Lunes, 9 de mayo de 2011 | Hoy
BOXEO › OPINIóN
Por Daniel Guiñazú
Sin el fuego sagrado de otras de sus grandes noches, y calculando cada paso y cada golpe. De esta manera, el filipino Manny Pacquiao (65,770 kg) derrotó ampliamente por puntos en decisión unánime al estadounidense Shane Mosley (66,678 kg) y retuvo su título welter de la Organización Mundial en la megapelea realizada el domingo por la madrugada ante 18 mil espectadores, en el estadio del hotel MGM de Las Vegas. La victoria no mereció ningún reparo. Pero de cara al futuro inmediato, la actuación inconvincente de Pacquiao abrió dos interrogantes serios que cuesta responder a la distancia.
¿Pac Man peleó así porque su preparación no era óptima? ¿O en su boxeo otrora arrollador empiezan a verificarse los primeros signos de un prematuro ocaso? Es posible que los compromisos que surgen de su carrera política (Pacquiao es miembro del Parlamento filipino) y de su inmensa fama como boxeador, lo hayan desenfocado de la actividad. Y también lo es que, a los 32 años, su físico comience a pasarle factura por una campaña extraordinaria que lo llevó a ser campeón en seis divisiones diferentes. Pero, ante Mosley, de ninguna manera se lo vio con la energía, la velocidad y la continuidad de combates pasados. Si antes apabullaba sacando manos desde todos los ángulos posibles en proporción de 5 o 6 a 1 y con una rapidez abrumadora, ahora parece conformarse con arrestos aislados. Los suficientes como ganar haciendo lo justo y nada más.
En esa línea, entonces, el combate resultó un fiasco. Porque Pacquiao nunca contagió la vibración que lo llevó a ser considerado el número uno del boxeo mundial en la actualidad. Mosley, desprovisto de la velocidad centelleante de sus mejores épocas, jamás se apartó de su verdadero objetivo de pelea: terminar de pie y sin grandes complicaciones. Que se haya ido a la lona en el tercer asalto por una combinación de derecha en apertura e izquierda cruzada viniendo detrás, y que a Pacquiao le hayan contado en el décimo por un empellón que erróneamente interpretó como caída el árbitro Kenny Bayless, no implica que el pleito haya sido emotivo y dramático. En todo caso fueron acciones aisladas, picos de interés de una pelea que rara vez los tuvo.
Se rumorea en el ambiente pugilístico que a Pacquiao le quedan dos grandes noches antes de su retiro, en 2012: una tercera edición de su duelo con el mexicano Juan Manuel Márquez para octubre o noviembre, y acaso el esperado choque con Floyd Mayweather. Si pretende irse con toda la gloria y no sufrir un traspié inesperado, en cualquier caso, deberá mostrar mucho más de lo que mostró ante Mosley, prepararse mejor y pensarse a sí mismo como un boxeador y no como una celebridad. Ni más ni menos que eso.
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