Lunes, 26 de abril de 2010 | Hoy
FúTBOL › RIQUELME Y PALERMO, BAJO EL ALIENTO DE LA GENTE
No hubo unanimidad en las tribunas, aunque la Doce no fue tan explícita en su apoyo al goleador y aparecieron muchas banderas de apoyo a Román. En el gol número 221 hubo colaboración plena.
Por Ariel Greco
“Riquelmeeeeeeee, Riquelmeeeeee...” “Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir...” “Y dale, dale, Boca, dale...” Van 25 minutos del segundo tiempo y la Bombonera ya es una fiesta con el gol de Palermo que sentencia el clásico ante San Lorenzo, aunque no está muy claro lo que se debe cantar. Los gritos se entremezclan, mientras los dos ídolos se dan el postergado abrazo del partido con Arsenal. Pero las voces cruzadas demuestran que no hay unanimidad, más allá de la felicidad por un triunfo ante un adversario tradicionalmente complicado.
Como más de una vez hizo público, Riquelme es “más feliz” cuando entrega una asistencia para un tanto de un compañero que con un gol propio. Y la platea parece hacer suya la frase y festeja más a su ídolo por el pase preciso que al goleador por su conquista 221 en el club. Desde la Doce, esta vez no hay mimos para Palermo: los cantitos son en favor de Boca, tratando de recobrar protagonismo perdido. Y casi de inmediato llega el reconocimiento para Palermo, con el pedido de aplausos de todo el público, que deja un veredicto claro: los quiere a los dos, juntos y conectados, como en ese gol que nació en los pies de Palermo, siguió con la cesión para el enganche y terminó con el remate de zurda y de primera del goleador, tras una precisa asistencia del conductor. O como en la ocasión más clara de Boca en el primer tiempo, que Migliore le tapó con un pie a Chávez, luego de un pase de Riquelme para que Palermo le bajara de cabeza la pelota al volante que llegaba libre por la derecha.
Los tiempos que vive Boca llevan a prestarle casi la misma atención a la periferia que a lo que se vive en el terreno de juego. Por eso pasa a ser importante que la Doce, desde la segunda bandeja de Casa Amarilla, esta vez no se pronunció a través de la bandera en favor de Palermo. En cambio, los trapos pro Riquelme aparecen por distintos sectores, algunos recién terminados con pintura fresca y otros con una producción llamativa, como ese que cuelga en el centro de los palcos con el Diez abrazado por el escudo de Boca. Y dos banderas pegaditas parecen dar otro signo de la unidad que pretende el público boquense: de un lado, el Palermo Countdown, que ahora llega a los 240 números tras haber superado el record de Roberto Cherro. Y al costado, un Topo Gigio con la camiseta de Boca.
Se acerca el final del juego. Cuando la resistencia de San Lorenzo ya parece minada, el cartel electrónico marca el 9. Bajo una ovación, idéntica a la que había recibido cuando José Beraldi le entregó una plaqueta por su marca histórica, Palermo le deja su lugar a Viatri, esta vez sin reproches hacia el entrenador. Todavía en la cancha, Riquelme tiene tiempo para pegarle un planchazo al Kily González, con quien se había abrazado de manera efusiva antes del encuentro, y para colocar un tiro libre que Migliore le sacó del ángulo. No volvieron a cruzarse, pero otra vez dejaron en claro que cuando se abrazan en el juego, Boca tiene más chances de ganar.
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