Lunes, 9 de agosto de 2010 | Hoy
LA FIGURA DE RIVER EN UN TRIUNFO MUY CELEBRADO
A los 36 años, lo que le falta en las piernas lo tiene de sobra en la cabeza. De los refuerzos se destacaron Carrizo y, en menor medida, Arano. Ortega y Funes Mori, sobrevivientes del 1-5, se tomaron su revancha particular.
Por Pablo Vignone
Nunca queda del todo claro si Ricardo Caruso Lombardi sabe de qué habla; sí, en cambio, por qué habla. Siempre sabe. De aquel Tigre que había humillado a River 85 días atrás, en el Monumental, sólo pudo incluir ayer a cuatro de los once que le habían hecho cinco al equipo de la banda roja: Claudio Pérez, Pasini (autores, uno cada uno, de dos de los cinco goles), Castaño y Pérez. Sabía por qué hablaba. Calentar la previa disimulaba la evidencia de que otro milagro como aquél era irreproducible.
De los once vencidos de aquella noche aciaga del 15 de mayo pasado, Angel Cappa reincidió con cuatro titulares: Ferrari, Ferrero, Ortega y Funes Mori. Vega fue al banco, Quiroga y Villagra se alejaron; casi todo aquel mediocampo (Affranchino, Cirigliano, Pereyra, Mauro Díaz) quedó relegado, pero los delanteros resistieron la prueba.
Cuatro de las ocho incorporaciones cerradas para este torneo fueron ayer de la partida titular, la formación base con la que Cappa pretende construir su equipo: Carrizo, Maidana, Arano y Acevedo, más el chico Lanzini. Ninguno brilló tanto como un viejo conocido de la casa. Realmente viejo.
De aquel 1-5 catastrófico no participó Matías Almeyda, expulsado una fecha antes, el mismo volante al que Cappa había decidido no tener en cuenta para esta temporada, y que terminó ganándose un lugar en la alineación, en una plaza custodiada por otro volante central, Acevedo, como para repartirse la tarea.
Almeyda volvió a refrescar ayer la extensión de un concepto integral, de lo que realmente significa la velocidad en el fútbol. Sin tantos kilómetros por hora en las piernas que ya llevan corridos 274 partidos en Primera, pero con el velocímetro bien atento en la cabeza –donde tiene que funcionar con mayor presteza– para multiplicarse en cada rincón preciso de la cancha y transformarse en la figura de este River que quiere despegar.
Quitó y pensó, jugando al tranquito, caminando antes que viviendo acelerado, y así sostuvo el andamiaje riverplatense del medio hacia atrás. Alivió la tarea de la zaga central –que precisa que Maidana lo entienda a Ferrero o que Cappa ensaye con el paraguayo Román–, y por momentos se transformó en un tercer zaguero, o se volcó a los laterales para colaborar con el intermitente Arano, en la primera mitad, o con Ferrari, que pasó poco al ataque. Promediaba el primer tiempo cuando produjo el robo emblemático de lo que fue su gran tarde: Stracqualursi la tiraba a años luz de su alcance cuando el de Azul le arrojó el cuerpo encima, a dos por hora, y le quitó limpio, casi elegante.
Terminó siendo el más destacado en una tarde sin excesivo lustre. Corrección: no terminó. Empezó siéndolo y ya desde el primer cuarto de hora impuso su categoría. Carrizo aporta mucho más aplomo y técnica que su predecesor, la defensa precisa acople y armado, a los laterales habrá que reclamarles proyección y desborde –ayer habrían sido más que bienvenidas–, aunque la gente le reconoció a Arano su entrega; a Acevedo lo opacó el propio Almeyda; y el pibe Lanzini, que ayer hizo su debut oficial, es un interesante proyecto y por ahora nada más.
A River terminó sosteniéndolo un veterano como Almeyda (36). Ortega (36), cansado después de someterse a tanto recorrido para poder hacerse de la pelota –lo que podría dejar de ser necesario cuando Buonanotte retorne a su consistencia–, resultó apto para una corrida en el descuento. Y un veteranito de 20 partidos como Rogelio Funes Mori (19), que sigue asombrando a Cappa (“al final recibió su recompensa”, lo elogió el entrenador) porque marca goles en casi todos los partidos en que lo pone: había señalado aquel tristón descuento de mayo pasado, ayer le ganó una sola vez en toda la tarde a Pérez. Más que suficiente.
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