Lunes, 10 de agosto de 2009 | Hoy
FúTBOL › OPINIóN
Por Gustavo Veiga
Nadie puede decir “yo no fui” en la crisis que mantiene suspendidos los campeonatos. Los dirigentes y su casa matriz, la AFA, porque perdieron el decoro hace años. Su último comunicado es un orgasmo en defensa de los intereses corporativos: “No se trata de justos y pecadores. Tampoco de clubes bien administrados y mal administrados. Se trata de una realidad por la que atraviesan alternadamente todos los clubes”. O sea, son iguales Lanús y Vélez, dos ejemplos de lo que debe hacerse, que River, Independiente y San Lorenzo, mal conducidos y cuesta abajo.
Tampoco dice todo lo que debería decir Sergio Marchi, el secretario general de Futbolistas Agremiados. “Creemos que se les paga mal a los jugadores”, comentó durante la semana pasada. ¿Se refería a los contratos dolarizados de varios profesionales de Boca como Riquelme, Palermo o Ibarra? ¿A las primas que River le paga a su plantel? ¿Al contrato de Ezequiel González en Rosario Central, uno de los clubes que promete –y no paga– los salarios más altos?
Sí, es cierto que hay incumplimiento, que se adeudan sumas exorbitantes, que en el Ascenso muchos afiliados al sindicato cobran sólo si hacen inhibiciones. Pero en Primera División, con lo que cobra un futbolista en un mes, ¿cuánto tiempo viviría un empleado del Estado que percibe entre 1500 y 2000 pesos?
Los empresarios que comercializan los derechos del fútbol televisado analizan sus costos y beneficios como si vivieran en Europa. Un paper que hizo circular Torneos y Competencias (TyC) entre algunos periodistas deportivos señala que “en la Argentina están poco explotados el merchandising y la venta de abonos. Eso restringe los ingresos y vuelve al fútbol dependiente de la TV”. ¿Insinúan que se trata de la venta anticipada de plateas para ver a Argentinos, Godoy Cruz o Arsenal? ¿O se refieren a los muñequitos de peluche, llaveros y botellas de vino Malbec que podrían venderse con sus colores?
Por último, queda el Estado. Que se desentiende desde hace años de las muertes en el fútbol con el consiguiente aumento en los costos de seguridad, que no controla como debería los recursos que genera la pelota y a quienes más lucran con ella (grupos empresarios lavadores de dinero, intermediarios chupasangre y hasta una casa de apuestas que opera por Internet en todo el territorio nacional). Mientras tanto, a los clubes de fútbol, que son el patrimonio de varias generaciones de argentinos y les dan de comer a más de 15 mil trabajadores (según el gremio Utedyc), los asiste en su prolongada enfermedad con aspirinas. ¡Cuánta hipocresía!
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