TENIS › NALBANDIAN GANO EL MASTERS AL DERROTAR AL NUMERO 1 ROGER FEDERER
David volvió a voltear al gigante
En una final que quedará en la historia del deporte, el cordobés se repuso tras perder los dos primeros sets y conquistó el título con un juego sólido y deslumbrante, venciendo al mejor tenista del mundo, que no perdía una final desde octubre del 2003, ni un partido desde junio. Al trepar al quinto lugar del ranking mundial, se transformó en el mejor jugador del tenis argentino. Desde Vilas, en 1974, que un compatriota no se quedaba con el Masters.
› Por Sebastian Fest
Desde Shanghai
David Nalbandian protagonizó la sorpresa y la hazaña tenística de la temporada al conquistar el Masters de Shanghai, derrotando al suizo Roger Federer en la final. Nalbandian se impuso 6-7 (4-7), 6-7 (11-13), 6-2, 6-1 y 7-6 (7-3) tras cuatro horas y 34 minutos de juego y se sumó así a Guillermo Vilas, campeón en Melbourne ’74 y hasta ayer el único argentino que había conquistado el Masters masculino.
De 23 años y finalista en Wimbledon 2002, Nalbandian termina sexto en la Carrera de Campeones –ganada ampliamente por Federer– y cierra el 2005 como el mejor argentino: el ranking de la ATP lo mostrará hoy en el quinto lugar. Federer, que debía ganar para igualar el record de efectividad en una temporada, termina el 2005 con 81 victorias y cuatro derrotas. El suizo no perdía un partido desde el 3 de junio, y no cedía en una final desde octubre del 2003, en Gstaad, enhebrando 24 finales ganadas de manera consecutiva. Finalmente se inclinó, y lo hizo en un partido inolvidable y en la superficie que mejor se adapta a su juego.
“Jugamos un partido increíble, como casi siempre. Roger, no te preocupes, es el último torneo que vas a perder, vas a ganar muchos. Dejame conservar éste”, dijo Nalbandian en la entrega de premios. El cordobés, fanático del automovilismo, se llevó un Mercedes-Benz CLK 350 y un premio de 1,4 millón de dólares. “David mereció ganar, porque fue el mejor”, concedió el suizo.
El choque comenzó 20 minutos tarde con Federer vestido de blanco y Nalbandian de negro, el yin y el yang del tenis en un estadio con una apreciable humareda en sus gradas superiores: está prohibido fumar en él, pero no en los pasillos que lo circundan, y el humo del tabaco viciaba la atmósfera en la fría tarde de Shanghai.
Nalbandian mandó desde el primer punto, con un revés potente y punzante, y en muchas fases clave del encuentro apelando a un drop de devastadora sutileza y precisión. Así quebró el servicio del suizo en el primer juego, aunque Federer devolvió la gentileza en el siguiente.
Durante una hora, Federer y Nalbandian jugaron un tenis de gran nivel. No perfecto, porque el suizo cometía errores en los que habitualmente no cae, pero sí atractivo, luchado, pleno de incertidumbre. Federer mostraba su clase, aunque también dudas poco comunes: llegadas a destiempo a la pelota, errores groseros y golpes imprecisos. Nalbandian, con su tenis tan granítico como talentoso, lo complicaba como pocos lo hacen.
Juego a juego, con múltiples posibilidades de quiebre de servicio por ambas partes, se llegó al tie-break. Y, ahí sí, Federer marcó la diferencia, para ganar 7-4 con una derecha que tocó la faja de la red, bailó sobre ella y cayó mansa del lado de Nalbandian. Cincuenta y nueve minutos de lucha, y sólo se había jugado un set.
Nalbandian, sin entrenador tras haber cortado su relación con Eduardo Infantino, recibía instrucciones del español Carlos Costa, ex jugador, su manager en IMG y sparring esta semana en Shanghai. Costa estaba en primera fila, la novia y la madre de Nalbandian, detrás.
