Lun 07.04.2008
libero

FúTBOL › PEGA PATADAS AL AIRE, RECLAMA, VIVE CADA MINUTO CON INTENSIDAD

Simeone no se dio cuenta de que es un ex futbolista

› Por Adrián De Benedictis

Es muy frecuente asegurar que los equipos son el reflejo de sus conductores, en materia futbolística. Pero también sucede que el aspecto emocional de cada entrenador tiene una incidencia fundamental en lo que exhibe un plantel dentro del campo de juego. En el estadio de Lanús se produjo un “duelo” del otro lado de la línea, y tanto Diego Simeone como Ramón Cabrero mostraron que sus facetas personales son totalmente opuestas. Mientras el entrenador de River dejó ver todo su nerviosismo a lo largo del partido, el director técnico del conjunto local sigue con su rasgo de pasar inadvertido mediante la discreción absoluta. Así, entre el líder y el actual campeón también hubo distanciamiento más allá de los números.

En cada presentación de River, Simeone no oculta la pasión con la que vive su función, aunque eso le cueste al equipo momentos de desconcierto. El ex volante no llegó a permanecer sentado ni siquiera un minuto en el banco de suplentes, sumando los tiempos entre la primera y la segunda mitad. Cuando camina por los límites que le corresponden, lo hace haciendo gestos, la mayoría de reprobación, ante cada error de alguno de sus dirigidos. Eso genera malestar en los propios jugadores, quienes interpretan que, aun sin intención, desde afuera están condicionando cada una de sus intervenciones.

La sensación que demuestra Simeone es que todavía sigue viviendo los partidos como si fuera jugador: reclama, salta, pega patadas al aire, grita, indica, ordena, desordena, insulta, aplaude, aprueba y desaprueba. Todo eso durante un poco más de 90 minutos.

En los últimos años, se ha cuestionado mucho la actitud que asumen los entrenadores en ese lapso, y se dieron reflejos claros que luego no terminaron de manera feliz. En River hay varios ejemplos y entre los más notorios están Américo Gallego, Leonardo Astrada y Daniel Passarella. Y esa “locura” que se traslada desde afuera termina siendo perjudicial. Si bien River continúa como puntero en este torneo, no debe ser casualidad que finalizó muchos partidos esperando el final, desarticulado, plantado en su campo, y llevando a sus hinchas al borde del sufrimiento.

Por estos días, quizás el máximo exponente de estos casos es el técnico de Newell’s, Ricardo Caruso Lombardi, un hombre que además de todo su repertorio le agrega dotes actorales. Y estos desempeños, muchas veces, son provocativos para los adversarios.

Por ello, puede hasta sorprender la postura de Cabrero. El hombre observó ayer casi como un espectador más los movimientos de los jugadores, y durante toda la tarde sólo levantó sus brazos para hacerse sombra y cubrirse de los rayos del sol. Seguramente, él ya había dicho lo necesario dentro del vestuario. Si bien los tiempos de los técnicos son cada vez más cortos en el fútbol de este país, ellos mismos deberán comprender que el desequilibrio terminará siendo un rival más para superar.

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