Lunes, 18 de julio de 2016 | Hoy
OPINIóN
Por Juan José Panno
Antes del partido de Boca con Independiente del Valle, Roberto Leto de Radio Rivadavia conversó telefónicamente al aire con Blas Giunta, el de los “huevos, huevos, huevos”. El volante, muy querido entre los hinchas de Boca estaba suelto, distenido, ocurrente. “A mi me hicieron miles de infiltraciones, si me vieras el hombro lo tengo todo levantado, parezco el jorobado de Notre Dame”. La referencia venía a cuento porque decía que el jugador de Boca suele dejar el alma en la cancha. En el momento en que Leto le pidió un pronóstico para el partido dijo que estaba seguro de que Boca ganaba. “Cuando los morochos entren a la cancha y se den cuenta que el piso se mueve, porque es verdad que el piso de la Bombonera se mueve, ya está, gana Boca, olvidate”. Giunta no era el único que pensaba que Boca ganaba fácil. Nueve de cada diez hinchas vaticinaban una goleada o al menos un triunfo cómodo contra el modesto rival.
La realidad demostró al cabo de los 90 minutos de juego que muchas veces se le queman los papeles a la cátedra; que nadie gana en las vísperas; que no se puede festejar por anticipado. La soberbia no es patrimonio exclusivo de los boquenses. También los fanas de River, en su momento, suponían que a los ecuatorianos se los pasaba por arriba. Es muy difícil encontrar declaraciones de los jugadores subestimando a los rivales; pero una cosa es lo que se dice “pour la galerie” y lo que de verdad se piensa. Es como si se dijera que hay que esperar que se corra la carrera, haciendo la fila de la ventanilla de cobro de los boletos apostados.
La cancha de Boca suele intimidar a los rivales del cuadro local, pero no puede darse como cosa juzgada que aquí se caen. En ese terreno ganaron equipos aun más modestos que el ecuatorianos. Ahí, en un repaso de memoria Boca fue goleado estrepitosamente (Gimnasia, Gimnasia de Mendoza, San Martín de Tucumán) ahí ganaron Capiatá, Paysandú, Deportivo Armenio y otros equipos menores. En los últimos tempos, especialmente Boca perdió demasiados encuentros en los que se daba por descontado su victoria. Con la selección pasa lo mismo; nos la creemos demasiado y por eso caracterizamos como fracaso las hazañas de llegar a la final de un campeonato mundial, como ocurrió en el 2014 en Brasil. Sin Messi Argentina no pasaba a la segunda ronda. Y lo mismo en la Copa América. Pero parece que nos damos cuenta de eso.
A la luz de lo que le pasó a Boca (y de otros tantísimos antecedentes) tal vez resulte necesario un buen baño de modestia. Sacarse de la cabeza la idea de la invulnerabilidad para conseguir una mejor preparación mental en el logro de los objetivos. No se trata de perder la autoestima sino de valorar como corresponde a los rivales de turno. Si nos creemos que van a achicarse, nos relajamos demasiado; si pensamos que vamos a ganarles con la camiseta, perdemos perspectiva de la realidad.
Boca tiene futbolistas muy cotizados, algunos con renombre internacional, jugadores de selección (Orión, Cata Díaz, Lodeiro, Tevez, Fabra), pero eso no da garantías de que tenga un buen equipo. Los resultados están a la vista. Lo bueno sería no perderlos de vista para futuras ocasiones.
El fútbol argentino debe tomar nota de su oscuro presente.
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