Lun 12.07.2004
libero

FúTBOL › BIANCHI Y SU SALIDA

Momento justo

Por G. V.

Hicieron un pacto de no agresión porque los unía más el espanto que el amor. Y decidieron que la ruptura fuera incruenta para resguardarse mutuamente. No hubo ataques y sí mucha prudencia en las declaraciones. Mauricio Macri y Carlos Bianchi nunca sintonizaron la misma onda. En Manizales, esas diferencias se agudizaron por circunstancias del momento y terminaron por decidir al técnico que, ésa era una inmejorable oportunidad para irse. Tal era el enojo que decidió hacer el viaje de regreso en clase turista para evitarlo.
En Colombia, Bianchi acumuló una bronca tras otra. Aunque antes de partir para enfrentar al Once Caldas ya percibía que le estaban desmantelando el equipo y se encrespó cuando en Pereira comprobó que un intermediario conversaba con Rolando Schiavi por una posible transferencia. Ni siquiera había tenido éxito para evitar la ida de un jugador que le había sido muy útil: el cordobés Javier Villarreal. Con esa carga de negatividad, el entrenador llegó al partido decisivo.
En Manizales había decidido que, tras la final, el plantel viajaría de día hacia Pereira por los sinuosos caminos de montaña. Pero se topó con la oposición del presidente, quien pretendía hacerlo de noche, apenas finalizados los penales. El Chino Neira, responsable de la agencia que había transportado a la delegación en vuelo charter, intentó hacerle comprender a Macri lo que Bianchi había determinado. Fue en vano. Y escuchó como respuesta: “Qué voy a hablar con ése...”, por el técnico.
La familia Bianchi también comprobó que el palco que tenía destinado para ver la final había sido ocupado por dirigentes, familiares y allegados. Brenda, la hija del técnico, tomó la iniciativa de irse. Y Mauro, el hijo, volvió a despotricar contra Macri apenas terminado el partido. Para colmo, ese día falleció la suegra de Bianchi y, según cuentan en el entorno al entrenador, éste no asimiló que Macri ni siquiera le haya dado el pésame a Margarita, su mujer.
Hombre de carácter y respetuoso de ciertos códigos, el Virrey no toleró tantas afrentas juntas. Y pese a que tenía contrato hasta diciembre de 2005, decidió irse a su casa. O mejor dicho, a Perú, para comentar la Copa América por Televisa de México, país cuya selección estuvo a punto de contratarlo antes de su regreso a Boca.

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