Lunes, 16 de julio de 2012 | Hoy
BOXEO › OPINIóN
Por Daniel Guiñazú
Después de tantos y tantos fines de semana con peleas mediocres y de resultados cantados de antemano, en los últimos dos el boxeo argentino parece haber recobrado la sana costumbre de que los mejores se enfrenten entre sí. En tal sentido, el promotor y manager Osvaldo Rivero dio el primer paso. Y dispuso que cuatro boxeadores de su escudería pugilística peleen para acercarse a una corona del mundo.
Hace ocho días en Neuquén, Billi Godoy y Sebastián Heiland produjeron, en peso mediano, doce rounds trepidantes. De los mejores que se hayan visto en el país en los últimos tiempos. Ganó Godoy por puntos y acrecentó sus chances de llegar al título mundial del Consejo. En la madrugada del domingo y en General Villegas, provincia de Buenos Aires, el chaqueño César Cuenca le dio una clase de boxeo veloz y efectivo al local Claudio Olmedo, lo derrotó por una decisión más amplia en el ring que en las escuetas tarjetas de dos de los tres jurados y se afirmó como pretendiente a alguna versión del campeonato de los welter juniors.
Es una buena noticia que, al menos parcialmente, uno de los promotores top del ambiente boxístico haya decidido dejar de lado antiguas precauciones y ordenado que, como era norma en otros tiempos, los mejores no se eludan sino que se enfrenten para dirimir supremacías. Es todo ganancia para todos. Para el público que disfruta de peleas más serias y atrayentes. Para el que gana, porque robustece sus posibilidades de avanzar en el plano internacional. Y también para el que pierde, porque sabe lo que le falta para llegar más alto y no se engaña con victorias a precio de lista que se prueban falsas e inservibles a la hora de los grandes desafíos.
La multiplicación de las versiones de títulos mundiales y la proliferación de campeonatos regionales de nulo valor deportivo conspiran contra la pretensión de que los mejores peleen con los mejores. Generalmente, los managers no quieren correr riesgos y prefieren armarles el record a sus pupilos, poniéndoles por delante boxeadores muy inferiores. Rivero, tantas veces criticado por el criterio conservador con el que condujo las campañas de muchos de sus púgiles, parece haberse sacudido esos temores. Hizo lo que tantas veces se le pidió: cruzar a los mejores sin especulaciones. Bueno sería que a partir de ahora lo imiten.
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