El éxtasis de Boca se vivió cuando Abbondanzieri convirtió el penal decisivo, pero los hinchas de Boca armaron su fiesta desde muy temprano. Es que más que vivir la previa del partido ante Pumas prefirieron prolongar el festejo del Apertura del miércoles, con las ganas y el contagio que provoca la Bombonera llena con 55 mil fanáticos. Entonces surgieron espontáneos el “dale campeón”, las dedicatorias a River y el “somos campeones otra vez”. Todo sin importar demasiado lo que venía un rato más tarde. Incluso el audio de los altoparlantes con la formación fue un claro boletín de calificaciones por el campeonato logrado. Palacio, Gago e Insúa resultaron los más ovacionados, la forma que encontró la gente para premiar a los mejores del Apertura. El reconocimiento histórico a Guillermo, claro, tampoco podía faltar. Para Alfio Basile reinó la indiferencia, aunque una bandera alentó una especie de disculpa: “Sólo los imbéciles no cambian, perdón Basile”. Como quedó dicho, la previa no contó con la tensión y los nervios de una final –patrimonio exclusivo del segundo tiempo y los penales–. Pero no bien salió el equipo a la cancha, la historia fue bien diferente. Es que el recibimiento, con bombas de estruendo incluidas, resultó conmovedor. Porque al color habitual, el viento arremolinado determinó que los papeles azules y amarillos volaran una y otra vez sobre el campo, como si no se quisieran ir. Y para dejar en claro que todavía faltaba la frutilla, desde los quince segundos de juego hasta el primer cuarto de hora sólo se escuchó un hit que no paró de sonar: “esta noche cueste, lo que cueste...”. Y se repitió antes de los penales, donde la otra vez apareció un canto conmovedor de confianza. Hasta que Abbondanzieri desató la locura.