Lunes, 7 de agosto de 2006 | Hoy
FúTBOL
Fue conmovedor el abrazo con el que Basile recibió a Palermo en el banco de suplentes, después de sus dos goles. Es que el partido era especial para el goleador, quien decidió jugar igual a pesar del dolor que atraviesa por la pérdida de un hijo recién nacido. Lo mismo hicieron sus compañeros, quienes lo fueron a buscar con determinación en cada uno de sus festejos. Y no se quedaron atrás los hinchas, que corearon su nombre en primer lugar, apenas el jugador salió del túnel y pisó el campo de juego, y lo despidieron a lo grande cuando salió reemplazado por el Mellizo Guillermo. El desquite a todo gol para salir de la mala es una marca registrada del goleador. Así lo demostró cuando volvió de su lesión de rotura de ligamentos y marcó el 3-0 que sentenció la eliminación de River en la Libertadores de ese año. Lloró Palermo con sus goles y también con lágrimas se retiró de la cancha, pero no estuvo solo: el público, sus compañeros, el cuerpo técnico, todos lo cobijaron.
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