Hay que ir al archivo para refrescar el pasado y recordar cuándo fue la última vez que tantos equipos grandes arrancaron el torneo poniendo primera y ganando el pique: Boca, River, San Lorenzo, Independiente; sólo le faltó a Racing una pizca de suerte para vulnerar a Banfield, cuando se paró para jugar de contragolpe.
Si existe algún cerebro central que maneja los resortes del fútbol argentino (y uno a veces está tentado a pensar que sí existe), debe estar la mar de satisfecho con los resultados de la fecha inicial de este Apertura (bueno, la mar no, faltó Racing...). Si algo le faltaba al fútbol oficial (y a los ratings de TV) era la presencia de los clubes más populares en primera línea. Y, todos juntos, hacía un rato largo que no se acomodaban en la cumbre.
Pero así como es imposible creer en la existencia de semejante plan preconcebido, sería también un ejercicio fútil extrapolar lo sucedido en esta fecha para predecir lo que va a acontecer con el fútbol en las dieciocho fechas que faltan. Pero sí se puede imaginar, a partir de algunos rendimientos mostrados este fin de semana, lo que podría suceder.
Imaginar, por ejemplo, que River va a levantar la producción futbolística, que resultó tan chata en el Monumental; o que Independiente podrá ganar más partidos, aunque no le concedan tantos penales; o que San Lorenzo no necesitará cometer equivocación alguna en el penúltimo minuto del partido para poder ganarlo en el último minuto. O que Boca sufrirá un poco más ante rivales menos bisoños que el que enfrentó ayer.
Se puede, entonces, imaginar que el fin de semana desgranó promesas que se cumplirán, quizás, a lo largo del Apertura. Como los 2,87 goles por partido que se convirtieron, aunque a la fecha le falten dos encuentros para darse por concluida.
Son sólo producto de la imaginación, claro que sí. La emoción en lo alto de la tabla y el fútbol bien jugado no siempre tienen el mismo significado.