Lun 07.07.2003
libero

EL MISTER

Carlos Queiroz ha pasado de un casi completo anonimato a ser considerado el entrenador más envidiado por sus colegas de todo el mundo, desde que se hizo cargo del Real Madrid de los “galácticos” Ronaldo, Figo, Zidane y Cía., al que acaba de sumarse David Beckham.

El Pais, de Madrid
Por Jose Simano

Desde que Jorge Valdano, el director general del Real Madrid, le telefoneara para saber si aterrizaría de inmediato en el banco blanco, la vida de Carlos Queiroz, portugués, 50 años, licenciado en Educación Física, ha dado un vuelco lunar. Se lo ve frenético, con el tiempo justo para atender a los medios mientras despacha con el propio Valdano, conversa con Ramón Martínez, el encargado de la cantera, y se cruza con Florentino Pérez, el presidente.
En las oficinas del estadio Santiago Bernabeu aún precisa linterna. Al fin y al cabo, hace muy pocos días que tomó posesión del cargo más relevante de su carrera profesional. Un reto mayúsculo con el que no contaba. Tan repentino que tendrá que estudiar duro todo el verano. Como deberes, el Madrid ya le había preparado un largometraje con videos del equipo que él despachó hacia Lisboa. Allí, encerrado en su videoteca particular, sacó las primeras conclusiones.
–¿Es usted un entrenador moderno?
–Eh... Si respondo a esta cuestión, estaré contribuyendo a una situación que no tiene fundamento. El progreso se construye siempre con renovación, imaginación y persistencia. Esta es la base del éxito. Podríamos decir que siempre que hay éxito hay modernidad y, por tanto, todos los que participaron del éxito estuvieron en la modernidad.
–Usted no tiene un currículum rebosante de títulos, ni mucho menos. ¿Cree que ello lo pone en una situación de desventaja ante la hinchada?
–No, no. Mire, llevo más de 23 años entrenando y hay que ver que estuve en tres en los equipos nacionales de Portugal, dos en la selección de Sudáfrica, uno en la de los Emiratos Arabes, así como ocho meses con la Federación de Estados Unidos... Y, claro, en esos equipos no hay trofeos que ganar. Pero cuando clasificas a una selección para la Copa del Mundo o para la Copa de Africa y cumples tus objetivos, es como ganar títulos. Cuando llegué, el Sporting de Lisboa llevaba más de 16 temporadas sin lograr nada y en sólo dos construí un equipo. En la primera campaña fuimos los segundos en la Liga y finalistas de la Copa ante el Oporto. En la segunda ya ganamos la Copa. Además fue un trabajo muy difícil, porque cada año vendíamos jugadores: Paulo Sousa, Figo, Balakov... Es bueno que la gente sepa lo que ha pasado en mi trayectoria con los clubes. Con el equipo japonés de Nagoya, que siempre era el cuarto o el quinto, gané la Supercopa. Por lo tanto, en todos los clubes cumplí por encima de los objetivos fijados y terminé muy satisfecho.
–En su trabajo como técnico prima la preparación física y la disciplina...
–No, no, no... Para nada. Mi primer enfoque de un entrenamiento es todo el trabajo de naturaleza táctica y técnica. Esa es la base del fútbol, aunque hay que hacerla siempre con orden e intensidad. Significa que para el desarrollo táctico y técnico hay que tener capacidades físicas, pero con racionalidad, simplicidad y objetividad. A eso algunos lo llaman disciplina. Pero soy fundamentalmente un amante de la libertad en la toma de decisiones y de la creatividad en el juego. Es lo que te concede un espacio para la renovación y la evolución del juego. La disciplina se puede confundir con una idea prefijada del juego y yo estoy en contra de eso.
–En el Manchester United es donde más megaestrellas ha tratado, pero tenía el paraguas de sir Alex Ferguson. En el Madrid será, en cambio, la primera espada. ¿Lo asusta?
–No, porque mi trabajo en el United era entrenar diariamente a los jugadores. Mi responsabilidad era su preparación en todas las facetas. Era una metodología diferente de nuestra tradición continental. En Inglaterra, el manager es el estratega, el hombre que toma las últimas decisiones. Gracias a Dios, en mi camino me he cruzado con grandísimos jugadores y por eso siento pasión por ellos. Me gusta desmitificar un poco, porque ladimensión que se publica de las personas no es la misma que la que tienen en el vestuario. Siempre digo que, si tuviesen la misma dimensión, no pasarían por la puerta del vestuario. Son muy grandes para la prensa, pero las puertas de un vestuario son iguales para todos. Por ellas sólo caben humanos. Y todos tenemos una palabra común: el profesionalismo.
–Usted, que es tan detallista, entrenó a Beckham a diario. ¿Puede jugar como cinco?
–Tiene grandes cualidades y recursos técnicos, pero... Mire, mi función en el Madrid no es opinar y generar discusiones. A mí lo que me compete es tomar las decisiones finales. Por ellas seré juzgado. No quiero especular con opciones. Armonizaremos las mejores soluciones para el equipo.
–Tiene pocos jugadores en la defensa y, hasta la fecha, el club nunca ha querido reforzarla.
–En el fútbol siempre aplico una máxima: cuando no tienes perros, cazas con gatos; pero, si tienes perros, no necesitas gatos.
–¿Qué defectos le vio al Real Madrid cuando se enfrentó contra ellos esta temporada con el Manchester?
–No hay equipos perfectos. Pero lo cierto es que al Madrid es difícil buscarle los puntos débiles.
–En los últimos tiempos, el fútbol se ha despojado de su lado más sentimental. Hay menos compromisos con la camiseta y, por contra, mayores intereses comerciales, mercantiles... ¿Está de acuerdo con eso?
–El fútbol de hoy no es el de ayer y tenemos la obligación de conciliar los intereses de todos. Ignorar a los que pagan el espectáculo sería una estupidez. No puede ser. Pero hay que decir que, en primer lugar, esto es un espectáculo. Conviene no olvidarlo nunca.

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