FúTBOL › PELOTA NARANJA, FUTURO MULTICOLOR
› Por J.J.P.
El domingo 6 de abril de 1986, River –que se había consagrado campeón, dos fechas antes– llegó a la Bombonera luciendo orgulloso el título y remató la tarde con una contundente victoria por 2 a 0 con goles de Norberto Alonso. Cuenta la leyenda escrita por almas riverplatenses que ese equipo que dirigía técnicamente el Bambino Veira dio la vuelta olímpica en la cancha de Boca. Y cuenta también que los dos goles de Alonso –un cabezazo y un tiro libre con ayudita de un rebote en la barrera– fueron con una pelota naranja. Dice el programa oficial del partido de ayer: “El partido se jugó con pelota naranja, debido a la gran cantidad de papelitos. Y el Beto Alonso supo sacarle el jugo a esa naranja: le convirtió dos goles a Gatti”.
Los refutadores de leyenda boquenses aseguran que la supuesta vuelta olímpica de River fue en realidad un giro incompleto en la mitad de la cancha entre el arco de Casa Amarilla y el círculo central. Y también afirman que sólo el primer gol de Alonso fue con la famosa pelota naranja porque en el segundo tiempo se usó una blanca.
Lo cierto es que aquel día –se acaban de cumplir 20 años– fue glorioso para River y por eso las autoridades del club le dieron una placa recordativa a Alonso, antes del encuentro contra Instituto. El Beto se llevó la ovación de la tarde, parecida a los gritos de los tres goles. La pelota naranja está guardada en las vitrinas del Monumental, en el corazón de los hinchas de River y en el hígado de los de Boca.
Hace 20 años no había nacido todavía Diego Buonannote. Es más: hace 19 y hace 18 tampoco. El pibe, pichón de fenómeno, presentado como la gran figura de las inferiores del club, es de Santa Fe, de Teodelina, el pago de El Manco (uno de los pelotaris más famosos de la historia). Cumplirá 18 años el 18 de abril. Ayer, mientras tanto, cumplió con el sueño de debutar en la Primera de River. Zurdo, cortito (1,57 m), flaquito (52 kg), dicen que la viene rompiendo. Ayer jugó sólo 8 minutos y casi no tocó la pelota. Los vendedores de fantasías ya lo metieron en un poster de publicidad, en una gigantografía de la empresa que viste a River y empiezan a contar los euros de la venta a un club europeo.
Uno no puede menos que preguntarse: ¿no será demasiado? ¿No se lo cargará de demasiada responsabilidad a este pibe? ¿No será un exceso más de los que caracterizan el fútbol nuestro?
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