FúTBOL › UN EQUIPO CON POCA ROTACION O CAMBIOS
Los que se saben de memoria
› Por Facundo Martínez
Alfio Basile se la jugó, no sin cierta tozudez, por demostrar que jugar dos torneos con un mismo equipo es algo posible. Tuvo que hacer algunos movimientos mínimos, por lesiones o cansancio de sus jugadores, e incluso esas rotaciones lo jaquearon y hasta comprometieron los objetivos propuestos y su propio futuro. Pero con fútbol, fuerza y convicción, Boca logró recuperarse y terminó el semestre con tres títulos: la Recopa, el Apertura y la Copa Sudamericana, todo en el tiempo record de un semestre. Fue preciso el trabajo del técnico para construir y conservar después cierto equilibrio del equipo, más allá de los exagerados riesgos que se tomaron a lo largo del camino. He aquí las claves, los complejos intereses y la intachable voluntad de un equipo que sufrió altibajos, pero llegó al final de la temporada templado y fortalecido, como su propio hacedor.
Comenzando de atrás, no defraudó Roberto Abbondanzieri, dividido entre Boca y la Selección. No fue quizá su mejor semestre en Boca, pero su labor en ambos frentes ha sido muy positivo: se ha encaminado como ninguno para defender el arco de la Selección en Alemania y cumplió con creces con Boca, que terminó el torneo con sólo 17 goles en contra, de los cuales 5 se los convirtieron a su suplente, Ezequiel Medrán.
La defensa fue, sin dudas, la que más dificultades atravesó hasta encontrar un funcionamiento más o menos óptimo. Primero apareció la lesión de Hugo Ibarra, que lo marginó del equipo cuando apenas comenzaba a hacer pie. Su reemplazante, José María Calvo, jugó en un nivel más que aceptable y eso incluso complicó a Basile al momento de elegir. El torneo lo completó finalmente el formoseño y lo hizo a lo grande, brillando frente a la Universidad Católica por la Sudamericana y mejor aún en las últimas fechas del Apertura ante Independiente y Olimpo. En cambio, el caso de Juan Krupoviesa fue distinto. Desde su llegada fue tocado por la varita de la titularidad, pero no pareció estar a la altura de las circunstancias, salvo en los últimos tramos de ambos torneos; su único mejor partido fue frente a Independiente, y eso no parece ser suficiente.
Los zagueros fueron los más cuestionados, sobre todo en el arranque del torneo, cuando el desentendimiento y la falta de ritmo entre ellos fueron moneda corriente. Rolando Schiavi (con ganas de emigrar a España, a la segunda división, seguramente) dio muestras de agotamiento físico y de cierta lentitud para resolver, aunque terminó cumpliendo su papel. Seguro contribuyó en eso la colaboración y gran categoría del catamarqueño Daniel Díaz, que arrancó flojo pero fue creciendo, haciendo valer su técnica en las dos áreas: defendiendo en la suya y anotando goles en las otras.
Lo mejor de este Boca fue del medio hacia arriba. En la zona de volantes fue clave el retorno de Sebastián Battaglia, que incluyó también una capitanía a medida. Luchó firme en el medio y supo asociar su juego con Fernando Gago y Federico Insúa, sin olvidar algunas buenas combinaciones con Rodrigo Palacio, que fueron creciendo a medida que pasaban los partidos. Gago, por su parte, rompió todos los moldes. Se adueñó del mediocampo con un estilo propio, distinto a todos, combinando garra con buen pie y un excelente criterio para hacer circular la pelota, lo que se dice una exquisitez para un fútbol aturdido de cincos toscos y pegadores. Sorprendieron, en cambio, las diferencias entre el arranque y el final de Daniel Bilos, acaso el jugador que, por su constancia y estilo, más sintió el desdoblamiento del esfuerzo. Fue sustancial para el equipo en los primeros tramos de ambas competencias y su rendimiento se podría medir casi en espejo con el Insúa, de flojísimo comienzo y un final voluntarioso en el que consiguió imponer su interesante repertorio de variantes.
En el ataque, Martín Palermo estuvo casi siempre fuera de tiempo, en uno propio, desquiciado con relación al colectivo; más allá de su presencia amenazante, terminó siendo la nota disonante del equipo, y quizá por eso prometió para el 2006 mejorar físicamente y convertirse en el goleador de Boca. El que ya no es una promesa es Palacio, quien atravesó un períodotan rico que no son pocos lo que le ven un futuro inmenso en la Selección. Fue el goleador de Boca, con diez tantos en el torneo local y cinco en la Sudamericana, pero aún más importante que eso, que por supuesto no es poca cosa, son sus tremendas condiciones para desequilibrar, combinando gambeta con velocidad, características que explotadas como él lo hace lo convierten quizás en el jugador más moderno del fútbol argentino.
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