Lunes, 20 de agosto de 2007 | Hoy
FúTBOL › EL CLASICO, A LA LUZ DEL CAMPEONATO
Uno tiene a su equipo jugando hace tres fechas, pero no logra sostenerlo en los segundos tiempos. El otro no logró darle al suyo, después de tanto receso, una fisonomía apropiada.
Por Daniel Guiñazú
Ni San Lorenzo ni River terminaron de dejar en claro para qué están. En el clásico de ayer desconcertaron por desparejos. A un primer tiempo interesante, promisorio por agresividad, volumen de juego y decisión ofensiva, San Lorenzo lo cambió por una segunda etapa inexpresiva, demasiado sometida a los dictados de River, en la que recién al final pudo recuperar parte de aquella antigua vitalidad. Y luego de cuarenta y cinco minutos impresentables por donde se los mire, impropios de un equipo con pretensiones, River se lavó la cara y entregó una imagen mucho más viva, más cercana al fútbol que Passarella espera para ganar algo en este semestre decisivo. Si del primer choque entre grandes de la temporada se esperaba una medida más o menos exacta de las posibilidades de uno y otro, la comprobación quedó para mejor oportunidad.
San Lorenzo mostró, en principio, las mismas ideas que lo llevaron a ganar el primer torneo del año. Pelota contra el piso, salida por los costados por Tula y Rivero por la derecha y Torres y Ferreyra por la izquierda, cero pelotazo y ataques gestados por afuera y definidos por adentro. El problema estuvo en que todavía no se han terminado de digerir dentro de la cancha las ausencias de Ledesma y Lavezzi. El empeño de Torres para batallar en la recuperación en el medio y el esfuerzo de Silvera para volcarse a las puntas preparando lo que antes él resolvía se pagan a precio alto. La pelota no sale tan bien jugada del medio como antes y falta mayor profundidad. De hecho, en ese primer tiempo en el que jugó mucho mejor que River, San Lorenzo llegó sólo una vez e hizo el gol. Se sabe que Gastón Fernández arranca desde más atrás y pesa menos en el área por su condición de media punta. Ayer volvió a demostrarlo.
Pero no fue eso lo más inquietante del equipo de Ramón sino su irregularidad. Volvió a costarle, como en el Clausura, sostener los segundos tiempos, las buenas producciones de los primeros. Y volvió a complicarse la vida por dar unos pasos atrás para impulsarse de contraataque. Todo lo que hizo bien San Lorenzo en el comienzo, lo hizo mal luego. Al final del partido, y aunque la entrada de Alvarado por Torres restituyó el equilibrio, cierto gesto preocupado se observó en los hinchas azulgranas. Los viejos defectos siguen en pie. Si los nuevos (Romeo, Bilos y Menseguez) pueden arreglarlos, San Lorenzo estará en condiciones de refrescar sus antiguas alegrías.
River, por su parte, dejó una convicción: será imposible que juegue peor de lo que lo hizo en el primer tiempo. Y un par de preguntas: ¿por qué insiste Passarella en desordenar lo que está ordenado? ¿Por qué elige jugar con enganches después de haber decretado públicamente su extinción? ¿Por qué desperdició un tiempo haciendo ensayos de resultado dudoso? Algo quedó en claro después del 1 a 1: el River inicial no tiene otro destino que el de multiplicar amarguras. El que en el segundo tiempo fue a apretar más arriba, el que le revolvió los papeles a San Lorenzo con la entrada de Falcao García, Ortega retrasado y Augusto Fernández puesto donde debe estar, en una de esas hasta da pelea en medio de la miseria.
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