CONTRATAPA
Rojitas, un grosso
Hace casi 40 años, el autor de esta nota vio debutar en la Primera de Boca a Angel Clemente Rojas; ayer cerró el círculo: presenció el demorado partido-homenaje al ídolo boquense, 24 años después de su retiro.
› Por Juan José Panno
Hace más de treinta kilos y casi cuarenta años, Angel Clemente Rojas, el Pochi que le decían en el barrio, apareció por primera vez en la Primera de Boca. Fue un domingo gris plomo, como el de ayer (¿o acaso no fue ayer mismo, piensa uno, que tuvo el privilegio de estar bajo los mismos cielos de la Bombonera?). Angelito, que para poner las cosas y los tanques en su lugar fue desde el primer momento Rojitas, llevaba puesta una camiseta que parecía prestada por un tío. Tenía 18 años, ese día del debut, el 19 de mayo de 1963, en el partido que Boca le ganó 3 a 0 a Vélez, con tres goles de Corbatta, generados todos por la increíble habilidad de aquel alfeñique con pinta y pasta de crack.
Hace más de veinte kilos y casi cuarenta años, Rojitas fascinaba con sus amagues y sus quiebres de cintura. Tenía algo de Ortega y de Latorre y de D’Alessandro, algo... pero por sobre todas las cosas era Rojitas. Fue un monstruo. No hay hincha de Boca que lo haya visto jugar en su momento más brillante que no le adjudique un lugar en el podio entre los ídolos del club. Pocos ídolos con pie de barrio como él. “A mí lo que me gustan de los jugadores como Riquelme y Maradona es que me hacen acordar a Rojitas”, dijo un veterano en las plateas, mientras trataba de explicarle a su nieto las cosas maravillosas que le había visto hacer a aquel crack. El nieto lo miraba de reojo, escéptico y observaba a ese panzón de la camiseta número 9 que se arrastraba en la cancha.
Gordísimo, con hectolitros de blanco, tinto y rosado en la sangre, con la sonrisa abierta, caminando chueco como siempre, Rojitas hizo lo que pudo en los 18 minutos que estuvo en la cancha y para evitarles a los periodistas el disgusto de tener que escribir una necrológica, cuando sintió un fuerte dolor en el pecho se fue primero al banco y después a los vestuarios. Reapareció al final del partido en el que Boca le ganó por 6 a 5 a un equipo de jugadores amigos y conocidos.
De la hora y pico de juego del partido de homenaje tardío quedaron algunas imágenes simbólicas para el replay.
l Comienzo. Rojitas en el medio, con la pelota debajo del pie derecho. A la antigua, de un lado el 8 y del otro el 10. El 8 era Madurga, el 10 Novello. Una postal de otros partidos, del mejor fútbol. La sola presencia de los tres en el círculo central, con todos los recuerdos que hicieron resurgir, pagó la entrada.
l Cañonazo de Madurga, desde la entrada al área con tres dedos contra el palo derecho de Pogany. Golazo de Boca.
l Cara a cara de René Houseman con Rubén Sánchez. Amague y pelota empalada que pasa por sobre la cabeza del arquero, pica y se va a la red. Sonrisa de René en el regreso triunfal hacia la mitad de la cancha, aplaudido por todos.
l Bochini con la pelota juntando rivales, que primero lo miran como un bicho raro y después se le van encima y quedan de espaldas sin poder hacer nada cuando sale la puñalada en profundidad, entre todas las piernas, para un compañero que llega vacío. Bochini de otros partidos, con más abdomen y el mismo talento. Lo hizo varias veces. En una, Sponton definió fenómeno de emboquillada y fue gol del equipo blanco que se enfrentaba al veteranísimo Boca. Reflexión a la pasada: Américo Gallego, condenado a ser el DT de Independiente, ¿tendrá el teléfono de Bochini?
l Pase de Pianetti al vacío, como en las épocas en que los hinchas de Boca lo querían colgar, pero terminaban amándolo cuando agarraba una pelota perdida y la clavaba en un ángulo, como en aquel 2 a 1 del ‘64 a River.
l Corrida por la raya con gambeta incluida del auténtico Pichi Escudero, el enanito, aquel del Mundial Juvenil del ‘79, que tiene 42 años y parece de 20 para provocar el penal del 5 a 5, o para dejarlo solo a uno de los hijos de Rojitas en el 6 a 5, porque era natural que Boca terminara ganando el amistoso.
l Ovación de las 3 mil personas presentes en la Bombonera para Madurga cuando se fue de la cancha. “Ese es el que le hizo los dos goles a Riveren el Monumental en el ‘69, ¿no?”, le dijo el nieto al abuelo para demostrar que había estudiado historia.
l Cara de bronca de Vicente Pernía. Sale a anticipar hasta la mitad de la cancha y llega a destiempo y no se la banca porque mantiene el mismo amor propio de antaño. Eso sí: no pegó ni media patada en todo el tiempo que estuvo en la cancha.
l Abrazo de los hermanos Martín y Pablo Rojas al final del partido. Ingresaron faltando diez minutos y entre los dos hicieron los tres goles que dieron vuelta el partido que los jovatos perdían 5 a 3.
La última imagen fue de Rojitas. Con el corazón todavía al galope, ya cambiado, volvió a saludar a la gente y se fue abrazado al pibe que había debutado en el ‘63 (eso uno lo supo porque se lo dijo a uno el pibe que fue uno y que había estado en las tribunas aquel día del debut).
Casi nadie se dio cuenta del abrazo porque las sombras del ocaso lo tapaban todo.