Lunes, 19 de agosto de 2002 | Hoy
N.N.
El muerto era mulato. Estaba
allí en camilla del hospital suburbano. El médico firmó
el acta de defunción:
Sobredosis de alcohol.
Firmó y se fue. Quedó el enfermero, como última compañía
del cadáver.
Burocráticamente llenó la ficha. Estatura: 1,73. Edad: 48 años,
aproximadamente. Profesión: desconocida. ¿Filiación? N.N.
El cuerpo de N.N. quedó allí iluminado por la tenue luz de la
lamparilla de 40 bujías. La tarjeta del enfermo colgaba de un piolín
atado a su mano derecha. Ya amanecía. Fue el fin de un hombre, de un
soldado de la sociedad, de esos millones con rostros parecidos.
¿Habrá sido pobre? Seguro, por la pinta. Fue niño. ¿Habrá
tenido hermanos? Unos diez. No conoció a su madre. Sí a su padre,
pero poco. Se había ido cuando él era chico. Su madre real no
era la madre muerta sino su hermana mayor, que le llevaba 25 años. Promiscuidad,
dirían los sociólogos. Y lo de siempre en el subdesarrollo. La
pelota, su juguete. La escuela que no sirve porque había que trabajar
en un ingenio azucarero cerca de la gran ciudad.
Así se hizo grande. Un muchacho que no leía ni escribía.
Que jugaba al fútbol, lo único que sabía sin que nadie
se lo hubiera enseñado.
Fue una parábola. Un rayo. La fama. Toda. La decadencia. Toda. La cara
hosca de perder hasta el opio de la gloria.
No, viejo. Ya sabemos quién sos, pero andate del boliche que ahuyentás
la clientela.
Si no supo guardar la tela que ganó, ¿qué quiere
que le haga?
Qué vagabundo. Otra vez le pegó a la mujer, pese a que lo
mantiene y le paga la bebida exclamó cien veces el comisario del
barrio.
El N.N. se fue alejando del ruido. Cada vez más lejos, enterrado en el
último suburbio. Lejos del centro. Lejos de su pago, al que no se atrevió
a volver.
Estaba flotando en el medio de una sociedad que lo había coronado. ¡Qué
distante estaba todo! Aquel recibimiento. La apoteosis sobre el carro de los
bomberos. Una lluvia de papeles sobre él. El Presidente abrazándolo,
como queriendo demostrar ante el pueblo que el crack era su amigo.
El país y el mundo lo admiró. Lo coronó rey. No supo aprovechar
la fama. Jamás lo intentó. Sí quiso prolongarla hasta el
éxtasis. Era su vicio. Era su oxígeno. El retrato de noches pasadas
y plagadas de halagos.
Restaurantes que se abrían de par en par sin pasarle la factura. Taxis
que se negaban a cobrarle el viaje. Fotógrafos ávidos de redescubrirlo
vivo, aun después de su máximo esplendor. Mujeres rubias y perfumadas
revolcándose con él en las camas de lujosos hoteles. Su vanidad
fue colmada cuando le apareció un hijo sueco, producto de una de sus
aventuras en Europa. Tenía asegurada su inmortalidad.
Nunca podría ser un N.N.
......
La tarjeta colgaba de su muñeca derecha. Un tosco hombre de la morgue
apagó la luz que ya no hacía falta. Piadosamente le cubrió
el rostro con una sábana.
Alguien pasará a buscarlo.
N.N. volvió a quedar solo con sus sueños de gloria. Era un castigo.
Justo él, un N.N. Justo él, que era saludado desde los ómnibus,
desde los trenes, desde los ranchos de villas miserias, desde los balcones bacanes
de los barrios residenciales.
N.N. se leía en la tarjeta iluminada por la primera luz del día
en el barrio carioca de Bangú.
Por suerte, el muerto no podía leer.
Por suerte, Garrincha no sabía leer.
Justo Piernes
Especie
Arielis Ortegae
comúnmente conocido por Burrito
bichito testarudo juguetón
rara especie en peligro de extinción.
Se lo halla no mucho
en un remoto paraje que llaman Valle Alegre.
Por razones inexplicadas todavía
quien lo observa en acción
se ve forzado a gritar jujuy a cada rato.
No viola, no mata, no videla,
por suerte no massera ni en su propio jugo,
será obstinado, pero no cavallo.
Y juega burrito,
Total la gente siempre habla.
Carlos Ferreira
Diccionario del fútbol
AFA: acto preliminar. Se completa con FIFA.
Aguatero: es obvio: tero que anuncia agua.
Botella: desesperado mensaje arrojado por un prisionero de la isla de cemento//Manuscrito
envuelto en vidrio que los jueces no tiene tiempo de leer porque no han tenido
tiempo de esquivar.
Cabezazo: derivación de cabeceo. Sucede cuando la morocha
elegida termina aceptando bailar con el rufián de al lado.
Callejón: los hay sin salida y sin entrada. Sin salida: cuando el señor
Masa nos sorprende con las manos en su señora. Y sin entrada: cuando
dicho señor, al otro día, nos cambia la cerradura.
Caudillo: ojo de la cerradura por donde miran los historiadores revisionistas.
Centro: tercera estrategia política que no pasa de dos: derecha o izquierda.
Cola: conjunto de náufragos que perdieron la tabla de salvación.
Contrato. Con treta.
Dirigente: mientras el músculo duerme, la ambición trabaja.
Field: Mujer field hasta el finald.
Foul: se pronuncia ful. La escalera real lo mata, la generala también.
Fulbito: equipo de fútbol de hasta un metro de altura.
Gambeta: arte de la diplomacia, del periodismo libre y de la ama de casa ante
los precios de la feria.
Linesman: extraño y desesperanzado personaje que, parado en las esquinas,
hace señales con una bandera. El denso tráfico urbano le impide,
cada 45m, cruzar a la vereda de enfrente.
Masajista: boxeador fracasado. Astrónomo que nos hace ver las estrellas
a cualquier hora del día.
Orsay: reiterada desubicación a la que no escapan ni los argentinos ni
el país. El mismo Platón lo reconoció así cuando
escribió: El alma está en orsay, che bandoneón.
Peinada: obra de ingeniería realizada a partir de los 40 años.
Pelota: mucha o poca, según las caras//Se cayó del quinto
piso y se hizo pelota (frase popular)//Hincha.
Pelotazo: meteoro que vaya a saber Dios dónde cae.
Pisarla: perdone, abuela, no la vi.
Primera División: 1 dividido 1 igual 1.
Romperla: quimera del que sueña con doncellas.
Tablón: tablero de ajedrez para gigantes.
Taquito: militar argentino, también conocido por el seudónimo
de Marianito Mores.
Tiro libre: angustia existencial de Tom Mix cada vez que, a punto de disparar
sobre un villano, el sombrero le impedía la visual. No ocurre así
con John Wayne quien, para evitar tales penurias, usa boina verde.
Tronco: exposición forestal presenciada por millares de entristecidos
guardabosques
Zapatazo: del número 45 en adelante.
Eugenio Mandrini
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