle útil al relato o a la jugada. Los dos, el jugador y el actor, se constituyen, son porque son mirados.
–El fútbol usa metáforas vinculadas al teatro y al mundo del espectáculo. ¿A qué atribuye su espontánea utilización? Por ejemplo, en frases como “Dejá de hacer teatro”.
–El actor finge pero dice que finge, finge que sufre para hacer poético el estar en el mundo. El jugador de fútbol juega al fútbol para lograr lo mismo, no necesita hacer que juega porque juega. Entonces, cuando un jugador hace el que juega está pervirtiendo el sentido, el juego pierde gracia porque hace de jugador, cuando ya está representando un territorio imaginario, un nosotros somos de Independiente. Sólo debe jugar.
–En una entrevista del año pasado, el sociólogo Horacio González dijo que el fútbol es un espectáculo de raíz teatral. ¿Qué piensa de esa definición?
–El fútbol es más que un deporte en Argentina, se estetizó, por lo tanto se mitologizó, representa algo más que el juego, lo usamos para simbolizar lo que llamamos pasión y no sabemos bien qué es, ocupa un lugar parecido al de la religión. Vuelve imagen lo que no puede ser nombrado. Entonces la valentía, la cobardía, la tristeza, la alegría, el odio tienen un territorio donde pueden desplegarse, donde se pueden volver expresión porque es un juego. Se vuelve poético porque se exageran las emociones. El problema aparece cuando se hace en serio, entonces deja de simbolizar para ser real, como si fuese una guerra. Si River se va a la B parecería que ese hecho pudiera cambiar las leyes sociales que nos organizan y ahí deja de ser teatral, deja de convocar emociones arcaicas, deja de ser un rito para aprender de lo humano para ser un objeto de producción de la razón, se vuelve razonable donde el que pierde queda afuera, va al manicomio o a la cárcel.
–González sostuvo que “al deporte no le gusta que le digan teatro”. ¿Está de acuerdo con él?
–Bueno, claro, el fútbol se vuelve estético por su propia técnica, por su lenguaje; cualquier otro lenguaje lo banaliza o lo ablanda. El juego se vuelve aburrido y cuando aburre se parece a la muerte. Se juega al fútbol y se va a la cancha a ver un partido para tratar de poetizar el tiempo. El tiempo de juego es otro, está estallado, cuando se ve una buena jugada o se ve a un gran jugador, uno siente que es más fuerte que lo humano, es más poderoso. Si sometemos el juego sólo al orden del resultado estamos sometiendo lo humano a la fuerza de la razón. Ya sabemos que ahí perdemos. Eso es a lo que le decimos lo real. Se juega para fugarse, para tener un tiempo de libertad.
–Al fútbol se lo define como “pasión de multitudes” y ¿al teatro?
–El teatro es una pasión de minorías. Sí, el teatro es minoritario. Para las multitudes el fútbol, por eso es bien simple. El teatro entonces se hace cargo de cuestiones más complejas. Si bien se puede usar el uno para hablar del otro, no tienen nada que ver. Sólo sirven como metáforas, y uno sabe que jamás una mirada puede ser profunda como el mar, pero al decirlo es como si se pudiera ver lo que se siente.
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