El empate de ayer ante Boca lo exhibió con toda claridad. Vélez posee una particular dualidad: es un equipo compacto, ordenado y decidido cuando juega por el torneo local, sin embargo, en la Copa Libertadores se muestra irresoluto, lento y no ofrece mayores variantes ofensivas que los pelotazos frontales y largos de Chilavert que, a esta altura, no representan ya ningún riesgo para las defensas adversarias. Las estadísticas parecen avalar esta realidad: mientras en el Clausura se encuentra escoltando de cerca al líder Talleres, con siete puntos en tres partidos jugados, en la Copa apenas pudo sumar un pobre punto frente al débil Unión Maracaibo de Venezuela después de dos presentaciones.
Antes del partido, el presidente de Vélez, Raúl Gámez, en declaraciones radiales dio a entender que el arquero paraguayo ya está cerca del retiro y que seguiría ligado al club de Liniers como entrenador. “Por todo lo que transmitió en su carrera como jugador, Chilavert podría ser un gran técnico para Vélez. Pero hasta junio Ischia seguirá al frente del equipo y después veremos”, señaló Gámez. Se aclara que dijo “transmitió” y no “transmite”, con lo cual le dio categoría de ex jugador.
Más allá de las especulaciones sobre un futuro entrenador, en el partido de ayer Vélez enfrentó a Boca sin complejos. Intentó ser protagonista y jugó de igual a igual al campeón intercontinental en su propio estadio. La movilidad de Zárate y Valdemarín en el ataque, las subidas de Jonás Gutiérrez por derecha y la presencia de Marcelo Bravo por izquierda, más la sobriedad defensiva de sus dos centrales, De Souza y Fuentes, constituyeron los principales argumentos que le permitieron al equipo de Ischia quedarse con un valioso empate en un escenario difícil. En definitiva, fue un equipo corto que, por momentos, trató bien la pelota y buscó el arco rival, y además no tuvo que cargar con el peso de Chilavert.

Notas: Leonardo Castillo.