FúTBOL › ARIEL ORTEGA FUE RECIBIDO CON TODOS LOS HONORES
› Por Adrián De Benedictis
Dicen que los amores nunca se olvidan. Ellos suelen no tener tiempos, porque no hay espacios determinados para la entrega de cariño. Puede haber un distanciamiento por alguna causa extrema, pero la pasión siempre se renueva en el momento de la reconciliación. Y a partir de ahí ya no hay lugar para las interrupciones sino que el camino que transita desemboca en la felicidad plena. De esa manera vive la gente de River su relación con un hijo directo de la casa: Ariel Ortega. El jujeño regresó al club convocado por el afecto y la respuesta del público fue inmediata, debido a que la adoración que sienten por él es más fuerte que cualquier desengaño del pasado.
Si bien Ortega había hecho su presentación, después de cuatro años de alejamiento, el último domingo, cuando ingresó a los 18 minutos del segundo tiempo ante Lanús, la de ayer era una tarde especial. El delantero volvía a jugar desde el inicio, y sus fieles seguidores lo recibirían con todos los honores, en ese estadio Monumental adornado para la fiesta. El sabor del final no fue todo lo dulce que ambos habían imaginado: Ortega apenas mostró destellos de su técnica y el empate ante Newell’s opacó demasiado el festejo.
Su imagen apareció en el campo de juego, y desde lo alto de la tribuna local bajó enseguida ese inconfundible “Orteeeeee..., Orteeeeee...”, con la letra “e” bien extendida. El respondió el saludo con el brazo derecho levantado. Pero también tuvieron contestación los hinchas rosarinos, la anterior institución donde se desempeñó, cuando el jugador levantó el otro brazo, el izquierdo, para retribuirle la reverencia.
Ortega comenzó el encuentro con mucha movilidad, moviéndose del centro hacia la derecha del ataque. Y en esa zona tuvo que luchar con un gran marcador como Germán Ré, el capitán visitante, que se destaca por adueñarse de la pelota con mucha limpieza. Su aparición más explosiva se produjo a los 11 minutos de esa primera parte: luego de superar a su marcador, encaró por la derecha hacia el área, y cuando se enfrentó con el arquero Villar decidió pegarle a la pelota con la cara externa de su pie derecho, pero el paraguayo respondió con acierto.
Después, el hombre de 32 años participó en acciones colectivas, pero en ninguna volvió a quedar con posibilidades de marcar un gol. Su otra maniobra de riesgo fue a los 21 minutos, cuando logró desprenderse hasta el fondo, envió un centro para Farías, y el cabezazo del goleador fue detenido por el arquero.
En el segundo tiempo no tuvo mucha participación, ya que la pelota no le llegó con frecuencia. Apenas lanzó un centro que Farías no pudo conectar. El desenlace no lo encontró como hubiera deseado, pero de lo que estaba seguro era de que el sentimiento por esa gente seguía vivo.
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