CONTRATAPA
Menotti, el Dante y el túnel del tiempo
Por Guillermo Blanco
El que está hablando es César Luis Menotti, bajo su 1,86 de estatura, dentro de sus 86 kilos y esa virtud de estar siempre preparado para la reflexión distinta. Por eso en El Gráfico han decidido ir a verlo. “Hay que hacer la nota porque interesa lo que Menotti diga. Previo a la entrevista, está la creencia (también la esperanza) de que el rosarino será inteligente en su réplica a la inquisitoria periodística, pues su fútbol es inteligente.” (El entrecomillado es el resumen de lo que uno de los periodistas opinó para fundamentar su propuesta de la nota, parte de la cual se pasa a transcribir, bajo ese cielo canalla donde parece haber encontrado el lugar justo para expresar sus ideas.)
–...El fútbol me resulta fácil. Porque aprendí jugando. Y también viendo cosas tan importantes como jugar sin pelota, arrastrar gente, salir a buscar, moverme dentro del campo, cambiar permanentemente de frente. Y muchos otros fundamentos del juego completan el panorama del fútbol que siento e interpreto...
–¿Alguien modeló tus aptitudes?
–Debo ser sincero, por eso mis palabras podrían resultar dolorosas para muchos. Considero a la verdad imprescindible. La verdad debe destruir mitos. Quien me estimuló animándome a descubrir en la idea, en la improvisación, los secretos que el fútbol tiene ocultos, fue mi padre, que también jugó en Rosario Central, pero que en nada intervino para mi ingreso en el club; él falleció mucho antes de que esto ocurriera. Y más tarde, ya siendo jugador de Central, quien me ha guiado ha sido Miguel Angel Juárez. Con sus observaciones, sus críticas, sus comentarios, me fue puliendo a medida que se concretaba nuestra amistad. Además, viendo se aprende, cuando al mismo tiempo se analiza. En el fútbol, los defectos pueden quedar anulados porque la inteligencia del jugador, del jugador inteligente, permite que se vayan modificando.
Ahora es el momento de salvar un “error periodístico”, el de no haber aclarado de entrada cuándo, dónde y por qué se hizo esta nota. Porque podrían confundirse los tiempos, aceptándola como realizada en estos días de euforia centralista, de la victoria en el clásico rosarino, el triunfo en el Parque Independencia después de 22 años, de la delantera más goleadora y la punta del Apertura 2002.
Pero no: esta entrevista fue realizada a principios de setiembre, pero de 1962 (mil novecientos sesenta y dos, por si hubiera errores de tipeo), y se publicó en el número 2240 de El Gráfico, cuando la revista era sinónimo de deporte y la devastación aún no había tocado a su puerta. En estos días se cumplen apenas 40 (cuarenta) años. Por entonces, Menotti cumplía su tercera temporada como futbolista de Rosario Central y tenía 23 años que no se condecían en absoluto con la madurez reflexiva respecto de la media entre sus colegas. Había llegado al club de Arroyito luego de transitar una adolescencia apurada por ignotas canchitas pueblerinas,donde se ganaba los primeros e imprescindibles pesos para llevar a casa tras la muerte del padre.
Había sido probado en Vélez por Angel Perucca, pero se volvió a Rosario sin esperar el veredicto, enseguida le vendieron espejitos de colores prometiéndole un floreciente futuro italiano que nunca llegó, hasta que recaló en la escuela de Central, donde estaban alumnos de la talla de Manfredi, Pagani y el “Nene” Enrique Fernández. Un amistoso en Totoras, tres goles, el cambio de puesto (era 9 y lo retrasaron para arrancar desde el medio), y así se encaminó una carrera que luego siguió en Racing, Boca, The Generals, el antecesor del Cosmos, y el Santos.
Como detalle curioso, su currículum de futbolista incluye un partido y un gol con la camiseta de River, equipo al que fue “prestado” por Central para un partido que el equipo de Núñez jugó contra la Juventus de Sívori, a beneficio de los familiares del plantel del Torino caído en lo que se recuerda como la tragedia aérea de Superga.
Ahora que ya está develada la “trampa” temporal, la propuesta es seguir escuchando a un tipo tan imperfecto como cualquier ser humano que se precie de tal, pero con una defensa intelectual del fútbol a quien el tiempo –que coloca todo en su lugar– lo pone como uno de los referentes fundamentales para entender una manera de sentir el juego tan cara a la identidad.
El periodista Raúl Goro le ha preguntado si es partidario “de eso que denominan futbol moderno”...
–No, por mis características físicas entonces yo sería un jugador antiguo. Y no lo soy. Y admiro a un jugador con quien me encantaría jugar; digo su nombre, aun sabiendo que provocará reacciones: Norberto Menéndez. Es hábil, inteligente, toca la pelota “como los dioses” y va directamente a lo práctico. Lástima esas dos cosas que atentan contra su juego: la falta de reales intérpretes y su carácter. Menéndez es un jugador de todas las épocas. Y en la actualidad, quienes hablan de modernismo, preparan jugadores para la lucha, no para el fútbol.
–Seguí que vas bien...
–El fútbol jamás ha sido lucha o cosa parecida. Siempre lo contrario. Un alarde de habilidad de hombres en lo individual y hacia lo colectivo en conjunción de ideas. Hay una total equivocación que surge de la precariedad de recursos, de una gran parte de los técnicos que no se identifican con todo lo que en materia de fútbol se dice, se escribe, se trabaja y se ordena en los centros más importantes del mundo. Si mirando y analizando se logra aprender, cuánto más se aprendería leyendo, estudiando, perfeccionado sobre lo que en fútbol se experimenta continuamente (...)
Y a modo de cierre, como para que el lector vuelva al presente por el túnel del tiempo y analice, y compare, va el final de aquella nota publicada el 12 de setiembre del 62, cuando el fútbol seguía siendo en la Argentina mucho más que la pretensión oficial de un pretexto para no pensar.
–Sólo una escasa minoría de técnicos entre los que tiene responsabilidades están en la senda. El resto discute, discute y pierde tiempo precioso en intentos inútiles para ordenar algo que se pretende que es el fútbol, pero que la realidad no lo califica como tal. Ojalá yo pudiese ser, para un montón de muchachitos que en las inferiores de Rosario Central están mostrando condiciones, el consejero que primero fueron mi padre y después Juárez, a quien sigo admirando como jugador. Contra muchas opiniones, porque confirma el prototipo del futbolista casi completo como Menéndez.
Ya por entonces se insinuaba una tendencia que, 40 años después, sería mucho más que eso: la negación a la crítica, a la discusión de ideas, al crecimiento a través de la polémica profunda y no la bajeza del histrionismo barato que propone la pantalla boba. Desde el fútbol en sí, Menotti eligió transitar por el camino de una coherencia que hoy le representa como premio mayor el reconocimiento de la gran mayoría de los jugadores que tuvo bajo sus alas. Y en lo periodístico, ya desde aquellos tiempos también costaba defender ideas superadoras de la mediocridad. Si hasta en ese mismo número de El Gráfico se anunciaba la desvinculación de periodistas Dante Panzeri, quien había llegado allí en 1945, y desde entonces volcó en sus páginas todo el entusiasmo de su periodismo joven, la salud moral de sus convicciones y la prédica esclarecedora en todos los problemas del deporte y su vida institucional.