Mujeres futboleras en Irán
Por Juan Pablo Bermúdez
Cosa rara el fútbol: su poder de convocatoria, su popularidad y su importancia son tan grandes en este principio de siglo que puede virar a una suerte de victoria social lo que en la cancha fue una derrota, digna pero derrota al fin y al cabo. Porque más allá de que no consiguieron clasificar por segunda vez a la instancia final del Mundial de Fútbol, la competencia eliminatoria fue, para Irán, una bisagra en su historia. El ingreso de mujeres al Estadio Nacional para el partido contra Irlanda por primera vez produjo una ruptura en algún lugar de las tradiciones y las leyes islámicas. Y aunque el grupo femenino era irlandés, de alguna forma fueron las mismas iraníes quienes lo lograron.
Hace rato ya que en Irán las mujeres vienen avisando que quieren cambiar las cosas. Cuando el país asiático le ganó a Estados Unidos 2 a 1, en el último partido de la primera ronda por el Mundial de Francia ‘98, una multitud salió a las calles de Teherán a festejar la victoria futbolística sobre el país al que consideran “el enemigo del mundo”. Y por primera vez desde la Revolución Islámica del Ayatolá Jomeini en 1979, las mujeres se unieron a la celebración cantando a viva voz y haciendo batir el acero de las cacerolas con ritmos de marchas de tribuna. Incluso hasta hubo quienes se animaron a quitarse el velo de la cara y unas pocas muy audaces se soltaron el pelo, actitudes que van en contra (pero muy en contra) de las rígidas normas impuestas por la revolución.
Semejante afrenta a las leyes del gobierno islámico no pasaron desapercibidas ni para los defensores ni para los detractores del sistema. “Si yo fuera un clérigo conservador, estaría temblando, porque las fuerzas de seguridad perdieron el control de Teherán durante cinco horas”, decía con irónica malicia un diplomático europeo que se encontraba en Irán como miembro de una comisión de la Comunidad Europea para el comercio exterior. La pérdida de control a la que aludía el político occidental era precisamente el comportamiento de las mujeres. Porque además de la transgresión, esa forma de actuar contribuyó a aumentar las discusiones entre los conservadores ortodoxos –liderados por el Guía Espiritual de Irán, el ayatolá Alí Jamenei– y los moderados, encabezados por el entonces recién electo presidente Mohamed Jatami.
La discusión entre las dos posturas continuó (de hecho continúa) siempre dentro de ese marco: el del debate político. Las mujeres no volvieron a tener una oportunidad tan clara para manifestarse de alguna manera y poco a poco las cosas parecieron volver a su cauce y las féminas a sus velos y a sus cabellos recogidos. Pero la participación de Irán en las eliminatorias disparó la seguidilla de reclamos disfrazados de festejos al punto tal que las escenas de mujeres bailando en las calles de Teherán pasaron a ser moneda corriente después de cada partido, ganaran o perdieran (con lo cual, además, demostraron que ante todo les importa el espíritu lúdico del deporte). Incluso en más de una ocasión el grito elegido para las manifestaciones fue “¡América, te amamos!”. Futbolísticamente hablando las cosas eran sencillas: si Irán ganaba, las mujeres se concentraban para festejar y alentar al equipo, si perdía, lo hacían para protestar por el resultado adverso. Y para que finalmente quedase en claro que el fútbol resultaba en definitiva una gran excusa para reclamar por otras cosas, en una de las últimas celebraciones seanimaron a vivar al hijo del difunto sha de Persia Reza Pahlevi, que vive en Estados Unidos (Pahlevi fue el sha derrocado por la Revolución de Jomeini).
Mientras los clérigos no salen de su asombro por este comportamiento, hay quienes le encuentran una explicación lógica más allá de las restricciones: “No hay nada sagrado para estos jóvenes que no han conocido ni al sha de Irán ni a Jomeini y mucho menos las atrocidades de la guerra contra Irak. Estos jóvenes en su infancia veían como normal a una madre que se maquillaba y a un padre que bebía alcohol, y ahora entran en contradicción con la normativa de un régimen que permite tomarse de las manos en los parques, pero prohíbe besarse o abrazarse”, le explicaba el analista Daryouch Abdali a un comentarista de France Press.
Claro que no todo es por la actitud de las mujeres. Cuando el 21 de octubre Irán perdió una gran chance de clasificarse directamente al Mundial al caer frente a Bahrein, muchos jóvenes, sin distinción de sexo, tomaron las calles de la capital y arrojaron piedras a los bancos y saquearon algunos establecimientos públicos. Y los mismos incidentes se produjeron después de la victoria frente a los Emiratos Arabes, cuando ganaron la chance del repechaje. Los diarios iraníes dijeron que esos actos se debían a “la fosa existente entre dos visiones de la sociedad”. El fútbol, otra vez, evidenciaba el enfrentamiento entre esas dos posturas y las mujeres nuevamente eran parte esencial de ello.
Después del primer partido del repechaje definitorio frente a Irlanda, en Dublín, en el que Irán perdió por 2 a 0, las mujeres se animaron si bien no a exigir sí a empezar a sugerir que querían ir a la cancha para alentar al equipo nacional. Las iraníes tienen prohibido el ingreso a las canchas de fútbol (no hay baños para ellas en los estadios) desde la revolución, pero la seguidilla de manifestaciones futboleras en la calles les dio ánimo. El gobierno de Jatami sabe que no puede modificar de golpe una normativa tan estricta, con lo cual tomaron una suerte de decisión salomónica: dejarían entrar mujeres por primera vez, pero a las irlandesas que viniesen a alentar a su seleccionado, aunque les prohibieron el consumo de alcohol (un duro golpe para las visitantes). Las iraníes, por ahora, deberán esperar.
Finalmente Irán consiguió el triunfo (ganó 1 a 0), pero no alcanzó. La diferencia de gol los dejó afuera de una clasificación que en algún momento parecía asegurada, pero que perdió de local frente a Bahrein. La esperanza de ingresar por tercera vez a un mundial (jugaron en Argentina ‘78 y en Francia ‘98) se quedó en la nada. De todos modos, a las mujeres mucho no les importó, porque otra vez ganaron las calles para festejar el triunfo en el partido y porque consideraron que habían dejado una muy buena imagen en el mundillo del fútbol. Por supuesto todas excusas para llamar la atención una vez más. Mientras la tan ansiada apertura social no se produzca y mientras conservadores y ortodoxos siguen con sus discusiones, las iraníes tendrán al menos al fútbol para mostrar que quieren cambiar las cosas.