Lun 09.06.2003
libero

GOLEADA CON FINAL DE TOQUE Y LUJOS ANTE SAN LORENZO

River primero jugó a nada y después las hizo todas

El cuadro de Pellegrini primero hizo dos goles y después los justificó. Y más que eso: remató su actuación con brillantez. San Lorenzo fue más agresivo en la primera parte, pero no le generó situaciones de riesgo a Costanzo. Cavenaghi abrió el marcador en el final del primer tiempo y Lequi, D’Alessandro y Pereyra completaron la goleada.

› Por Juan José Panno

Cuando terminó el primer tiempo, el locutor de la voz del estadio anunció los resultados generales de la fecha y terminó así: “Y aquí, en el Monumental, River 0 - San Lorenzo 0”. No se sabe si el hombre se había quedado dormido (lo que sería muy comprensible teniendo en cuenta las características del juego), si estaba anunciando el resultado que le parecía más adecuado (lo cual lo convertiría en un cronista imparcial) o si simplemente se había equivocado, sin considerar el gol que había marcado un minuto antes Cavenaghi. En realidad, el primer tiempo fue en sí un gran error (errores en los pases y de concepción, en los jugadores; error de haber ido a la cancha a chupar un frío polar, en los espectadores), pero se había cerrado con un acierto que resultaría clave para explicar el resultado final: el toque del 9 de River debajo del arco que sirvió para calmar los nervios, levantar el ánimo y abrir un hueco para el fútbol que se filtraría después. El segundo gol, que marcó Lequi con un cabezazo después de un tiro libre que ejecutó bien D’Alessandro, abrió definitivamente las puertas del fútbol y River armó un festival de toque y ole que se coronó con dos golazos de D’Alessandro y Pereyra.
La historia del partido hay que dividirla, entonces, en dos períodos: AG (antes de los goles, o edad de troncos) y DDPG (después de los dos primeros goles o edad de piedra pulida).
En la era de troncos surgieron nítidamente estas especies: Coudet, que no pesó nunca; D’Alessandro, que dio muchísimos pases a los rivales y pareció perdido, hasta desconcentrado y provocó más de un murmullo de fastidio; Claudio Husain, que pegó y nunca fue salida; Fuertes, que no la tocó; Lucho González, que se mandó un par de pifiadas fieras; Costanzo, que sacó todas mal desde el arco; Zurita y Zabaleta que insinuaron más de lo que produjeron; Astudillo, que no hizo ni una bien; y Chatruc, que parecía que la rompía, pero la verdad es que en los momentos decisivos se equivocaba siempre. En ese tiempo, el primer remate al arco fue de Chatruc a los 23 minutos y el primero de River fue de Cavenaghi a los 40m. Sólo Michelini, que anduvo fenómeno en San Lorenzo, y la línea de cuatro de River trataban de compensar tanto desatino. En ese período, San Lorenzo manejó la pelota y el terreno, fue superior, pero nunca encontró variantes cuando se acercó al área rival.
En la era de la piedra pulida brillaron D’Alessandro, que redescubrió la “boba”, creció, dio pases de gol y metió el propio en una buena jugada conjunta; Cavenaghi, que se sumó al circuito de toque; Ludueña que aportó frescura; Lequi, que además de controlar a todos los que tuvo que marcar subió con mucho criterio a posiciones ofensivas; Guillermo Pereyra, que metió un golazo de emboquillada, con un remate de notable precisión; y Michelini, que siguió jugando y luchando contra todos los rivales y contra la inercia de sus propios compañeros, deprimidos con los goles y el ole que caía desde las tribunas.
Queda claro hacia dónde irá a parar San Lorenzo si sigue jugando como ayer; no queda claro, en cambio, el lugar que tendrá River en la historia que viene.

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