VIGENCIA Y FANTASMA DEL DELITO TABU QUE ENRARECE EL CLIMA DE LA COMPETENCIA EN EL FUTBOL ARGENTINO
“Tengo un incentivo para ustedes, son cinco mil”
El intento de soborno del que fue objeto el árbitro Luis Bongianino en Comodoro Rivadavia –criteriosamente manejado por el referí, que consiguió desenmascarar a quien intentó la maniobra– actualizó el tema, un mal endémico en el fútbol argentino. El testimonio de Guillermo Marconi, titular del Sadra, y de otros memoriosos, ratifican la posible existencia de una organización que va más allá de clubes e interesados ocasionales.
› Por Gustavo Veiga
Como una mancha de petróleo que se esparce sobre el mar, la sospecha de que el soborno es una práctica acostumbrada en el fútbol argentino contamina el medio ambiente. La denuncia que formuló el árbitro Luis Bongianino el sábado 2 de mayo en Comodoro Rivadavia ha disparado otras imputaciones, aunque éstas no llegaron a la Justicia como aquélla. “Hay una industria del soborno”, afirmó Guillermo Marconi, secretario general del Sadra, uno de los gremios que reúne a los jueces. Ese comentario se apoya en una lista de tres sobornadores que tiene en su poder el ex referí y abogado, y que brindarían sus servicios a clubes diferentes. Da la impresión de que el delito tabú entre todos los que se cometen en el fútbol nunca cesó, y sobre todo en los torneos regionales. “En la década del ‘80 eran muy comunes los intentos de soborno”, recordó Carlos de los Santos, ex secretario general de la Asociación Argentina de Arbitros. La diferencia con episodios del pasado más o menos reciente es que el caso no exento de aplomo y valentía que Bongianino relató ante un juez posee todos los elementos indispensables para inculpar a Jorge Alberto Farías, el hombre acusado de intentar torcer la voluntad de aquél a cambio de 4800 pesos, para beneficiar a la CAI (Comisión de Actividades Infantiles) en un partido ante San Martín de Mendoza por el torneo de la B Nacional. En la AFA hay una lógica inquietud por el tema y algunas fuentes aseguran que Julio Grondona está tan preocupado como ansioso por conseguir que este hecho se esclarezca. Del desenlace de esta historia dependerá, en buena medida, que no se aseste un golpe demoledor a la credibilidad en el juego, que ya viene vapuleado por su inveterada violencia, problemas organizativos muy añejos y diversas corruptelas.
La declaración de Bongianino ante el Tribunal de Disciplina de la AFA es precisa y no admite dobles lecturas. Este árbitro que dirige en el ascenso y también lo hizo en Primera División, que vive en la Capital Federal y alguna vez tuvo una agencia de loterías, estuvo a punto de abandonar la actividad por problemas personales. Sus tribulaciones comenzaron la noche del 2 de mayo en el hotel Austral de Comodoro Rivadavia.
“Un empleado maletero le dice al señor Guzmán (Guillermo), inspector de AFA, que se encontraba en el lobby un señor de apellido Bustamante que necesitaba hablar con Bongianino. El señor Guzmán se acerca al desconocido Bustamante y le pregunta qué necesita. Este le reitera que desea hablar con el señor Bongianino. Camino a las habitaciones, y tras dejar nuestras pertenencias, el señor Guzmán me comenta que este hombre me esperaba para hablar conmigo y que había ido a la avenida La Plata, mi anterior domicilio, y que no me había podido ubicar...” Así inició su testimonio el referí ante el Tribunal. Ya había hecho lo propio en el despacho del juez chubutense José Rago, a cargo de la causa caratulada como cohecho pasivo, delito contenido en el artículo 24 de la Ley Nacional del Deporte Nº 20.655.
La pena va de un mes a tres años de prisión y se contempla para quien “por sí o por tercero, ofreciere o entregare una dádiva, o efectuare promesa remuneratoria, a fin de facilitar o asegurar el resultado irregular de una competencia deportiva o el desempeño anormal de un participante en la misma. La misma pena se aplicará al que aceptare una dádiva o promesa remuneratoria...”.
