Lun 19.08.2002
libero

Tiros libres

Tiros libres (el fútbol en cuentos, poemas y crónicas), se llama el libro que acaba de editar el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. Se trata de una selección dirigida técnicamente por Jorge Boccanera en la que juegan poetas, escritores, cineastas, músicos, ex futbolistas y periodistas de todos los tiempos.
La obra, que forma parte de la colección “Desde la gente”, contiene textos de Humberto Costantini, Osvaldo Ardizzone, Juan Sasturain, Roberto Santoro, Claudio Morresi, Jaime Roos, Drumond de Andrade, Eduardo Mignogna, Mario Jorge de Lellis, Eduardo Sacheri, Juan Villoro, Juan José Panno, Justo Piernes, Eugenio Mandrini, Juan M. Roca, Rafael Alberti, Gabriel Celaya, Jorge Valdano, Marcos Cezer, Claudio Tamburrini, Carlos Ferreira, Walter Saavedra, Claudio Cherep, Carlos Pereiro, Bernardo Verbitsky, Pedro Orgambide, Sebastián Jorgi y José de Thomas. A modo de muestra, Líbero eligió una crónica de Justo Piernes, un poema de Carlos Ferreira y fragmentos del diccionario del fútbol de Eugenio Mandrini.


N.N.

El muerto era mulato. Estaba allí en camilla del hospital suburbano. El médico firmó el acta de defunción:
–Sobredosis de alcohol.
Firmó y se fue. Quedó el enfermero, como última compañía del cadáver.
Burocráticamente llenó la ficha. Estatura: 1,73. Edad: 48 años, aproximadamente. Profesión: desconocida. ¿Filiación? N.N.
El cuerpo de N.N. quedó allí iluminado por la tenue luz de la lamparilla de 40 bujías. La tarjeta del enfermo colgaba de un piolín atado a su mano derecha. Ya amanecía. Fue el fin de un hombre, de un soldado de la sociedad, de esos millones con rostros parecidos.
¿Habrá sido pobre? Seguro, por la pinta. Fue niño. ¿Habrá tenido hermanos? Unos diez. No conoció a su madre. Sí a su padre, pero poco. Se había ido cuando él era chico. Su madre real no era la madre muerta sino su hermana mayor, que le llevaba 25 años. Promiscuidad, dirían los sociólogos. Y lo de siempre en el subdesarrollo. La pelota, su juguete. La escuela que no sirve porque había que trabajar en un ingenio azucarero cerca de la gran ciudad.
Así se hizo grande. Un muchacho que no leía ni escribía. Que jugaba al fútbol, lo único que sabía sin que nadie se lo hubiera enseñado.
Fue una parábola. Un rayo. La fama. Toda. La decadencia. Toda. La cara hosca de perder hasta el opio de la gloria.
–No, viejo. Ya sabemos quién sos, pero andate del boliche que ahuyentás la clientela.
–Si no supo guardar la tela que ganó, ¿qué quiere que le haga?
–Qué vagabundo. Otra vez le pegó a la mujer, pese a que lo mantiene y le paga la bebida –exclamó cien veces el comisario del barrio.
El N.N. se fue alejando del ruido. Cada vez más lejos, enterrado en el último suburbio. Lejos del centro. Lejos de su pago, al que no se atrevió a volver.
Estaba flotando en el medio de una sociedad que lo había coronado. ¡Qué distante estaba todo! Aquel recibimiento. La apoteosis sobre el carro de los bomberos. Una lluvia de papeles sobre él. El Presidente abrazándolo, como queriendo demostrar ante el pueblo que el crack era su amigo.
El país y el mundo lo admiró. Lo coronó rey. No supo aprovechar la fama. Jamás lo intentó. Sí quiso prolongarla hasta el éxtasis. Era su vicio. Era su oxígeno. El retrato de noches pasadas y plagadas de halagos.
Restaurantes que se abrían de par en par sin pasarle la factura. Taxis que se negaban a cobrarle el viaje. Fotógrafos ávidos de redescubrirlo vivo, aun después de su máximo esplendor. Mujeres rubias y perfumadas revolcándose con él en las camas de lujosos hoteles. Su vanidad fue colmada cuando le apareció un hijo sueco, producto de una de sus aventuras en Europa. Tenía asegurada su inmortalidad.
Nunca podría ser un N.N.
......
La tarjeta colgaba de su muñeca derecha. Un tosco hombre de la morgue apagó la luz que ya no hacía falta. Piadosamente le cubrió el rostro con una sábana.
–Alguien pasará a buscarlo.
N.N. volvió a quedar solo con sus sueños de gloria. Era un castigo. Justo él, un N.N. Justo él, que era saludado desde los ómnibus, desde los trenes, desde los ranchos de villas miserias, desde los balcones bacanes de los barrios residenciales.
N.N. se leía en la tarjeta iluminada por la primera luz del día en el barrio carioca de Bangú.
Por suerte, el muerto no podía leer.
Por suerte, Garrincha no sabía leer.

