ABANDERADO DE UN ESTILO DE JUEGO
Si Estudiantes fue el mejor equipo del fútbol argentino en la temporada, su capitán se ganó por mérito propio el aplauso al talento, la rapidez y la pegada.
› Por Juan José Panno
En el año en el que Estudiantes se llevó los elogios de la prensa especializada como uno de los mejores equipos de la temporada, ganó la Copa Libertadores de América y estuvo a dos minutos de la consagración como campeón mundial de clubes, Juan Sebastián Verón sostuvo la bandera gracias a su talento, su rapidez mental y su vigencia.
En el año en el que la Selección Argentina anduvo desorientada sin saber qué rumbo había que tomar, la Brujita apareció como punto de referencia del camino perdido y se ganó el aplauso que contrastaba con las críticas a que se hacían acreedores sus compañeros y el cuerpo técnico.
En Estudiantes lo aman desde siempre. Nunca le reprocharon nada y le elogian su clase, su talento, la capacidad para manejar los hilos y erigirse en un entrenador dentro del campo de juego; en la Selección, en cambio, lo habían rotulado como uno de los principales responsables del fracaso en el Mundial de Corea-Japón, pero a fuerza de su juego brillante y de su entrega inclaudicable logró revertir con los años aquella imagen, al punto que se presencia con la albiceleste pasó a considerarse esencial.
En Estudiantes nadie olvida que ama al club; que desestimó ofertas multimillonarias para jugar la Copa Libertadores y el Mundial de Clubes; que juega en el equipo de La Plata a pesar de los atractivos múltiples que recibió para volver a emigrar. Para cuando decida colgar los botines, en el club platense le reservan los puestos de entrenador y/o manager y/o presidente del club.
Sus intenciones de aceptar una eventual conducción se ven venir desde lejos. Maradona lo deschavó cuando lo consultaron sobre las declaraciones de Verón después del triunfo contra Uruguay que significó la clasificación para el Mundial de Sudáfrica. En el mismo campo de juego, Verón había dicho que era necesario hacer una autocrítica y ver qué cosas se habían hecho mal. Maradona, después de pedir que la chupen, dijo sobre las declaraciones de Verón: “Sí, está bien, lo que pasa es que la Brujita quiere ser presidente de Estudiantes”.
Es un caso muy singular el de este crack. Juega como quieren que lo haga cualquier menottista de ley y suele formular declaraciones que endulzan los oídos de los bilardistas. Antes del partido de Estudiantes contra Barcelona en el Mundial de Clubes, por ejemplo, dijo que Estudiantes no se planteaba otra cosa que el triunfo y pidió que los que querían espectáculo fueran al teatro, no a la cancha. Si Estudiantes le hubiera ganado al Barcelona, aquella frase habría quedado como referencia de un modo de jugar que reniega de la belleza y de la estética. Curioso porque precisamente Verón es un adalid del pase preciso, el toque sutil, el remate brillante, la llegada en sociedad que deslumbra a los propios y padecen los rivales.
Maradona sabe muy bien cuánto le puede aportar Verón a este fútbol argentino alicaído, y seguramente le va a dar un lugar de relevancia en el plantel que el año próximo disputará el Mundial. Tiene bien ganada la posibilidad de enterrar definitivamente aquella imagen turbia de jugador entregado en aquel fatídico partido contra Suecia en 2002.
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