LUIS AMARANTO PEREA, FUTURO IDOLO
Bendecido por Serna
› Por Facundo Martínez
A juzgar por los aplausos, la aprobación y el reconocimiento, se puede decir que en Boca se está gestando un romance que promete dar buenos frutos: el del colombiano Luis Amaranto Perea y los hinchas. Y pudo ser amor a primera vista, porque desde el día que Perea hizo su debut oficial –fue en el amistoso que Boca empató 1-1, con el equipo alternativo, ante el Betis, en España–, el defensor se metió en el corazón de los boquenses. Ese día fue la figura del conjunto de Carlos Bianchi y hasta sorprendió a los españoles por su velocidad y su técnica, al punto que no faltaron quienes le auguraron un pronto futuro en Europa.
Procedente de Deportivo Independiente de Medellín, donde debutó en el 2000, con 20 años, Perea llegó a Boca recomendado por otro colombiano: Mauricio Serna, ídolo indiscutido durante la primera etapa de Bianchi al frente del equipo de la Ribera. Fue el propio Chicho quien llamó al presidente del club, Mauricio Macri, y le habló de su compatriota, a quien lo había enfrentado una sola vez en un encuentro entre el DIM y la selección colombiana. Después, cuando la operación comenzó a tomar forma, Serna se encargó de aconsejarlo, como el Viejo Vizcacha: “Dedicate a jugar al fútbol y cuidate. Si cumplís con eso, vas a triunfar”, le dijo.
El defensor llegó a Boca junto a los otros refuerzos del equipo: el brasileño Iarley y el colombiano Fabián Vargas, pero por su posición la tenía más difícil que los otros dos, aunque eso no le impidió ir de menor a mayor hasta convertirse en la primera opción de recambio de la última línea, incluso desplazando del banco al bueno de Diego Crosa. Seguramente, sus buenas actuaciones en los partidos que Boca disputó por la Sudamericana, y los minutos que fue acumulando en el torneo local, le alcanzaron para ganarse la confianza del entrenador, quien no sólo está conforme con la adaptación del jugador sino que hasta parece convencido de que éste tiene condiciones como para pelearles de igual a igual un puesto en la defensa a Nicolás Burdisso y Rolando Schiavi, dos que están afianzados.
Con 1,81 metro de altura para un peso de 74 kilos, Perea saca ventajas con su velocidad: llega a esas pelotas que parecen imposibles y, encima, después resuelve sin complicarse. También tiene buen cabezazo, aunque el mismo admite que de arriba va mejor en el área propia, y buena pegada para jugadas con pelota parada. Ayer ejecutó un tiro libre desde la puerta del área –Bianchi le pidió a Tevez, mientras éste se preparaba para patear, que lo deje probar al colombiano– y puso su remate muy cerca del ángulo, como los que saben.
“Todos los partidos los juego a muerte. Y lo mismo en cada entrenamiento”, se definió tras su llegada a Boca. Está claro, ¿no? Perea es un jugador para este Boca. Los hinchas lo advirtieron y por eso, sin que medie historia, títulos, clásicos, etc., el mulato se llevó ayer todos los aplausos y el reconocimiento de los hinchas: el mejor premio que puede llevarse un jugador luego de un partido. No quedan dudas, la base está; y el amor, también.
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