Justo Piernes


Especie
Arielis Ortegae
comúnmente conocido por Burrito
bichito testarudo juguetón
rara especie en peligro de extinción.
Se lo halla no mucho
en un remoto paraje que llaman Valle Alegre.
Por razones inexplicadas todavía
quien lo observa en acción
se ve forzado a gritar jujuy a cada rato.
No viola, no mata, no videla,
por suerte no massera ni en su propio jugo,
será obstinado, pero no cavallo.
Y juega burrito,
Total la gente siempre habla.

Carlos Ferreira


Diccionario del fútbol
AFA: acto preliminar. Se completa con FIFA.
Aguatero: es obvio: tero que anuncia agua.
Botella: desesperado mensaje arrojado por un prisionero de la isla de cemento//Manuscrito envuelto en vidrio que los jueces no tiene tiempo de leer porque no han tenido tiempo de esquivar.
Cabezazo: derivación de “cabeceo”. Sucede cuando la morocha elegida termina aceptando bailar con el rufián de al lado.
Callejón: los hay sin salida y sin entrada. Sin salida: cuando el señor Masa nos sorprende con las manos en su señora. Y sin entrada: cuando dicho señor, al otro día, nos cambia la cerradura.
Caudillo: ojo de la cerradura por donde miran los historiadores revisionistas.
Centro: tercera estrategia política que no pasa de dos: derecha o izquierda.
Cola: conjunto de náufragos que perdieron la tabla de salvación.
Contrato. Con treta.
Dirigente: mientras el músculo duerme, la ambición trabaja.
Field: Mujer field hasta el finald.
Foul: se pronuncia ful. La escalera real lo mata, la generala también.
Fulbito: equipo de fútbol de hasta un metro de altura.
Gambeta: arte de la diplomacia, del periodismo libre y de la ama de casa ante los precios de la feria.
Linesman: extraño y desesperanzado personaje que, parado en las esquinas, hace señales con una bandera. El denso tráfico urbano le impide, cada 45m, cruzar a la vereda de enfrente.
Masajista: boxeador fracasado. Astrónomo que nos hace ver las estrellas a cualquier hora del día.
Orsay: reiterada desubicación a la que no escapan ni los argentinos ni el país. El mismo Platón lo reconoció así cuando escribió: “El alma está en orsay, che bandoneón”.
Peinada: obra de ingeniería realizada a partir de los 40 años.
Pelota: mucha o poca, según las caras//”Se cayó del quinto piso y se hizo pelota” (frase popular)//Hincha.
Pelotazo: meteoro que vaya a saber Dios dónde cae.
Pisarla: perdone, abuela, no la vi.
Primera División: 1 dividido 1 igual 1.
Romperla: quimera del que sueña con doncellas.
Tablón: tablero de ajedrez para gigantes.
Taquito: militar argentino, también conocido por el seudónimo de Marianito Mores.
Tiro libre: angustia existencial de Tom Mix cada vez que, a punto de disparar sobre un villano, el sombrero le impedía la visual. No ocurre así con John Wayne quien, para evitar tales penurias, usa boina verde.
Tronco: exposición forestal presenciada por millares de entristecidos guardabosques
Zapatazo: del número 45 en adelante.

Eugenio Mandrini

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