Lun 25.01.2016
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OPINIóN

El cinismo se viste de blanco

› Por Diego Bonadeo

Poco más de cien años atrás, en 1912, durante los Juegos Olímpicos de Suecia, el indio norteamericano Jim Thorpe ganó prácticamente todo lo que se podía ganar en aquella época en las pruebas de atletismo. Poco después se descubrió que había jugado al béisbol profesionalmente y entonces se le quitaron las medallas que había ganado en Estocolmo.

Quizás aquel episodio haya sido el más conocido entre los que antecedieron a situaciones irregulares posteriores.

Pero sobornos a dirigentes deportivos para favorecer países y/o ciudades en la organización de competencias diversas, se fueron convirtiendo en moneda corriente, y en los últimos meses lo sucedido en la FIFA, y más recientemente con el “sinceramiento” de partidos de tenis de primer nivel internacional “arreglados” por imperio de las apuestas, convierten la leyenda de Jim Thorpe en un episodio casi ingenuo.

El flagrante engaño a los consumidores de competencias deportivas en todo el mundo, tanto entre los asistentes a los partidos como a los televidentes o simplemente entre quienes se enteran por las noticias, llevan a pensar en el cinismo que encierra que, por ejemplo en Wimbledon, sea obligatoria la vestimenta íntegramente blanca, como si se tratara de palomas y palomos de la paz o novias vírgenes y no de varones y mujeres que ganan fortunas por jugar al juego que mejor juegan y que seguramente alguna vez fue el que más les gustó.

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