El Rally Dakar volvió a confirmar que no necesita de Africa para ser una prueba extrema. Por el contrario: la pasión de los argentinos por el automovilismo y la velocidad de la competencia fueron una combinación fatal que ya se cobró una víctima en esta edición 2010.

“¿Sabe qué es lo que no me gusta de esta versión sudamericana del Dakar? –confió antes de largar el príncipe qatarí Na-sser al Attiyah, ahora líder de la competencia–. Que es demasiado, demasiado rápido.” El Dakar sudamericano muestra varias diferencias con su original africano: una es la cantidad de gente que bordea el camino, muy superior a la que podía seguir el paso de las máquinas en el continente africano, lo que aumenta el riesgo. Otra, la topografía de estas primeras etapas, menos desértica, que paradójicamente permite mayores velocidades que sobre la arena. Lo que toma llegar desde Buenos Aires hasta las zonas más desérticas de América del Sur supone correr riesgos entre los fanáticos: Córdoba es la provincia argentina más apasionada por el rally, no sólo por el Dakar.

Natalia Gallardo, una joven de 28 años, desatendió las normas de seguridad para estar más cerca de los competidores. La imprudencia le costó la vida y causó heridas a su marido, a su hija y a otras cuatro personas, atropelladas por la camioneta Dessert Warrior del alemán Mirco Schultis; aunque algunos asistentes al accidente quisieron agredirlo luego, el alemán intentó socorrer a los heridos hasta que fueron rescatados por helicópteros y ambulancias, y luego se lo vio rendido, llorando, a la sombra de un árbol, kilómetro y medio antes del ingreso a Alpa Corral.

Los organizadores, la policía y testigos coincidieron en que estaban ubicados en un lugar prohibido, en la parte externa de una curva peligrosa. Amaury Sport Organisation (ASO) tardó, sin embargo, varias horas en dar la confirmación del accidente y de informar luego la víctima fatal.

En el Dakar 2009 se había registrado un deceso: el del motociclista francés Pascal Terry. Pero eso fue a causa de un edema pulmonar y tras permanecer varias horas desaparecido en la etapa entre Santa Rosa y Puerto Madryn. En la edición pasada no hubo fatalidades entre el público, aunque hubo algunos accidentes que lo involucraran.

La seguridad se convirtió en las últimas horas en una súplica de organizadores y competidores. Si ya era un tema de preocupación previo, ahora es prioritario. El Dakar es más masivo que nunca en sus 32 años de historia, una historia que ya lleva acumuladas 55 víctimas, pero esa masividad podría resultar lapidaria.

Es que la pasión de los espectadores, algo inédito en Africa, podría volverse en contra a la hora de evaluar la continuidad de la competencia en la región, ante los numerosos rumores sobre un regreso en 2011 al continente negro.

Según los organizadores locales, este año el operativo de seguridad cuenta con 25 mil efectivos en ambos países y una campaña de prensa masiva que alerta sobre las 57 zonas habilitadas para los espectadores y todas las precauciones necesarias.

Aun así, el público se subió el primer día del año a las autopistas porteñas para ver de cerca a las máquinas. “Nos preocupa que por falta de prudencia la gente se exponga a riesgos”, dijo en La Rioja el coordinador del Dakar del gobierno argentino, Leonardo Botto. “Que sea para todos una fiesta, una oportunidad única que debe ser festejada; pero, por favor, respetando todas las normas de seguridad”, rogó.

La lluvia de ayer, y seguramente también la conciencia del accidente fatal del sábado, quitaron de alguna manera algo de fervor en el público que siguió la etapa, respetando casi a rajatabla las indicaciones para no correr riesgos. Mañana, el Dakar ya estará afrontando su primer desafío importante: las dunas de Fiambalá. Allí, los participantes se sentirán más solitarios, más en contacto con el desafío de la naturaleza, sin tanta necesidad de evitar atropellar a los fanáticos.