Luchar contra la corrupción en el deporte puede ser un noble objetivo, pero a Mario Goijman lo convirtió en un “homeless” al borde del suicidio. “Estoy muy enfermo, deprimido, con una diabetes fuera de control y arritmia cardíaca. Lloro todas las noches, esto fue demasiado para mí. Mi vida actual es una pesadilla. Voy a morir en pocos meses o mi depresión me llevará a que me quite la vida.” La impactante confesión forma parte de una carta que Goijman, ex presidente de la Federación Argentina de Vóleibol, envió desde Buenos Aires a la Federación Internacional de Vóleibol (FIVB), con sede en Lausana. No recibió respuesta alguna. “Esta mañana (por el viernes), diez personas atacaron mi casa con el propósito de expulsarme de ella. Intentaron llevarse todos mis bienes para depositarlos bajo custodia judicial, incluyendo mi ropa y mis computadoras. Desesperado, tomé un arma e intenté matarme en medio de un ataque de nervios.” El calvario de Goijman comenzó hace una década, cuando en medio de la crisis argentina avaló con sus bienes el Mundial de 2002, que fue un éxito deportivo, pero mortal para la economía del dirigente, que se enfrentó al por entonces todopoderoso presidente de la FIVB, el mexicano Rubén Acosta. “Como garante del Mundial 2002 estoy en una situación personal desesperada. Me arruiné, perdí mi patrimonio. Perdí toda mi fortuna en una lucha por la honestidad”, dijo Goijman, que hoy podría ser desalojado de su domicilio. “¿Por qué me odian tanto como para llevarme a la muerte?”, preguntó a la FIVB en su carta. “¿Hice algo contrario a las leyes o el espíritu del deporte? No puedo entender tanto odio.”
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