Por Daniel Guiñazú

Pablo Chacón se anotó una nueva victoria, la 46ª de su carrera. Pero en esta línea no hay ningún trazo de emoción y brillantez. Tenía que ganarle al zurdo colombiano Esteban de Jesús Morales porque así debía ser. Y le ganó por puntos en fallo unánime haciendo de la pelea un trámite cuasi burocrático. El mendocino no entusiasmó ni se entusiasmó casi nunca. Por eso, la amplitud que su triunfo supo conseguir en las tarjetas de los jurados y los observadores no tuvo relación con el eco que su tarea levantó en las tribunas del estadio de la FAB. Lo recibieron con tímidos aplausos a Chacón. Lo despidieron con un murmullo que mezcló indiferencia y desaprobación en partes casi iguales.
Y conste que no estuvo nada mal el ex campeón mundial OMB de los plumas. Pero su calidad obliga a elevarle el listón de la exigencia más alto que a cualquier otro boxeador argentino. Y es ahí donde empiezan a surgir las interferencias. Chacón está en condiciones de dar mucho más de lo que dio en la madrugada del domingo. Y como no lo da porque regula más de la cuenta, porque es discontinuo, porque lanza menos golpes de los que debería y porque suelta su calidad con cuentagotas, el público no se enamora de él y la cátedra se queda con gusto a poco en su paladar siempre inconformista. Algo aparece claro a la hora del análisis: después de haber sido campeón del mundo, los tiempos se han acortado para Chacón. O enamora o defrauda. No parece haber escalas intermedias a esta altura de su campaña.
Los 61 kilos con que Chacón subió al cuadrilátero condicionaron su tarea en forma decisiva. En ese peso, dos kilos por encima del límite de su actual categoría, la superpluma, el mendocino no tiene ni la velocidad ni la fuerza con que suele marcar diferencias y su mano carece de poder. Le pegó mucho a Morales, un liviano hecho y derecho que alguna vez fue campeón colombiano de los supergallos. Pero nunca alcanzó a conmoverlo. Chacón alternó su derecha cruzada arriba con sus reconocidos ganchos de zurda abajo y Morales le soportó toda esa artillería sin complicaciones.
En el 9º round, liberó todo su repertorio con impecables derechas ascendentes y cruzadas y profundos ganchos a los planos bajos, y el colombiano dio la impresión de estar al borde del quebranto. Después, Chacón volvió a lo de antes: un monólogo monocorde sin prisa y con pausas, que le permitió llegar al triunfo (99 a 90,5 en la tarjeta de Líbero), pero no al corazón de la gente.
¿Qué será de la vida de Chacón luego de esta pasada por Buenos Aires? Su manager, Osvaldo Rivero, está a punto de cerrar trato con el promotor Ricardo Maldonado para que el mendocino pelee a 10 rounds ante el mexicano Marco Antonio Barrera. Barrera es el mejor pluma del mundo, pero, curiosamente, no es campeón de ninguna de las entidades más importantes. Si el combate se confirma, Rivero se llevará a Chacón a entrenarse al exterior. Quizás el calor húmedo y pegajoso de Panamá pueda ayudarlo a Chacón a consumar el milagro: ceñirse dentro de los 57,152 kg, límite del peso pluma, algo que hoy día, si no imposible, resulta muy difícil.
Chacón no está convencido de hacer el esfuerzo. Pero dijo que exprimirá su físico porque una hipotética victoria ante Barrera lo instalará en la primera línea del boxeo mundial. Pero no es esta pelea la que le hace tintinear el alma al mendocino. Jorge Rodrigo “la Hiena” Barrios declaró –inmediatamente después de anunciarse su combate ante el brasileño Acelino “Popó” Freitas, el 9 de agosto por el título AMB-OMB de los superplumas– que, de ganar, le dará la primera chance a Chacón. Si eso sucede, el mendocino encontrará la motivación que, a veces, parece faltarle y tendrá, quizás, la última oportunidad de su carrera para hacer las cosas bien y para darle curso a un talento que nadie discute, pero que Chacón se empeña en retacear de puro vago nomás.