MOLINARI
› Por Ariel Greco
“Era jugarme a todo o nada, pero no me salió.” Con esa simple frase, el gimnasta Federico Molinari resumió el único momento amargo que vivió durante los Juegos Olímpicos de Londres. Es que aquella final del lunes 6 de agosto significaba el bonus track: su experiencia inolvidable había sido casi una semana atrás, el sábado 29 de agosto, cuando finalizó séptimo entre 68 atletas y se convirtió en el primer argentino finalista en una prueba de gimnasia, con una gran actuación en anillas, la especialidad en la que estuvo preparándose de manera especial para la cita olímpica y por la que resignó entrenarse en la prueba combinada.
Aquella final, como el mismo Molinari dijo, fue como jugarse un pleno al cero. El nivel de sus rivales lo obligaba a exigirse demasiado y a dar un plus si pretendía luchar por una medalla. “Quería clavarme en el piso fuerte, pero perdí el equilibrio”, graficó. “Sabía que si hacía una salida normal iba a tener una nota normal, que tal vez me hubiese permitido quedar sexto o séptimo. Pero quería estar cerca de la zona de medallas y por eso me la jugué”, aseguró el gimnasta de San Jorge en aquella oportunidad. El tropezón en la salida significó un magro puntaje de 14,733 que lo relegó al octavo lugar, pero que no opacó en nada su sueño hecho realidad.
El acceso a la final de este profesor de educación física que desarrolla sus labores en el Cenard no había sido sencillo. Al ser uno de los primeros atletas en llevar a cabo su rutina, con la que quedó en el primer lugar provisional, debió esperar su ubicación en la etapa final con una paciencia oriental. Tras la primera tanda, el tercer puesto parcial con 15,333 puntos lo dejaba a la expectativa. Todavía quedaban 44 gimnastas para meterse entre los ocho. “Gente, hice lo mejor que pude. Estamos en la pelea. A esperar hasta la tarde para ver qué pasa”, escribía en aquel momento en su cuenta de Twitter. Tras la segunda subdivisión, se mantenía quinto. Y para el cierre de la tarde, el séptimo puesto le garantizaba cumplir la hazaña de ser finalista olímpico, logro que el propio Federico, que tiene un ejercicio patentado que lleva su nombre, asegura que no se lo imaginaba ni en los sueños.
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