Cayó como un chorlito
Cuando Bongianino se enteró de que el falso Bustamante –en rigor, Jorge Alberto Farías– había ido a buscarlo a un domicilio porteño donde ya no vivía, decidió bajar al lobby del hotel acompañado por sus dos árbitros asistentes: Carlos Celano y Marcelo Negrete. “Una vez allí, charlamos con este sujeto unos minutos, quien además nos invitó a tomar algo y no aceptamos. Comentándonos que por favor, y a pedido de amigos que están en la dirigencia de la CAI, que no lo matáramos en la cancha, que peleaban el descenso y otras cositas más, tipo ayuditas. A lo que le contestamos parasalir del paso que se quedara tranquilo, que si la CAI tenía que ganar iba a ganar, que si tenía que empatar iba a empatar y que si tenía que perder iba a perder. Nos levantamos y cuando nos íbamos a retirar, este sujeto se pone de pie muy nervioso y nos dice: ‘Tengo un incentivo para ustedes, es en efectivo, son cinco mil y los tengo acá’, tocándose el bolsillo del sobretodo...”, continuó su relato el denunciante. En ese instante del diálogo, Bongianino, sus colaboradores y Farías fueron interrumpidos por representantes de la liga local. Acordaron entonces volverse a encontrar al día siguiente, el sábado 3, a las 12 y en el mismo lugar. La terna arbitral ya había decidido contactarse con la Policía Federal y tenderle una celada al obsequioso personaje. A las 8 de la mañana, un subcomisario de apellido Gentile escuchó por espacio de dos horas a los tres referís, averiguó cuál era el juzgado de turno y los condujo en un patrullero a la seccional 1ª de Comodoro Rivadavia. Allí fueron recibidos por el comisario Jorge Detlof, quien derivó la investigación en una brigada a cargo del subcomisario Leonardo Bustos. Policías y árbitros se dirigieron al hotel casi sobre el límite del horario acordado con Farías, se ubicaron en posiciones estratégicas y con una cámara de video filmaron el operativo que concluyó con el sobornador esposado.
Una vez que finalizó el partido ganado por la CAI 3 a 1, Bongianino amplió la denuncia y recibió el siguiente comentario de otro subcomisario, Fabián Tillería: “Estuvo en la comisaría un abogado, que dijo ser de la CAI, para interiorizarse del tema...”. No se difundió el nombre de ese letrado, pero sí se conoce quién es el defensor de Farías: el doctor Martín Montenovo. Al imputado no le habría costado demasiado conseguir asistencia legal porque, según trascendió, sería “gestor de un importante estudio jurídico en Buenos Aires”. De unos 50 años, bien vestido y con domicilio legal que habría fijado en el barrio de La Boca, el hombre al que sorprendieron in fraganti no sería un improvisado en sobornos. El juez Rago comprobó que viajó el 20 de abril a Córdoba en ocasión del encuentro que Instituto le ganó a la CAI por un 1 a 0 con el arbitraje de Juan Carlos Rodríguez Rojas.
Los buscas
Marconi sostiene que “los sobornadores son buscas, no tienen vínculos estrechos con los dirigentes, pero el dinero que mueven es demasiado. En el interior del país quizá se manejen más libremente, pero el problema está en todos lados”. El máximo directivo del Sadra agregó: “No es fácil conseguir pruebas y yo no quiero decir algo que después no pueda corroborar ante la Justicia”. Sin embargo, Marconi contribuyó a instalar la sensación de sospecha generalizada cuando aseveró que en el torneo Clausura de Primera División “hubo otro intento de soborno a un árbitro”. Consultado por Líbero, se excusó de precisar a quién se refería, pese a que una versión dio cuenta durante la semana pasada que el episodio se había registrado en Bahía Blanca. El domingo 4 jugaron allí Olimpo y Gimnasia; venció el equipo platense por 3 a 2.
El 9 de febrero de este año sí quedó la constancia de una tentativa de soborno en el partido que por el torneo Argentino A disputaron Estudiantes de Río Cuarto y Alianza de San Juan. A Eduardo Soto, el árbitro, le dejaron un sobre con dinero en la recepción del hotel donde estaba alojado. Hizo la denuncia policial y también ante el Consejo Federal que depende de la AFA, pero hasta hoy no se encontró al generoso traficante de resultados.
