FúTBOL › LOS FESTEJOS DE RIVER, CAMPEóN DEL CLAUSURA
Del festejo sordo y cauto el miércoles, cuando Boca fue eliminado de la Copa Libertadores, a la celebración explosiva de los hinchas, ayer, con cantos que enganchaban la gloria propia y la malaria ajena.
› Por Juan José Panno
La gloria total: Boca eliminado de la Copa Libertadores el miércoles, River campeón el domingo. Festejo sordo y cauto el miércoles; celebración explosiva de los hinchas el domingo con cantos que lo enganchaban todo:
- “Te querés matar, che bostero, te querés matar”.
- “Un minuto de silencio, para Boca que está muerto.”
- “Es para Boca que lo mira por TV.”
- “Es para vos, es para vos, bostero puto...”
De vez en cuando, en el medio, tibiamente el “Dale campeón//dale campeón”. Es que en los tiempos futboleros que corren el odio al clásico rival es más fuerte que el amor por los propios colores. Los de Independiente quieren que Racing se vaya a la B; los de Huracán se hicieron fanas de la Liga Universitaria de Quito; los de Gimnasia se alegraron con los goles de Buonanotte, los de Boca ayer daban la vida por Olimpo.
Los cruces de amor y odio dejaron una singular marca en este campeonato que, legítima y merecidamente, ganó River. Tiene razón Simeone cuando dice que no es fácil ganar un título en el fútbol argentino. Y mucho más difícil debe ser cuando se llega al objetivo atravesando tantos obstáculos como los que debió saltar este grupo de jugadores y cuando se deteriora en el medio la relación con los hinchas.
La consagración que llegó con una nueva mezcla de triunfo propio y fracaso ajeno. El pitazo final de Collado y luego las noticias que trajo la radio desde La Plata provocaron una enorme sensación de desahogo. River campeón. Al diablo con los temores. Ninguna acusación de gallina. Fin (o suspensión al menos) de las cargadas por el maíz arrojado por los propios hinchas (un acto absurdo que, naturalmente, no los involucra a todos), fin (o suspensión, al menos) de las gastadas por el partido increíblemente perdido con San Lorenzo.
Más allá de reproches y rencores circunstanciales los hinchas creyeron en los jugadores. Empezaron a confiar cuando dieron vuelta el partido con Gimnasia (clave en esta historia), abrieron un nuevo crédito cuando le ganaron a Huracán, lo ampliaron con la victoria en Santa Fe y lo extendieron ayer. Por eso llenaron y colorearon el Monumental y ofrecieron una recepción impresionante. Un detalle: cuando por los altavoces dieron la formación del equipo, hubo silbidos (aunque no tantos como otras veces) para Ahumada, a quien jamás le perdonarán que haya señalado como punto de referencia de hinchada que no deja de alentar a la de Boca.
La de River ayer casi no paró con el aliento. Empujó a Olimpo en el arranque, vivó cada una de las intervenciones de Ortega, gritó por error un supuesto gol de Colón y reaccionó con un rápido espontáneo y conmovedor “Vamos vamos River Plate”, cuando Lujambio metió el empate.
Sin embargo, un ratito después empezaron a caer envenenados murmullos de desaprobación por alguna pelota perdida en la mitad de la cancha o algún pase mal dado o un remate apurado. Pasaron 22 minutos entre el gol de Olimpo y el segundo de River. En ese lapso, la distancia entre la Gloria y Devoto se reducía a la noticia de un gol de Estudiantes en La Plata. Pero para felicidad millonaria no hubo gol de Estudiantes, sí hubo gol del gigante Buonanotte y hubo completa y redonda fiesta en el Monumental. Vuelta olímpica, saltos en el podio, besos a la Copa, manos de los jugadores golpeadas contra el pecho para demostrar amor.
River salió campeón y lo festejaron como correspondía. Más exacto sería decir que celebraron no haber perdido amargamente otro campeonato.
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