Tres ingresos en el segundo tiempo le bastaron a Cristian Fabbiani para convertirse en el nuevo ídolo de River. Que la camiseta número 23 se haya vendido como pan caliente la semana pasada en los negocios de artículos deportivos, que la careta del ogro Shrek haya tenido una inusual salida en las jugueterías y en los locales de venta de cotillón, que la robusta imagen del centrodelantero haya trepado a las portadas del programa oficial del partido con Banfield y a todas las revistas partidarias que se distribuyeron ayer en el Monumental, y que su nombre haya sido el más ovacionado cuando se lo anunció por los altoparlantes antes del partido, dan la pauta de que River ha encontrado un referente que estaba necesitando. Habrá que ver si Fabbiani llega a trepar a la altura de lo que han sido Norberto Alonso, Enzo Francescoli y Ariel Ortega. En algo les ha sacado ventaja. Mientras los tres ídolos debieron regalarle a la hinchada tardes inolvidables de goles y triunfos, a Fabbiani le basta y le sobra con calzarse una camiseta que le queda chica por todos lados para hacerse querer. En el colmo del cariño, ayer le puso el cuerpo a Raymonda, que salió despedido como si hubiera rebotado contra una pared y el estadio lo ovacionó como si hubiera hecho una genialidad que todavía se está esperando.