La bandera en el ropero
El clima en Lanús estaba enrarecido. Había poca gente en las tribunas y escaso colorido. El asunto parecía claro: las hinchadas no habían podido ingresar sus banderas. Una vez comenzado el encuentro, las pocas que se veían, esas en las que se lee el nombre de los barrios, y que estaban colgadas en el alambrado sobre la popular que ocupaba la gente de Boca, fueron desapareciendo hasta dejar la zona perimetral absolutamente despojada. Se supo, luego, que los jerarcas de La Doce habían pedido ese gesto a los dueños en señal de desacuerdo con las medidas dispuestas por el funcionario y ex árbitro, encargado de la seguridad en eventos deportivos de la provincia, Mario Gallina.
A raíz de este hecho, hubo algunos inconvenientes en la zona de acceso al estadio entre una parte de los barrabravas de Boca –los que no habían podido ingresar, porque no tenían entradas, se dijo– y la policía; adentro se generaron corridas, aunque el tumulto se fue calmando cuando los visitantes se unieron en gritos contra el funcionario.
Lo cierto es que, acertada o no la medida de Gallina, al partido de ayer le faltó el color. En la tribuna de Lanús sólo flameó por un rato un pequeño estandarte reclamando por la disposición que limita el ingreso de banderas. Dentro del campo, el juego no compensó esas ausencias, las de los trapos; y el frío terminó de destemplar el espectáculo. La única alegría de la tarde-noche de ayer fue para los de Lanús y llegó una vez que el árbitro Claudio Martín dio por finalizado el encuentro.