Federer quebró para 4-2 en el segundo set, pero cuando parecía que se escapaba, Nalbandian sumó tres juegos consecutivos. Llegó a estar 6-5 con el suizo sacando 15-30, pero el tie-break se mostró nuevamente como la única solución para dirimir el set. Ya iban casi dos horas de partido.
Fue un tie-break para grabar y ver una y otra vez. Terminó con Nalbandian arrojando la raqueta con furia tras cederlo 13-11. Antes supo salvar tres set-points, aunque no aprovechar alguno de los tres que tuvo. En el medio, golpes de todos los colores y calibres, toques y emoción, potencia e incertidumbre. Tras dos horas y 17 minutos, Federer se ponía dos sets a cero.
Nalbandian regresaría cambiando su camiseta negra por una roja, color que en algunos países de Asia se cree que atrae la suerte. Y ése fue sin dudas el caso de Nalbandian. Cuando se pensaba que bajaría los brazos ante las oportunidades perdidas, abrió el tercer set quebrando a Federer, volvió a quebrar para una ventaja de 5-2 y, con un servicio a 192 km/h, logró que una derecha del suizo se fuera por centímetros para llevarse el parcial por 6-2 tras cuatro pelotas de set y tres horas exactas de juego.
El argentino quebró para 2-1 en el cuarto. Federer pidió un “time out”: un fisioterapeuta ingresó al estadio para masajearle con energía y durante varios minutos el muslo izquierdo. Tres horas y 15 minutos de juego, con el suizo mostrándose más vulnerable que nunca antes en el 2005.
Pero el frío arreciaba por las bocas de acceso al estadio, y el partido, que comenzó con 13 mil espectadores, se fue vaciando progresivamente hasta quedar con escasos 9 mil cuando Nalbandian quebraba de nuevo para adelantarse 4-1 en el cuarto set.
Federer entregó los últimos dos juegos sin luchar ni ganar un punto. El 6-1 en media hora llevaba la definición del Masters a un quinto set. En los palcos, Mirka Vavrinec, ex tenista y novia del suizo, se tomaba la cabeza. La familia de Nalbandian miraba tensa y controlando el entusiasmo.
Nada cambió en el quinto set. Un Federer desinflado y molesto siguió a merced de Nalbandian, que nunca dejó de hacerlo correr, de un costado al otro, de atrás hacia adelante, en una operación de desgaste de precisión milimétrica. Un grito de desahogo surgió de la garganta del argentino al quebrar para 2-0. Por primera vez, tras casi cuatro horas de lucha, tenía una ventaja clara.
Tras una doble falta para ceder en cero su saque, Federer se plantó en el fondo de la cancha y se cruzó de brazos, visiblemente molesto. Nalbandian estaba ya 4-0, rumbo a un título con el que ni soñaba dos semanas antes, ya que fue convocado como reemplazante del estadounidense Andy Roddick cuando estaba a punto de irse de vacaciones.
La “barra quilombera” se hizo sentir potente en las gradas. Nalbandian perdió el saque en un juego endemoniado para quedar 4-1, y el público intentó influir gritando “¡Roger, Roger!”. Federer impactó un smash en el cuerpo del argentino, el ambiente se caldeó y volvió a chorros la emoción.
El suizo renacía de improviso, quebraba para servir 3-4 y le devolvía la sonrisa a Mirka. Los chinos redescubrían su pasión por “¡Roger!”, y Nalbandian exhibía más dudas que nunca. El 4-0 de pocos minutos antes era ya 4-4, luego 5-5, y nadie se atrevía ya a apostar por un ganador.
Federer quebró para 6-5, pero Nalbandian se sobrepuso para devolver el quiebre. Tras cuatro horas y 27 minutos, todo desembocaba en un tie-break. El desempate tuvo la misma tensión y emoción del resto del partido, pero finalmente Federer se encontró sacando con una desventaja de 6-3.
El argentino aceptó su cita con la historia a las 20.54, hora de Shanghai: una derecha de Federer en la red, un Nalbandian emocionado que cae de espaldas, y el tenis sin creer aún el partido que acaba de disfrutar.
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