No pudo haber sido más negra la semana de Vélez. El jueves, Liga Deportiva Universitaria le cerró el paso en la Copa Sudamericana. Y ayer sufrió su tercera derrota en el campeonato, la más rotunda. Contra Boca perdió por aquel cabezazo de larga distancia de Martín Palermo. Frente a Newell’s lo perjudicaron dos graves errores del árbitro Javier Collado. Anoche, ante Estudiantes, no hubo ningún atenuante que sirviera para amortiguar la caída.

Fue tan agotadora la excursión a Quito que, el sábado por la mañana, Ricardo Gareca tomó la decisión de darles descanso a sus titulares, agotados por el partido y el viaje desgastante, y poner ante Estudiantes a los que habitualmente no lo son. Ya lo había hecho ante Atlético Tucumán y había podido ganar 2-1 con aquel agónico gol de penal de Maxi Moralez. Pero hubo una diferencia crucial: aquella vez en el banco habían estado varios de los que ayer ni siquiera se sentaron al lado de Gareca.

La caída dejó a Vélez con 24 puntos, a cinco de los punteros Banfield y Newell’s y con poco margen para nuevos deslices. El próximo sábado recibirá en Liniers a Banfield. Si le gana, podrá renovar sus ilusiones de bicampeonato. Si no, casi que deberá despedirse de dar una nueva vuelta olímpica, y quedará como una nueva víctima de lo que parece un karma de los equipos nacionales: no poder apostar simultáneamente con éxito en los torneos locales y las copas internacionales.