“Era terrible lo que pasaba en los regionales hace unos años. Muchos casos no trascendían porque los árbitros los afrontaban de otro modo. A lo guapo rechazaban insinuaciones o llamados. Esos hechos reflejan una forma de hacer política. Como un apriete que me ocurrió a mí en Rosario de la Frontera, Salta, en el que me pegó un diputado provincial. Ahora estos temas trascienden más gracias al periodismo”, evoca De los Santos. A principios de la década del ‘90 hubo un intento de soborno a un juez de Primera División que hoy está retirado y se desempeña en un área de la Escuela de Arbitros. El sujeto que quiso consumar el delito viajó desde la provincia de Tucumán hasta La Plata para concretar su propósito en vísperas de una semifinal decisiva por el ascenso del entonces llamado Nacional B a la máxima categoría. Jugaban San Martín y Atlético, los dos grandes de la provincia. El ex referí formuló la denuncia y antes de tomar la decisión de controlar el clásico tucumano les notificó del caso a Julio Grondona y Julio Romo, presidentes de la AFA y del Colegio de Arbitros, respectivamente, y hasta al propio secretario de Deporte de aquella época, Fernando Galmarini.
Pases de factura
La Asociación Argentina de Arbitros, el gremio más antiguo del fútbol argentino, cuestionó el jueves pasado el modo en que Marconi desde el Sadra manejó el espinoso tema del soborno. Definió en un comunicado que sus expresiones fueron “imprecisas y ambiguas” y puso a “disposición de la Justicia ordinaria y de los tribunales deportivos que correspondiere a la totalidad del plantel de árbitros de nuestra entidad a efectos de profundizar la investigación, clarificar procederes y salvaguardar el buen nombre y honor de cada árbitro involucrado, y por ende el de la propia institución”.
El Sadra había dado a conocer su propio comunicado dos días antes en el que hacía saber a los árbitros que “existen inescrupulosos y delincuentes que están haciendo de este quehacer una profesión”. En otro de los cinco puntos del texto también recomendaba “a todo el plantel arbitral sumo cuidado en sus movimientos pre y post-partidos a efectos de evitar malos entendidos”.
En la AAA recelan de Marconi desde años. Con certeza se puede afirmar que desde el mismo momento en que abandonó la asociación para fundar su propio sindicato, nutrido básicamente de jueces provenientes del interior del país y que le permitieron a la AFA aventar amenazas de conflictos con el otro gremio. Los adversarios del referente que lidera el Sadra, periodista y reciente candidato en las elecciones por el partido Demócrata Cristiano, se preguntan por qué salió ahora a denunciar casos de soborno sin dar precisiones. Sugieren que algo extraño hay detrás de esa actitud. En lo único que coincidieron ambas entidades es en destacar la conducta de Bongianino, quien está afiliado a la AAA. El árbitro que dejó en una situación embarazosa a los dirigentes de la CAI hasta fue ovacionado por sus compañeros cuando retomó los entrenamientos el martes 6. Y mañana deberá volver a declarar ante el Tribunal de Disciplina de la AFA.
Mientras tanto, en Comodoro Rivadavia hay un juez que debe investigar una tentativa de soborno con pruebas que parecen contundentes, aunque hasta ahora no sucede lo mismo con los supuestos instigadores, si los hubiere. Ocurre que hay demasiados cabos sueltos. Un pedido de reserva a nombre de la AFA en el hotel Encinas –donde se hospeda la CAI– para el acusado Farías. Las relaciones que se atribuye el detenido –el juez Rago le denegó la excarcelación el jueves pasado– y que los dirigentes del club chubutense niegan. El extraño viaje a Córdoba para la fecha en que la CAI visitó a Instituto de esa provincia. Y la seguridad con que operó el sobornador a plena luz del día y ante varios testigos. “Sinceramente, el tema se me escapa de las manos”, le confesó Carlos Peralta, el presidente de la CAI, al diario Crónica de Comodoro Rivadavia. “Es una burda maniobra”, sentenció José Raúl Pierángeli, el titular de la liga que viajó a Buenos Aires para exponer su punto de vista ante la AFA.
Si se abonara la hipótesis de que Farías es un eslabón menor de una cadena de complicidades, el desenlace de la historia aún estaría demasiado lejano. O quizá no, si el acusado se quiebra o las pistas conducen hacia los autores intelectuales de la tentativa de soborno. Tentativa frustrada que le ofrece al fútbol una nueva oportunidad de depurarse. Y para que lodeshonesto no sea un estilo rutinario de vida, diría Dante Panzeri.